lunes, diciembre 18, 2006

CARLOS FRANQUI : ¨HAY TRES TENDENCIAS DISPUTÁNDOSE EL PODER ¨

Tomado de Cuba Encuentro.com

«Hay tres tendencias disputándose el poder»


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Revolución, exilio y sucesión. Carlos Franqui cuenta sus experiencias y habla sobre los nuevos escenarios que se abren en Cuba.
lunes 18 de diciembre de 2006 6:00:00
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Por Miguel Rivero, Lisboa



Carlos Franqui (1921) es la memoria viva de toda una etapa importante de la revolución cubana, cuando este concepto se podía escribir en mayúsculas. Estuvo con Fidel Castro en la Sierra Maestra, fue director de Radio Rebelde, un instrumento importante en la lucha contra la dictadura de Fulgencio Batista, y después director del diario Revolución, órgano del Movimiento 26 de Julio, donde se agruparon durante un tiempo brillantes intelectuales, como fue el caso de Guillermo Cabrera Infante.

Cercano colaborador de Celia Sánchez, Franqui intentó que intelectuales europeos se acercaran a Cuba, con la idea de llevar la cultura a la población. Fue en este proceso que surgieron contradicciones con Fidel Castro y su entorno hasta que ya, totalmente desilusionado, se radicó primero en Italia y ahora vive en San Juan, Puerto Rico.

Han pasado más de cuatro décadas de algunos de los episodios que Franqui relata en esta entrevista. Precisamente por esas circunstancias, porque más del 60 por ciento de la población cubana nació cuando Castro ya estaba en el poder, resulta oportuno escuchar su voz, recuperar un testimonio diferente acerca del pasado reciente de Cuba. Escritor y periodista, dialogar con este hombre, que conserva en su memoria una parte importante de nuestra historia contemporánea, se convierte en una lección para las nuevas generaciones.

¿En qué circunstancias se produce su incorporación al movimiento contra la dictadura de Batista?

Cuando Batista dio su golpe, el 10 de marzo de 1952, derrocando la democracia que gozaba Cuba, extraordinaria pese a sus imperfecciones, me di cuenta de que la vida iba a cambiar y también mi propia vida. Como era periodista, me dediqué a crear prensa clandestina en varios sitios. Así llegué hasta el período 55-56, donde hicimos primero la publicación Aldabonazo y después Revolución, que fue auspiciada por el grupo del 26 de Julio que formaban Faustino Pérez y el movimiento clandestino habanero.

En esa circunstancia, me trasladé a México a llevarle recursos a Fidel Castro y hacer campaña por su libertad, ya que estaba en la prisión de Miguel Schultz. Pero aun así, todavía en esa época formalmente yo no era miembro del 26 de Julio, porque como era una organización tan amplia, tanto en lo que se refiere a la ciudad como a la propia guerrilla, no había, como en otros partidos, el problema de la militancia, etcétera. Así que de esta manera, a pesar de mi experiencia anterior y de mi idea de que un periodista nunca debía ser miembro de ningún grupo político, me vi envuelto en la lucha y ya a partir de cierto momento me convertí en un dirigente del 26 de Julio.

Hay un momento en que se marcha al exilio...

Caí preso y el taller clandestino de Revolución fue sorprendido, a principios de marzo de 1957. Fui el último detenido y vivimos momentos muy difíciles, porque coincidió con el asalto al Palacio Presidencial. Y después estuve varios meses preso. Finalmente, como casi todos los otros, fui dejado en libertad provisional; porque la dictadura de Batista se caracterizó porque el poder judicial conservó una cierta autonomía, sobre todo en el momento en que se restablecían las garantías constitucionales. Y entonces, en septiembre, después de salir de la prisión, me mandaron a reorganizar el exilio y fui a Costa Rica, México, Estados Unidos, antes de ir para la Sierra Maestra.

¿Cómo se produce su llegada a la Sierra Maestra? ¿En qué circunstancias?

