lunes, enero 01, 2007

REFORMAS O CAOS, ESA ES LA CUESTION

REFORMAS O CAOS, ESA ES LA CUESTION


Oscar Espinosa Chepe
La Habana
Cubanet
Infosearch:
José F. Sánchez
Analista
Jefe de Buró
Cuba
Dept. de Investigaciones
La Nueva Cuba
Enero 1, 2007

Una nueva etapa comenzó en Cuba el 31 de julio con la proclama anunciadora de la delegación provisional del poder de Fidel Castro, líder histórico de la revolución cubana, por motivos de enfermedad. La confirmación de esa realidad se produjo durante la celebración aplazada de su cumpleaños, el 2 de diciembre, por su ausencia en la revista militar efectuada con motivo del 50 aniversario del desembarco de los expedicionarios del yate Granma y Día de las Fuerzas Armadas. La ratificación del nuevo escenario nacional, con un estilo diferente de gobierno aparentemente más realista y dialogante, aunque con reflejos de la inercia del pasado reciente, fue evidente en la última Sesión de la Asamblea Nacional, celebrada el 22 de diciembre.
Resulta más claro ahora que el hombre que sustenta el poder en Cuba es Raúl Castro, apoyado por la institución más sólida del país, las fuerzas armadas. Los problemas que hereda poseen gran magnitud en lo político, económico, social, demográfico e incluso medioambiental. En particular el crédito político poseído entre la población se encuentra significativamente disminuido por tantos años de privaciones y promesas incumplidas.

En el plano exterior, la situación no es mejor. El aislamiento político y económico de Cuba se agudiza y sólo quedan las relaciones poco fiables con países del Tercer Mundo, con alta dependencia de Venezuela, que por medio del petróleo sostiene a la economía cubana.
El General Raúl Castro, sin negársele sus referencias históricas, carece del carisma y estatura política de su hermano, lo que él mismo ha reconocido. Además, Fidel Castro, siempre dejará un legado político difícil de abandonar. No puede olvidarse que fue un factor decisivo en la historia cubana por más de 50 años.
Con el país en ruinas y delicados problemas políticos, económicos y sociales, Raúl Castro y la dirección acompañante tendrá que decidir entre dos opciones: continuar con el inmovilismo o iniciar un proceso de reformas que, aprovechando el potencial existente, ayude a elevar el nivel de vida de la población, frene el creciente deterioro en sectores vitales de la vida nacional como la educación, la salud pública y la seguridad social, y permita insertar a Cuba en el contexto internacional.

La primera opción, el inmovilismo mediante la continuación del bloqueo impuesto a la capacidad creativa de los cubanos, de mantenerse, llevaría el país al caos. De ello ya existen evidencias palpables en el aumento desenfrenado de la corrupción y la indisciplina social y laboral, alarmantes fenómenos detallados en varios informes presentados por instituciones oficiales en los últimos meses. Esto, en un marco de creciente miseria y desgobierno, podría desembocar en explosiones sociales, con lo que todos los cubanos sin excepción saldríamos perdedores. Esa situación incluso tendría un impacto desestabilizador en países vecinos, particularmente Estados Unidos.

