ILIANA CURRA NI SECUESTRADORES NI CENSORES ALEJANDRO ARMENGOL SECUESTRADORES Y CENSORES
ALEJANDRO ARMENGOL: NI SECUESTRADORES, NI CENSORES.
Por Iliana Curra
Al señorito, Alejandro Armengol, no le gusta el exilio, y hasta se ha hecho de un blog para desbarrar en su contra. Así tiene la posibilidad de llamar “payasos” y “censores” a aquellos que tienen todo el derecho de pedir el retiro de un asqueroso libro que está lleno de mentiras con relación a Cuba. Y hasta se molesta porque haya un proceso que amenaza con llegar a la Corte Suprema de la nación. ¡Nada, que estos cubanitos de la nueva generación son tremendos!
El señorito también miente cuando dice que: “estos individuos que llevan a cabo una campaña para prohibir de las bibliotecas del condado Miami Dade los libros “Vamos a Cuba”. Y no es así, lo que se está pidiendo, y él lo sabe, es que esos libros no infecten las mentes de nuestros hijos que viven en libertad y no tienen por qué ser adoctrinados con falsedades de un país repulsivamente comunista. Y a quien le desagrade la palabra “comunista”, lo siento. Es así, y es la doctrina que promulgan para mantener el control absoluto de la nación cubana.
También nos llama “Inquisición de la Calle Ocho” y otras tantas estupideces que, realmente, ni vale la pena discutir. Cada cual con su mente estrecha, y si es para complacer a la extrema izquierda, pues es su problema.
Armengol habla de que “son personas sedientas de publicidad”, sin tener en cuenta la cantidad de sandeces que él mismo escribe para intentar ser alguien en esta ciudad, aunque sea desbordando su odio visceral contra quienes no piensan como él. Lo único que pudiera pasarle es que se ahogue en ese mismo desbordamiento. No se perdería nada.
Y en sus inundaciones de resentimiento, no deja de atacar a la emisora de Radio Mambí, llamándola “refugio diario para lanzar alabanzas a la derrotada dictadura de Fulgencio Batista”, y es ahí donde me llama la atención que, este gordito, sediento de fama y luces, sea capaz de repetir la misma consigna de otros, pudiendo ser un poco más original. Sin embargo, no le tiembla la mano cuando menciona al comandante y, en vez de llamarlo dictador, como lo que es, le dice, “gobernante”.
Eso, sin olvidar siempre su afán por enviar calzoncillos a Cuba, convertido en casi una obsesión, junto a Joe García, su gran esperanza blanca de esa nueva generación de cubanitos liberales con tremendas ansias de poder político.
Otra cosa que exige este señorito es que haya “un mínimo de decencia a la hora de hablar de Cuba”, sintiéndose, evidentemente, el único decente en esta ciudad con la capacidad de hablar sobre Cuba, pero siempre cuidándose mucho de no llamar dictadura a eso que lleva casi medio siglo en el poder.
Pero también le molesta que se compare el tema cubano con la causa de los judíos, pues lo considera “superficialidad” y “ofensiva hacia el sufrimiento del pueblo judío”. Y por supuesto, se siente con la capacidad de llamar “aprovechados” a todos aquellos que no les da la real gana que adoctrinen a sus hijos, donde me incluyo, al igual que Juan Amador, porque justamente mi hijo nació aquí, totalmente libre, para que ningún comunista de pacotilla lo hiciera víctima de sus engaños.
¿Beneficiando al régimen de Castro? No lo creo. Quienes benefician a esa dictadura son aquellos apologistas que se escudan detrás de micrófonos o periódicos para desbarrar todo su resentimiento contra los que vivimos en esta ciudad y que, por cierto, pertenecemos también a este exilio aunque contemos con menos edad, ya que casi siempre hablan de los “viejitos”, como si no hubieran tenido hijos y nietos, y otros no hayamos llegado para continuar el mismo camino de esa lucha contra los pro-castristas que, en vez de volver a su cubil, se han quedado aquí vertiendo veneno.
Ni secuestradores, ni censores, como escribió en su blog, señorito Armengol. Hacemos uso de nuestros derechos en esta libertad que nos faltó en ese sistema que usted cuida mucho de llamar tiranía. Mejor siga preocupándose por enviar calzoncillos a Cuba y tratando de que el fantoche de Joe García gane alguna elección por algún pueblito perdido de la Florida.