En circunstancias difíciles, a principio del año 58, con las acciones enormes realizadas en 1956 en las ciudades, como fue la toma de Santiago de Cuba el 30 de noviembre por Frank País. Después, el asalto al Palacio Presidencial, la rebelión de Cienfuegos, miles de sabotajes, el secuestro de Fangio, el hecho de que la prensa norteamericana y mundial divulgaran muchas entrevistas, informaciones, acerca de los crímenes de Batista, el asalto al Cuartel Goicuría, etcétera.

Todo esto produjo una sensación de que se desplomaba la dictadura de Batista, y fue en esas circunstancias que fracasó la huelga general del 9 de abril de 1958. Fueron derrotas muy grandes para el movimiento clandestino en las ciudades, que equilibraba el caudillismo de Fidel. A partir de ahí Castro pudo, aprovechando divisiones, intervenir en las ciudades con comandantes. Y fue un momento también duro, porque Batista lanzó la ofensiva contra la Sierra Maestra y fue en esas circunstancias que llegué.

¿Llega antes de la huelga de abril, o después?

Llego después de la huelga de abril. Precisamente en el momento en que estaba comenzando la ofensiva de Batista. Fue realmente en un avión conducido por Díaz Lanz, que era un extraordinario piloto, con un cargamento de armas y balas. Entonces empecé mi trabajo en la Radio Rebelde, que dirigí hasta el final de la guerra.

Cuento en mi último libro (Cuba, la revolución: ¿mito o realidad?, Ediciones Península) una circunstancia que contribuyó mucho a lo que sería mi destino posterior, porque, al llegar, Fidel quiso militarizarme, nombrándome comandante. Quiso también convertirme en político, que mi nombre se transmitiera por la radio todos los días. Y yo le dije que no era militar, que yo iba a ir a los combates pero con un altoparlante, que predicaba la violencia pero que no la practicaba, y que mi lucha clandestina había sido como la de muchos otros, sin armas, y no quería que mi nombre saliera en la radio porque venía de la clandestinidad.

Agregué que aceptaba ser miembro de la dirección, sobre la base de que él sabía que yo era un discutidor, que aceptaba su dirección, pero mi papel, como miembro de esa dirección, era opinar si creía que las cosas no estaban bien. Y eso me dio una autonomía, porque después de la victoria Fidel disolvió el Movimiento y yo no era militar y no acepté cargo de ministro. Era una cosa muy rara, muy rara, porque...

Algo así como una pieza suelta...

...era el director del diario Revolución. En los primeros tiempos, Fidel permitió las guerrillas internas, porque, como no quería una organización, era menos peligroso tener grupos que se disputaban entre sí, como el grupo de Raúl, el Che y Ramiro Valdés, o el grupo de nosotros, que disputábamos la conducción de la Revolución, pero Fidel estaba totalmente por encima de todos.

Ya en esa época, aunque existiera teóricamente una dirección nacional, ¿considera que Fidel Castro había asumido un papel autoritario?

Fidel termina la lucha contra Batista como el caudillo indiscutible. Y después de la primera semana de la llegada a La Habana, es un poco el Dios de Cuba. De hecho, en la práctica, el Directorio Revolucionario fue liquidado en el primer discurso, en el que proclamó "¿Armas para qué", una de las tantas cosas contradictorias que ha dicho Fidel, que después sería el jefe latinoamericano que más guerras ha hecho, incluso fuera de Cuba. Y después, sin decir nada, disolvió el 26.

A insistencia nuestra, hubo una sola reunión en el Tribunal de Cuentas, que no se convirtió en una reunión de la dirección. Esa reunión fue muy increíble, porque como eran los primeros tiempos, Raúl Castro estaba muy molesto por las declaraciones anticomunistas de Fidel, la revolución humanista y todo eso. Y como Fidel Castro nunca da explicaciones a nadie, estaba en una actitud muy crítica. En esa reunión, Raúl Castro dijo ante todos que aquello era una mierda. Fidel Castro le metió un discurso violentísimo a Raúl, que no era la primera vez que lo hacía.

