lunes, mayo 14, 2007

UN EPILOGO A TODA-VIA

Nota del Blogguista
Artículo aparecido en Vitral No.78; la última antes de ser censurada por el nuevo Obispo Jorge E. Serpa. Dagoberto Valdés era el director fundador de dicha revista.

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Un Epílogo a Toda-Vía

Por Dagoberto Valdés Hernández

LiberPress- Revista Vitral Nº 78- Marzo/Abril de 2007 - El "ya, pero todavía no" del último capítulo de "El vuelo de una mariposa", primer libro de María Cristina Herrera, publicado por Ediciones Vitral, no es en realidad ni el último capítulo, ni la última palabra, ni la última propuesta de la autora, es la única manera de dejar abierto el libro de su "logos" y de su "ágape", es la mejor forma de trascender su propio libro y el de su vida, invitándonos a todos, tirios y troyanos, a seguir esperando, a seguir caminando, a seguir dialogando, a seguir identificar lo que hay en todos y cada uno de nosotros de "gusano" para convertirlo en "mariposa".

Por eso mi epílogo no tiene sentido, no debería llamarse así cuando no podrá decir ni la última palabra, ni podrá aportar una visión posterior de la obra. sencillamente porque la autora nos ha jugado una de sus acostumbradas y cubanísimas trastadas: no terminar el libro sino dejarlo en plena expansión mundana y escatológica. Y no podía ser de otra forma en una mujer que nunca cerrará el libro de su vida, ni se dejará epilogar su obra existencial, ni permitirá que su futuro se lo conviertan en un pasado. Ella, y también yo, con la Gracia de Dios, creemos y sabemos (con la sabiduría del saborear) que la vidas y las obras, por muy barro y semilla que sean, están marcadas por ciertos inextinguibles destellos de luz en la tiniebla, de eternidad encarnada en el tiempo, dialéctica de incesante perecer y crecimiento, de imparable caducidad y permanencia, de cruz y resurrección.

En fin, que no solo la historia humana, sino cada una de las palabras que escribamos y pronunciemos, cada una de las obras que hagamos o promovamos, incluso cada cabello de nuestras pobres cabezas. no cae sin que el Padre eterno tome nota. Y, por cierto, estas «notas» son inscritas en agenda de eternidad.

Lamento si decepciono a la autora que me pidió un epílogo, o a los lectores que han llegado hasta aquí con la esperanza de encontrar una palabra-broche, un final de síntesis, una especie de epitafio libresco. Nada de eso. ¡Imposible hacerlo! Y además, me niego al bloqueo de lo que es testimonio de una vida empeñada en contra de todos ellos. No faltaría más, ¡que le cerráramos la obra a la que ha gastado, ofrecido, inmolado en el altar de la patria y de la Iglesia, toda su vida para abrir puertas, saltar barreras, tender puentes, derrumbar muros, romper embargos de encuentros y expresión, y burlar bloqueos económicos y de conciencia; los embargos de allá y de aquí, los bloqueos de una orilla y de la otra!

Aunque abriendo se le hayan cerrado ventanucos aquí o allá, aunque dialogando le hayan negado "la palabra" allende o aquende. Porque así han tratado siempre a los verdaderos profetas. Tiran abajo muros y le devuelven, tiradas desde dentro o de fuera, unas míseras piedrecitas, quizá y, para lo peor, del mismo muro del que fueron liberados. "Así es la vida, mi comadre Caridá!"- como dice nuestro incomparable Luis Carbonell.

Ubicados, pues, en este trance de escribir un no-epílogo, solo me queda intentar describir el dintel de lo que se abre y continúa, perfilar el estilo de la que nos reta en todo su libro, pero especialmente en su "ya, pero todavía no", a ser nosotros mismos, y "por-cuenta-propia" (¡que eso en Cuba dice mucho y más de lo que leemos) de la que nos invita empezando por ella misma, a ser generadores de «logos» que no sean "epílogos" sino "diálogos" para el presente y el futuro de Cuba.Entonces, me atrevo a decir que Cuba espera y merece, hoy con igual necesidad pero con mayor urgencia, no nuevos «Mesías», iluminados por el saber, o ungidos por el poder, o preferidos por el tener.

