TRES VIDAS QUE YA SON TRES LEYENDAS.
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Por Alfredo M. Cepero
Jorge Luís García Pérez (Antunez) ha pasado literalmente la mitad de su vida en la cárcel. A los 17 años de edad fué condenado a 17 años de prisión que se cumplen precisamente este año sin que hasta ahora existan indicios de que será puesto en libertad. Es uno de los 300 presos políticos que sufren violencia, torturas y humillaciones de un régimen represivo que no permite que la Cruz Roja Internacional visite sus instalaciones carcelarias.
Fué condenado por el delito ostensible de oponerse al régimen totalitario y exigir a gritos libertad para el pueblo cubano. Pero su mayor e imperdonable delito ante los ojos de la tiranía es ser un cubano negro que, con su rebeldía y su coraje, echa por el suelo la progragando demagógica de un gobierno que ha justificado sus desmanes argumentando que defiende los derechos de los negros y los menesterosos. Asimismo, su conducta de desafío ante los tratos crueles y degradantes a que ha sido sometido ha exacerbado sin dudas la crueldad de sus carceleros.
Al igual que sus compañeros de prisión, Antunez ha sido también víctima de la indiferencia de un mundo saturado por la propaganda de una prensa parcializada a favor del populismo tercermundista y en contra de las naciones de un primer mundo donde prevalece la libre empresa. Pero no quepa dudas de que su ejemplo de patriotismo y coraje es un faro que nos señala el camino y un acicate que nos conmina a apurar el paso hacia la meta añorada de la libertad y la democracia para nuestra patria.
En efecto, en esa oportunidad Arroyo había comprado en los almacenes que cobran en divisas en Pinar del Río, juguetes que iba a distribuir entre los niños pobres de la ciudad en el marco del proyecto “Reyes Magos del Milenio”. Dicho proyecto fué una inciativa del exilio cubano para recuperar en la isla la tradicional celebración de los Reyes Magos. Los juguetes confiscados nunca le fueron devueltos.
En la actualidad cumple una condena de 26 años que le fué impuesta el 4 de abril del 2003 como integrante del Grupo de los 75 que fué encarcelado durante la Primavera Negra de ese año fatídico. Para verlo, en las contadas ocasiones en que le conceden visitas, su esposa Elsa González Padrón tiene que viajar 1074 kilómetros entre la ciudad de Pinar del Río y el Combinado de Guantánamo al otro extremo de la isla.
Rafael Ernesto Avila Pérez, nació hace 33 años en la barriada de 10 de Octubre en la capital cubana. Desde muy temprana edad, fué víctima de discriminación y acoso por ser hijo de un cubano valiente que pagó con la cárcel su oposición a la tiranía comunista. Y es precisamente en la penuria y la hostilidad donde se forjan los caracteres fuertes, las mentes inquisitivas y los espíritus rebeldes. Todas esas características, matizadas por sus acendradas convicciones religiosas, coinciden en este joven que antes de cumplir los 30 años de edad –el primero de enero del 2001--fundó en La Habana con otros compatriotas el Partido Popular Joven Cuba y fué electo su primer presidente.
En sus primeras declaraciones, el PPJC se impuso como misión: “ser la alternativa política de centro; con una filosofía humanista inspirada en los valores de la democracia cristiana , orientándonos para confirmar una futura sociedad democrática comprometida con la justicia social, el bién común y la solidaridad humana”. Y con motivo del traspaso de poderes de un tirano a otro el 31 de julio del año pasado, el PPJC emitió una declaración donde afirma en forma directa e inequívoca: “ Nos oponemos a cambios cosméticos que den una fachada ‘semi-democrática’ a este gobierno o un gobierno de sucesión. Tampoco creemos en un regreso al pasado.”
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