UNA NUEVA POLÍTICA HACIA EL RÉGIMEN DE CASTRO: EL APOYO A LA DISIDENCIA
UNA NUEVA POLÍTICA HACIA EL RÉGIMEN DE CASTRO: EL APOYO A LA DISIDENCIA
Elías Amor Bravo
España, Economista ULC
2007-06-15
La decisión de la Unión Europea en su reunión del pasado día 13 de mantener la Posición Común hacia el régimen de Fidel Castro es positiva. Mucho nos temíamos que la presión del gobierno socialista español para modificar la estrategia de los 27 hacia la dictadura castrista pudiera verse afectada por el nuevo modelo de diálogo introducido por el ministro de exteriores Moratinos, pero al final se ha impuesto la razón, y los cubanos que luchan por la democracia y las libertades pueden sentirse plenamente satisfechos del acuerdo alcanzado.
Las naciones del Este de Europa recién integradas en la Unión Europea y que sufrieron en sus carnes la pesada herencia del comunismo e Inglaterra, han sido esta vez los principales defensores del mantenimiento de la Posición Común, que vuelve de nuevo a la agenda de política exterior comunitaria hacia Cuba.
En suma, vuelco para las aspiraciones del gobierno socialista español, que sólo ha recibido apoyo para mantener el diálogo actual, con el ruego de su extensión a los sectores de la disidencia, y sobre todo, vuelco para el régimen castrista que, precisamente, esta misma semana lanzaba una campaña de desprestigio contra el informe de la relatora de derechos humanos en Cuba, la jurista francesa, Christine Chanet que ha insistido en la necesidad de poner fin a la presión desmedida que ejerce el régimen comunista sobre los disidentes y presos políticos.
Es importante destacar la coincidencia de estos dos acontecimientos que, en principio no guardan relación entre si, para confirmar una vez más que el régimen castrista atraviesa actualmente por una de sus peores etapas a nivel internacional. Pese a los fondos procedentes de la renta petrolera de Venezuela, que sostienen el pésimo funcionamiento sectorial de la economía cubana, la dictadura comunista de los hermanos Castro ha empezado a comprobar cómo en el concierto de las naciones democráticas a nadie le interesa el modelo de sucesión pactada y controlada que han escenificado desde que el pasado año Fidel Castro se viera sometido a diversas intervenciones quirúrgicas que lo apartaron del poder.
Ese experimento no ha funcionado como base para la eventual transformación del régimen comunista cubano, y los gobiernos de los países democráticos se lo están trasladando continuamente a las autoridades castristas, a la vez que le han dado la espalda. En ese sentido, no deja de ser curioso como Granma Internacional en su portada, día si día no, se dedique a recoger las escasas muestras de apoyo que recibe el régimen en su etapa terminal.
De ese modo, y sin excesivas presiones, la tesis que se ha venido imponiendo en los medios diplomáticos es que la transición a la democracia en Cuba tras la desaparición de Castro, no puede pasar por un mero trasvase de poder e instituciones, sino que es preciso profundizar en el juego democrático y en la remoción real de los sistemas totalitarios que han venido funcionando durante los últimos 47 años. El objetivo es que Cuba vuelva a la sociedad occidental, en lo económico, político y social, y al sistema de valores por el que apuestan los demócratas de todo el mundo: el respeto a los derechos humanos y las libertades, las elecciones y el pluralismo, la libertad de expresión, pensamiento y opción política.
Es por ello que pienso que estamos en un momento muy importante para el futuro democrático de Cuba. Con el rechazo de la UE y de los organismos de Naciones Unidas especializados en derechos humanos, el aislamiento político internacional del régimen de Castro supone una oportunidad única para que, de una vez por todas, los gobiernos de las naciones que aspiran a la democracia en Cuba identifiquen como interlocutores del proceso a los disidentes que luchan por los mismos valores en la Isla.
En los últimos años, los disidentes cubanos han dado muestras más que evidentes de capacidad, competencia, organización y voluntad democrática. Han sido capaces de aportar reflexiones valientes para la transición en la Isla, y se han visto reforzados por la excesiva presión represora del régimen. Sufren cárcel, pero sus familiares se han organizado, y pese al rechazo social, son capaces de trasladar mensajes nítidos de firmeza democrática y compromiso al exterior, que tenemos que potenciar y reforzar utilizando todos los medios a nuestro alcance.
Hay que aprovechar el doble espaldarazo internacional a la causa democrática en Cuba para que se promuevan, dentro de las escasas posibilidades que el régimen castrista permite, intercambios, contactos diplomáticos, relaciones, experiencias, entre los gobiernos occidentales y la disidencia en la Isla. Hay que abrir las puertas de las embajadas y hoteles a la disidencia, y es preciso escucharles. Ese aliento para quiénes luchan contra la presión desmedida de un aparato político militar ajeno a nuestra cultura e identidad, va a ser fundamental para el futuro de la democracia en Cuba.
Los países que acierten en este nuevo diseño serán los que algún día van a poder sentirse plenamente respaldados por una república democrática y constitucional en Cuba. Son, qué duda cabe, los aliados del futuro, los que van a tener un papel importante en las relaciones económicas y comerciales con los gobiernos que la democracia libremente produzca en la Isla.
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