Esa reunión en el Tribunal de Cuentas la presidía Julio Duarte, que había regresado del exilio. Y yo, un poco por ironía, porque era un adversario de Raúl, hice un discurso para apaciguar los ánimos. Esa fue la única y la última reunión del 26 de Julio, que se quedó solamente como un símbolo del diario Revolución, con el rojo y el negro que duró hasta el año 1961. Cuando yo estaba fuera del país, incluso suprimieron el rojo y el negro.

En el último libro de Ignacio Ramonet, Fidel Castro se construye su autobiografía: se presenta a sí mismo como una persona de ética, pero que al mismo tiempo siempre estaba en la primera línea de los combates durante la lucha de la Sierra Maestra. ¿Hasta qué punto verdaderamente se puede acreditar eso?

La historia de Fidel está llena de mitos, afirmaciones falsas u otras que, en realidad, no se corresponden con la verdad histórica. En la historia de Fidel Castro está patente que un jefe tiene que correr ciertos riesgos, y objetivamente, más allá de las monstruosidades, su tiranía y su destrucción de Cuba, creo que cuando alguien escriba la Historia, saldrá la verdad.

Evidentemente, Fidel Castro corrió riesgos en el asalto al Moncada, en las luchas gangsteriles universitarias, pero después, en el primer año de la guerra, los combates no fueron muchos: el más importante fue el de Uvero y los riesgos en la Sierra fueron mínimos. Mínimos porque la guerrilla era una forma de lucha irregular y la prueba está en que en los dos años de guerra hubo poca cantidad de muertos. En un combate como el de Uvero, Fidel estaba allí, pero no en la posición más avanzada. Los que resultaron heridos fueron Camilo Cienfuegos y Juan Almeida.

Hay una carta de los comandantes rebeldes, en el año 1958, que publiqué en Revolución, donde le piden a Fidel que no vaya a la primera línea del frente de combate. Entonces, digamos que él jugaba de una parte con el riesgo y de otra con la prudencia. Creo que Fidel Castro es un hombre que siempre ha tenido mucho miedo, pero se las ha arreglado para meterle miedo a todo el mundo.

Vamos a ir a la etapa de Revolución como diario. Teniendo en cuenta que usted, en su etapa de juventud, estuvo dentro del Partido Socialista (PSP) y después lo abandonó, me imagino que a las personas del PSP que empezaron a ocupar posiciones después de 1959, aunque algunos fueron a la Sierra, no le resultaba muy simpático que el director de Revolución, el órgano del 26 de Julio, fuera un renegado. Esa fue la última cosa que dijo Castro a Ramonet al referirse a usted...

Y no fue la primera vez que lo dijo. Creo que en la historia de la humanidad es difícil encontrar alguien que no cambie. No veo por qué una persona que milita en cualquier tipo de organización, si descubre que esa organización no tiene los fines que piensa, no pueda abandonarla. ¿Por qué no puede tener ese derecho? De todas maneras, yo, primero, efectivamente, rompí con el Partido Comunista Cubano cuando tenía 25 años, en 1946, porque no me parecía el modelo de socialismo a que yo aspiraba. Y creo que no me equivoqué.

Después rompí con Fidel Castro y su revolución porque era todo lo contrario de lo que debería ser una revolución. En cambio, Fidel Castro renegó de ser católico, renegó de ser "tira tiros" en la universidad, renegó de ser ortodoxo, renegó del 26 de Julio, renegó del humanismo revolucionario, renegó del marxismo-leninismo en 1961 y, después, se volvió mercantilista, asociándose con el peor capitalismo mundial. Ahora se las ha arreglado para ser chavista.

Creo que tiene el récord Guinness de renegado. Ahora, hay paradojas históricas. En el año 1957, cuando me mandan a organizar el exilio, entre los lugares por los cuales pasé fue por México y ahí estaba exiliado Joaquín Ordoqui, quien dijo públicamente que yo era un agente de la CIA. Lo que es sorprendente es que Ordoqui después muriera acusado de ser agente de la CIA. El no era agente de la CIA, pero sí era el principal hombre de los soviéticos en Cuba.