Mirando a la que nos regala su vida en este libro y tratando de perfilar actores sociales y políticos, económicos y eclesiales libres y responsables, participativos y co-rresponsables para no dejar espacio para esos Mesías o falsos profetas que especulan con la justicia social como si fuera carta de porte, patente de corso o cédula electoral. Pienso que Cuba requiere de cubanas y cubanos de a pie, o en carro, rueda en "la silla" para que "no le inviten a parar", como anda María Cristiana (sic).

Cuba necesita, en tres palabras, ciudadanos, no súbditos, que sean: -protagonistas conscientes e incluyentes de cambio.-hacedores de presente que conviertan cotidianamente el "todavía no" en "ya". -adelantados y "adelantadores" del porvenir, sin varita mágica ni bola de cristal, sino con los pies bien puestos en la tierra y las manos trabajadoras sin desfallecer.
-tejedores y tejedoras de la red de la sociedad civil, nuevo nombre de la democracia.
-pontífices, tendedores de puentes entre el presente y la visión, entre la realidad y la utopía.
-exorcistas de lo inviable y "lo perfecto", que son los principales enemigos de lo bueno.
-parteros y comadronas de las posibilidades y de lo parcial, puntual e inacabado perfectible.
-parqueadores definitivos del desaliento, el desarraigo y cambio violento y radical.
-desmitificadores de que hay que esperar a que todo cambie, todo al mismo tiempo y con todos a la vez, como masa cerril en las calles.
-componedores de batea que busquen consensos y "conectos" entre las "partes" sin ser infieles a la más transparente crítica ni a la más controversial diversidad, y sin ser cómplices de contubernios palaciegos, porque componedor no viene de componendas.
-demoledores de muros, bloque a bloque, que separan a la Cuba de la Isla de la Cuba de la Diáspora, los muros que separan a la Iglesia de la Isla de la Iglesia de la Diáspora, de los muros que separan a Cuba del resto del mundo; los muros que dividen a los que piensan de una forma y de otra, dentro y fuera de Cuba, y en la Iglesia, dentro y fuera.
-arrieros fronterizos entre la cotidianidad y la trascendencia, porteadores puntualísimos de la verdadera esperanza no alienante, cuyo único nombre es "proyecto viable, hijo de la creatividad".
-creativos culinarios y diligentes mozos de servicio en el mundo de la cultura, especialmente en la academia, las letras y las artes.- artesanos de la microempresa y el microcrédito, porque creo que, por ese camino, Cuba será el Japón de Occidente.
-entrenadores de los más difíciles deportes para los cubanos: la pertenencia y la perseverancia.
-sacerdotes y ministros de la creencia en la fuerza de lo pequeño y en la eficacia de la gradualidad.
-maestros y maestras de ciudadanía y empoderadores de sociedad civil,
-desatrancadores de espacios y gestores de organización y concertaciones.
-ortopédicos de la articulación cívica, soldadores de fracturas sociales y reparadores de meniscos intelectuales.

En fin, Cuba necesita cubanos y cubanas despiertos, arraigados, emprendedores e incansables sembradores de esperanza, aún contra toda esperanza. Empecinadamente proyectistas del "todavía" y simultáneamente edificadores del "ya". Esto veo en María Cristina, unas veces en ciernes y otras en frutos. Esto veo en flor y mariposas en su libro. Esto veo, sin bolas de cristal ni espejismos, en el futuro de Cuba.
Cierro la puerta a este y a todo "epílogo". y dejo la puerta abierta a ese devenir, dialéctico y dialógico. Y como no quiero y ya no puedo detenerme como portero, ni como descomprometido aduanero de la esperanza, empujo el carro, con mis pobres palabras y mi trabajo de «yagüero emérito», para que la todavía-cotidianidad pueda ser convertida, entre todos, en historia-ya.Gracias, María Cristina, por ser tú, parte ya de esta historia que abres sin desfallecer al "todavía no".
Lo único y mejor que te puedo desear es que no llegues nunca, que seas siempre-todavía y que nos arrastres, como corresponde a una buena cubana y cristiana, cuando intentemos caer en el ya-terminal o desfallecer en el eterno todavía.
Hasta entonces. Siempre.