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Secuestradores y censores
Por Alejandro Armengol
Creo que sólo en Miami es posible hacerse célebre secuestrando un libro. Eso es lo que han conseguido un grupo de payasos censores en esta ciudad. Y algo más. Han logrado iniciar un largo y costoso proceso que amenaza con llegar a la Corte Suprema de la nación.
Con una Junta Escolar en que algunos de los miembros se preocupan más por sus campañas políticas que por la educación en las aulas, no es difícil que la acción de los secuestradores prospere.
Lo peor del caso es que estos individuos que llevan a cabo una campaña para prohibir de las bibliotecas del condado Miami-Dade los libros Vamos a Cuba y Cuban Kids están dispuestos a lanzarse tras cualquier papel impreso que no responda a sus criterios. Esta Inquisición de la Calle Ocho no ha logrado más víctimas porque estamos en un país democrático, pero si dejamos actuar impunemente a sus miembros, terminarán imponiendo sus criterios estrechos no sólo en las bibliotecas escolares, sino en cualquier lugar en que se escuche una voz. Son enemigos de la libertad de expresión. Así de sencillo.
Un panel de magistrados de la onceava Corte de Apelaciones escuchó ayer los argumentos a favor y en contra de sacar el libro Vamos a Cuba de las escuelas públicas. La decisión final puede demorar varias meses.
Mientras tanto, quienes buscan determinar a la fuerza lo que pueden leer en su tiempo libre los alumnos, en las escuelas de esta ciudad, sin importarles la nacionalidad y la procedencia de los escolares, así como la voluntad y el deseo de otros padres, seguirán insistiendo en sus propósitos. Son personas sedientas de publicidad, dispuestas en todo momento a sacar partido del fanatismo que aún profesa un sector de la comunidad exiliada.
Al mismo tiempo, son utilizados por los centros de poder más reaccionarios de esta ciudad, como la emisora radial Radio Mambí, portavoz no oficial del presidente George W. Bush y refugio diario para lanzar alabanzas a la derrotada dictadura de Fulgencio Batista, la forma de gobierno que posibilitó la llegada al poder de Fidel Castro.
¿No saben los quieren que el libro sea prohibido que la censura es un pésimo medio para lograr cualquier propósito? Los intentos de sacar Vamos a Cuba de los anaqueles de las bibliotecas le han conferido una categoría especial al libro que no la merece: lo han colocado en una lista de obras meritorias en la que no debía estar.
Por otra parte, creo que ha llegado el momento de exigir un mínimo de decencia a la hora de hablar de Cuba y evaluar la situación cubana. No quiere esto decir que se deben limitar las posibilidades de expresión, ni mucho menos impedir a cada cual que diga lo que le parezca, que lo repita por radio, televisión o lo exprese en la prensa escrita. Lo que no hay que tomar en serio algunas de estas opiniones.
No se trata de imponer límites a las opiniones. Es no tomar en cuenta las boberías, a la hora de una discusión seria.
Al mismo tiempo, en este caso como en otros, se vuelve a recurrir al símil con la Alemania Nazi, los campos de concentración y el Holocausto. Esa superficialidad me parece ofensiva hacia el sufrimiento del pueblo judío.
¿Hasta cuándo en este exilio se le va a hacer caso a un puñado de aprovechados, que sólo intentan obtener dividendos políticos en las campañas más absurdas, sin tomar en cuenta que sólo acaban beneficiando al régimen de Castro?
En esta ciudad no hay limites a la hora de despilfarrar el dinero. Los padres que quieren mejores aulas para sus alumnos deben pedirle a la Junta Escolar de Miami-Dade que no se gaste un centavo en la campaña para sacar el libro: que los funcionarios no dediquen más tiempo de su labor a este empeño, que los abogados del sistema escolar no empleen su talento en defender una medida ridícula y que se destine la tinta y el papel sólo a la enseñanza de los alumnos.
Fotografía: Virginia Rosen, presidenta del Capítulo del Gran Miami de la ACLU de la Florida, sostiene un ejemplar del libro Vamos a Cuba, durante una conferencia de prensa en Miami. (J. Pat Carter/AP)
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