'Lunes de Revolución' y 'Revolución' representaban en aquel momento una pluralidad de ideas frente, por ejemplo, al periódico 'Hoy', diario de línea más ortodoxa, más dogmática. Era un momento en el que ya no se podía conciliar…

Uno de los conflictos míos con Fidel Castro y los comunistas es mi idea de que la cultura es, de hecho, la que garantiza la libertad, como decía Martí. De manera que, desde la clandestinidad, quise incorporar la cultura a la revolución. Mucho más tarde entendería, como decía Octavio Paz, que hay un conflicto siempre insalvable entre cultura y revolución.

Eso tuvo muchas fases. Tuvo la fase del primero de enero, cuando yo quería traer medio mundo a Cuba para cambiarla sin burocracia, y Fidel se opuso cuando en el primer viaje no quiso ver el cuadro Guernica en Nueva York. Inicialmente, los viajes para buscar a Jean Paul Sartre y a todos los demás los hice por mi cuenta, sin autorización de Fidel, aunque, claro, él después se aprovechó de eso.

Y de hecho Lunes..., que dirigía Cabrera Infante, tenía varias vertientes. Una, la de divulgar el arte contemporáneo a través de un formato muy atractivo, con muy buenos pintores, y diseñadores; dos, informar de todo lo que era la cultura universal, sin discriminar a nadie, se llamara Borges o Neruda, o se llamara Aragón... Después tuvo también la idea de pluralismo político, por lo cual debían ser incluidos textos clásicos, que podían ser de Mao o de Lenin, pero también de Trotsky, o de muchos de los que después criticaron el comunismo. Después, una vertiente de lo que era el mundo popular cubano, la música, etcétera, que era tan importante en la vida de Cuba.

Cabrera Infante era un amante de aquella Cuba nocturna, aquella vida un poco romántica que se vivía cada día…

Creo que una característica de Cuba siempre fue esa. Una manera de ser cubano es la alegría, las fiestas y el baile. Y tú ves que cuando la Crisis del Caribe, Revolución publicó que Nikita había retirado los cohetes, y la gente salió gritando y bailando por las calles, en medio de un peligro de inmolación mundial, con el estribillo "Nikita mariquita, lo que se da no se quita". Si tú miras hoy mismo, creo que una de las cosas que no ha podido acabar Fidel Castro, pese a todas las persecuciones, es la idea de la fiesta en Cuba.

Tampoco con el choteo, que incluso erosiona el régimen, porque hay muchas cosas que el cubano utiliza...

El choteo y, de alguna manera, el sentido de la aventura, que hace que la gente desesperada se tire a los mares, o que otros se conviertan en opositores, porque realmente hay que estar casi loco para dedicarse a la oposición en Cuba y alejarse de la ficción revolucionaria. El conflicto fue muy duro, porque coincidió con dos momentos. Primero, el año 1960 en Cuba fue de golpes y contragolpes, de pasiones políticas. En realidad, incluso todos los escritores eran militantes, muchos de ellos eran milicianos y muchos fueron a combatir en Girón. Sin embargo, poco después comenzó la sovietización de la cultura cubana. Y la supresión de Lunes... en una reunión en la que estaban Edith García Buchaca, Carlos Rafael Rodríguez, Fidel Castro, Osvaldo Dorticós y Alfredo Guevara, que era el fiscal.

Allí, pese a nuestra protesta, se acordó suprimir el semanario Lunes..., que lo terminamos con un homenaje a Picasso. Hay que pensar que salía con una edición de 300.000 ejemplares, que tenía enorme impacto popular. Fue una de las tantas batallas intentadas y una de las tantas perdidas. Pero, al mismo tiempo, ese fue el momento, al menos para mí, de darme cuenta de que la revolución estaba perdida, que había tomado el camino soviético.

