domingo, abril 15, 2007

LOS COLLARES DE CHANGÓ Y EL COMANDANTE DE LA REVOLUCIÓN

Tomado de http://www,camcocuba.org

LOS COLLARES DE CHANGÓ Y EL COMANDANTE DE LA REVOLUCIÓN


Por Juan Vives
Desde el Mediterraneo

La Santería se ha convertido en la principal religión en Cuba por diferentes factores que la han favorecido, pero nunca fué lo mismo, ni en la época republicana ni al principio de la Revolución.

Si el gobierno cubano decidió de dejar un casi libre curso a las actividades de santería fué ante todo para debilitar la influencia de la iglesia católica; con la falta de medicamentos los remedios de los yerberos y babalawos de santería suplieron desde hace años la falta de medicinas.

Hasta bajo el régimen de Batista cuando se daba un “bembé”, que era el toque de tambores, había que hacerlo con discreción y en un lugar alejado, si no la guardia civil llegaba y las cosas se acababan a plan de machete.

De ahí la frase que “le dio changó con conocimiento”, cuando el personaje que estaba supuestamente en trance, EL CABALLO DE SANTO, veía llegar la guardia civil y ¨espantaba la mula¨ como alma que lleva el diablo. El miedo al plan de machete era más fuerte que todo y se decía que tenía Changó con conocimiento.

En 1961 ya los comunistas copaban los puestos de importancia en Cuba y sobre todo la Seguridad del Estado, con Piñeiro (Barbarroja) y Oswaldo Sánchez como jefes del G2. El sectarismo y el totalitarismo quería infiltrase hasta los recóndito meandros del cerebro de cada cubano; surgieron los CUÉNTAME TU VIDA.

Todo el mundo en Cuba ha tenido que llenar decenas de veces esta planilla inquisitorial en donde se debe contar desde el nacimiento hasta el último, momento de tu vida. . . incluyendo los primeros años y tu origen social, para saber si provenías de la burguesía o la pequeña burguesía.

Los que fueran católicos practicantes o simplemente bautizados o que bautizaran a sus hijos tenían problemas y como ya el estado comenzaba a acaparar todo en sus manos y ser el único patrón, la desgracia que te caía arriba era del carajo. Para que hablar de la Santería, si ese era el caso, te convertías en una especie de sub hombre oscurantista y potencialmente contrarrevolucionario.

Los estudiantes que tuvieran creencias religiosas no tenían acceso a la universidad; los estudios superiores les estaban vedados. En los trabajos no podían ocupar puestos de responsabilidad.

El sectarismo fué bien lejos en detrimento de la misma Revolución que en muchos casos se privó de personas brillantes, como fué con el caso de Julio Lobo “el Rey del Azúcar”, que quiso trabajar con la Revolución y que el Ché le dijo que tenía que irse del país o lo fusilaba como esas decenas de historias de personajes importantes que los obligaron a abandonar la isla o simplemente los metieron presos o fusilados.

Desde los primeros años reinó el terror revolucionario y todo lo que oliera a religión era un pecado capital pese a que muchos de los hombres que habían bajado de la Sierra Maestra y del Escambray eran creyentes, como todos los cubanos; baste ver las fotos de las tropas rebeldes los primeros días para distinguir a profusión las cadenas con medallas de santos y rosarios , incluso existe una con Fidel y una enorme medalla de la Caridad del Cobre.

Hasta los más altos niveles el sectarismo ateo de los comunistas instauraba el miedo; realmente se trató del terror de los primeros años. Yo conocía a Jacinto, que era un viejo militante comunista que lo habían puesto en una ocupación de alta confianza: correo diplomático. Estaba encargado de la valija diplomática y se pasaba la vida en los aviones con su maletica atada a la mano con una cadena de acero y una esposa en la muñeca.

Coloso de casi dos metros y alrededor de 120 Kg. , era un personaje extraño, el tipo dormía solamente un cuarto de hora y estaba dispuesto a tomar el próximo avión sin otro reposo, a veces pasaba semanas de un lado a otro sin regresar a Cuba.

Yo lo conocía de vista del Minrex y un día de 1962 coincidimos en un vuelo Habana-Madrid. Nos sentamos juntos y empezamos a conversar, de pronto me dijo que llevaba una semana sin dormir y que vigilara bien que iba a echar un siestecita para recuperar. Durmió media hora y se despertó fresco como una lechuga, decía que ya había cargado las baterías. Tenía indiscutiblemente la facultad de pasarse de sueño.

Pocos semanas más tarde me lo encontré en Moscú en la embajada y salimos juntos hacia el hotel en donde debíamos esperar el próximo vuelo directo a la Habana. Se trataba de vuelos directos sin escala que hacían los TU 114 una verdadera proeza, años y años sin jamas haber tenido ningún problema. El gigantesco cuatrimotor a turbo helices solo cargaba menos de cuarenta pasajeros y el resto era el lleno de combustibles, una verdadera bomba volante. Siempre que podía intentaba hacer un vuelo a Praga, Berlín o Madrid para no coger esta especie de ataud volante.

Ya en el Hotel nos dimos cita para comer en el restaurante y aquí fué donde Jacinto me contó la siguiente historia.

El comandante Juan Almeida tenía un pedazo de metralla en la cabeza desde la Sierra Maestra y los médicos le aconsejaron que tenía que extirparlo, pero en Cuba no tenían la experiencia de este tipo de operación y se decidió enviarlo a Alemania del Este, en donde los médicos militares tenían una buena experiencia como neuro cirujanos a causa de la guerra. Coincidió Juan Almeida con Jacinto y a mitad de viaje muy nervioso le pidió que quería pedirle un favor, pero que se trataba de un gran secreto.

Jacinto asintió y Juan Almeida le entregó una serie de collares de perlas de santería rojos y blancos, sinónimos que era hijo de Changó.

Le pidió el mayor secreto y si salía con vida los recuperaría en Cuba.

Jacinto me lo contó en gran secreto como si fuera una historia misteriosa, Juan Almeida era santero.

El comandante que quiso ser babalawo. Juan Almeida era albañil antes de embarcarse en la aventura del asalto al cuartel Moncada. Si bien es cierto que se adhirió a las juventudes ortodoxas del partido, su principal objetivo por aquella época era devenir babalawo. Con su padrino de Santo un tal Arcadio de Guanabacoa, pasaba las noches en el aprendizaje del libro de la regla de santería y le habían hecho santo en la cabeza con Changó.

No solamente Celia y el comandante Vallejo navegaban por este mundo del más allá, Almeida estaba metido hasta el cuello en estas historias, pero a diferencia de los dos primeros tenía miedo de hacerlo público.

Hace más de treinta años que Almeida no quiere ser Comandante de la Revolución y quiere que digan el compositor Juan Almeida, su interés principal es la composición musical.

Parece que ahora que está viejo y enfermo; más cerca de la puerta de salida que de entrada, volvió al amor de su juventud y abraza de nuevo la santería esperando que Changó lo acoja como su hijo del otro lado ¿Comandante de la revolución y marxista leninista?Nada, santero e hijo de Changó.