La segunda variante sería el inicio de reformas económicas que podrían conducir a cambios políticos a más largo plazo. Con certeza puede decirse que si se liberaran las fuerzas productivas reprimidas durante tantos años, con el potencial existente, podrían verse resultados satisfactorios rápidamente.
En el marco de las reformas, a la vez tendrán que efectuarse demorados ajustes económicos. Es el caso, entre otros, de la lamentable situación laboral presente en centros trabajo con significativos excedentes de personal, obstáculo que imposibilita cualquier reorganización efectiva, elemento indispensable para mejorar paulatinamente las condiciones de vida de los empleados y la elevación de los salarios reales. Únicamente sobre esas bases puede edificarse un ambiente sano de estimulación al trabajo que posibilite el sostenido engrosamiento de la productividad y la reducción de los costos, en un clima donde prime la búsqueda de la eficiencia. Tratar de solucionar el caos e indisciplina laboral existentes sólo con reglamentos y el uso de la represión es absurdo, cuando las causas de los problemas tienen profundas raíces en un sistema infuncional. Seguir ese camino y desestimar el de las reformas, es una segura receta para desencuentros y dificultades más graves.
Asimismo tendría sentido iniciar las reformas en la agricultura, donde existen cientos de miles de hectáreas de tierra baldía o deficientemente cultivada, con su entrega a campesinos o a quienes tengan interés de trabajarlas, entre ellos militares hoy en servicio, compatriotas disciplinados y por lo regular calificados, bien aptos para dominar con prontitud técnicas novedosas, paliándose así la fuerte carga que las fuerzas armadas representan para la economía nacional.
Por supuesto, todo se haría en un marco de voluntariedad, con el traslado de los recursos que actualmente se gastan en una agricultura estatal ineficiente a las manos de propietarios y cooperativistas verdaderos, empeñados en sus propios beneficios y los de la nación. Esto podría traducirse en abundancia de alimentos y aliviaría la abrumadora presión sobre la balanza comercial representada por la enorme importación hoy de productos perfectamente obtenibles nacionalmente.
Paralelamente deberán darse pasos en otros sectores mediante el relanzamiento del trabajo por cuenta propia y la posibilidad de que los cubanos también tengamos el derecho de establecer pequeñas y medianas empresas de nueva creación (PYMES) o basadas en la privatización de establecimientos productivos y de servicios, sólo propiciadores de mala gestión, pérdidas económicas, ineficiencia y, sobre todo, corrupción.
Estas transformaciones, entre otras, realizadas en un breve período de tiempo, aliviarían las cargas sobre el presupuesto nacional, a la vez que crearían riquezas para los propietarios, ya sean individuales o verdaderos cooperativistas, así como para la sociedad mediante el pago de impuestos racionales.
No pueden soslayarse las ventajas que esto tendría sobre el empleo, al surgir nuevas fuentes de trabajo útil. Una forma humana y racional de reubicar la fuerza laboral de la sobrecargada administración del Estado, así como de las empresas públicas que funcionan con excedentes muy altos de personal, eliminándose un serio obstáculo a la organización del trabajo. Ello podría ser la base de futuras reestructuraciones dirigidas a procurar una mayor eficiencia en la gran industria de participación pública o privada. No se descartaría la inversión extranjera, en un país urgido de financiamiento y tecnología del exterior, aseguradora también de mercados para los productos y servicios. Son objetivos perfectamente alcanzables, que podrían combinarse con un proceso de apertura política, que también constituiría el elemento indispensable para la plena inserción de Cuba en la comunidad internacional.
El General Raúl Castro, al señalar la disposición del gobierno cubano a iniciar negociaciones destinadas a la normalización de las relaciones con las autoridades norteamericanas sobre la base del respeto mutuo, generó expectativas esperanzadoras el 2 de diciembre. No obstante, cualquier negociación que se desee iniciar, ya sea con Estados Unidos o con Europa, necesariamente tendrá que comportar pasos demostrativos de buena voluntad.
En primer lugar estaría la liberación de los presos de conciencia y políticos que se encuentran en las cárceles bajo condiciones infrahumanas. Esto no significaría ningún peligro para el gobierno cubano por tratarse de personas pacíficas, sin interés de desestabilizar la nación. Sería un gesto que todo el mundo reconocería, favorecedor de la credibilidad del gobierno. Otro paso debería ser la firma y ratificación del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, y el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales, adoptados por la inmensa mayoría de los países.
El dilema que enfrenta la actual dirección del gobierno es evidente: inmovilismo propiciador del caos, o reformas para alcanzar una nación próspera, democrática y reconciliada.