Sus relaciones con Cabrera Infante, ¿siempre fueron cordiales o hubo algunos momentos complicados?

No fue complicado, porque en realidad yo lo conocí cuando era un adolescente. Después, de alguna manera, sus primeros trabajos fueron muy humildes, eran los que yo iba dejando y él los tomaba. Él colaboraba en la revista Carteles, donde yo trabajaba. En realidad, cuando leí su primer cuento me di cuenta de que tenía mucho talento. Honestamente, jamás tuvimos conflicto. Coincidimos en muchísimas cosas, no sólo dentro, sino en el exilio.

Él a veces era acusado de intransigente, pero no se trataba de un problema de intransigencia, porque tanto él como yo conocíamos muy bien a Fidel Castro y sabíamos que con Castro no se puede mantener un diálogo. Es un hombre que utiliza esa herramienta, como la historia lo demuestra. Cuando tiene dificultades recurre al diálogo, como en el año 1978, por ejemplo. Invitó a gente del exilio y entonces se dijo que "los gusanos se convirtieron en mariposas". También en otros hechos posteriores, como el viaje del Papa a Cuba, el diálogo con la Unión Europea y España, etcétera. Pero, a la postre, ha sido un diálogo siempre a su servicio, y nunca cambia o cede en nada. Entonces, nosotros éramos y somos los que pensamos que con el victimario no se puede ser complaciente.

Este proceso nos ha enseñado un poco a pensar democráticamente, lo que quiere decir que aunque uno no esté de acuerdo con algunas posiciones, debe respetarlas; lo que no quiere decir compartirlas. No puedo respetar al ministro de Cultura de Fidel Castro, que, después que condenan a los periodistas independientes, escribe una carta de apoyo a esa condena. Cada día más el exilio y todas sus instituciones y publicaciones van comprendiendo que la política consiste en darle voz a los que no tienen voz, a los que aman la libertad y a los que disienten.

¿Qué proyectos tiene ahora?

Acaba de salir este libro sobre Cuba, que es más personal, pero siempre está Cuba y la Revolución. Mis proyectos son, de una parte, seguir manteniendo —con muchas dificultades— la revista Carta de Cuba, que es en el fondo la expresión de los periodistas independientes de la Isla y de los opositores en general, que refleja lo que ocurre allí. Esa la considero como la tarea básica. En lo posible, utilizar la radio, que es un medio importante para comunicarse con la Isla.

Me parece que Cuba entra en la fase final de la historia del castrismo. Se ve claramente que el viejo dinosaurio está a punto de 'cantar el manisero'. Se notan tres tendencias disputándose el poder: el viejo dinosaurio, que le gustaría sustituir a Raúl por Felipe Pérez Roque y los chavistas. De otro lado, está Ricardo Alarcón, que declaró que la sucesión debía producirse a través de la Asamblea Nacional, y Raúl Castro, quien dijo que debía ser el Partido Comunista de Cuba, es decir, él mismo.

Esa lucha por la sucesión es intensa y pueden surgir dos escenarios. Uno, que considero difícil, es que puedan consolidar el poder. Y otro, que el poder se debilite, que el pueblo pueda decir su palabra, que la oposición pueda jugar un papel y que, dentro del poder, como ya ocurrió en otros países comunistas, surjan corrientes más nuevas que estén dispuestas a hacer cambios y se pongan de acuerdo con la oposición. De eso depende en alto grado las esperanzas de una Cuba libre con cierta rapidez. Después vendría la tarea descomunal de la reconstrucción de las ruinas que ha dejado Castro.

Es una sociedad desgarrada. El tejido social casi ha desaparecido, los valores de la sociedad...

En la destrucción que he mencionado está la de la familia, del individuo, de la sociedad, de todas las clases. No existe la clase obrera, no existe la clase media, no existe la clase capitalista, no existe la clase campesina. No existe el individuo. Para sobrevivir hay que robar, hay que mentir, tener una doble moral. A eso unimos la destrucción de la agricultura, la economía, la industria, las casas, las ciudades...

¿Cómo ve el papel de la diáspora cubana en ese proceso de reconstrucción? Por ejemplo, los intelectuales tendrán que asumir cierta responsabilidad en ese proceso...

En el exilio se ha producido un cambio, que es menos conocido. Porque sigue existiendo el 'cliché' de un exilio de Miami ultraderechista, mafioso, todo eso. No es que en Miami no existan voces absurdas, estúpidas o extremistas. Pero si tomamos todas las organizaciones del exilio, encontramos que la mayoría apoya a la oposición pacífica de la Isla con lo que puede, y ese es un gran cambio. Se han dado cuenta de que ese es el camino y un gran cambio, porque están demostrando, primero, que Cuba será libre si los cubanos, en un momento dado, son capaces de liberar la Isla.

Y, segundo, que el papel principal de todos los exiliados es darle una mano a aquellos que están dentro. Que no es una cuestión de quitarles las casas, ni aspirar al poder o no. En estas condiciones, las palabras mejores que han sido dichas fueron las de monseñor Meurice, arzobispo de Santiago de Cuba, durante el viaje del papa Juan Pablo II, que habló de las dos Cuba. Porque hay una cosa que está clara: la cuestión no consiste en que haya un cubano en el exilio que, por golpe de gracia, vaya a ser el nuevo presidente de Cuba. La cuestión es si un cubano que luchó por Cuba y tuvo que partir al exilio, debe en el futuro tener tantos derechos y obligaciones como cualquier ciudadano dentro de la Isla.

Es decir, un día el país tiene que ser reconstruido sobre la base de la igualdad de todos aquellos que hayan sido protagonistas de la lucha por la libertad, o de aquellos que incluso hasta el día antes de la caída del régimen manifiesten su oposición al castrismo. Los que están en el poder deben tener una oportunidad. En particular, si el día antes que aquello desaparezca contribuyen a su caída. Excepto los que estén manchados por crímenes, que ya esa es otra historia.

Posiblemente algún día tendremos que formar una comisión de la verdad, como hicieron los sudafricanos...

En los antiguos países comunistas prácticamente no hay nadie en las prisiones, pese a todos los crímenes. Lo que creo que puede ser grave es el olvido, o el desconocimiento. Hay que partir de un hecho, uno de los grandes problemas de Cuba es el desconocimiento de su historia, su pasado. Fidel Castro ha conseguido meterle en la cabeza a las nuevas generaciones que él es el pasado, el presente y el futuro. Y como es bien sabido, no puede existir un país que tenga futuro si no tiene pasado. Y como Cuba tiene grandes momentos, hay que reconstruir todo eso.

Necesitaremos una comisión histórica que valore todo, no desde el punto de vista jurídico, sino desde el punto de vista moral. Darle a conocer a los cubanos lo que es la historia de su país. La historia desde la época en que Félix Varela y otros luchaban por la independencia y otros preferían producir azúcar y la esclavitud, pasando por el caudillismo de aquellos que en la Guerra de los Diez Años, como Vicente García, contribuyeron a la derrota, a los conflictos. Después, la guerra de 1895, los problemas de la República, etcétera, hasta los años en que hubo libertades, aunque también corrupción, a la época de los años de la década del cuarenta, cuando hubo de todo, hasta estos últimos terribles años cincuenta. Es necesario que todo esto llegue, para que por lo menos las nuevas generaciones se identifiquen con la historia de su país. Porque once millones de cubanos no han encontrado cómo salir del infierno.

¿Qué está demostrando hoy Europa? Que África no puede salir de su infierno a través de Europa. Y eso está clarísimo en el caso de Cuba. No es posible que once millones de cubanos sean admitidos en Estados Unidos. Entonces, habrá que meterse en la cabeza que solamente se puede mejorar el país con el esfuerzo de todos. Como decía Martí, "con todos y para el bien de todos".