viernes, julio 27, 2007

DOS HERMANOS Y UN ALFILER

Tomado de Cuba Encuentro.com


Dos hermanos y un alfiler

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Un año después de la 'cesión de poder', unos insisten en buscar cambios en un mar de sutilezas. Otros en la lectura de los hechos.
viernes 27 de julio de 2007 6:00:00
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Por Federico Fornés
La Habana

¿Cuán distinta es la Cuba de hoy a la de hace un año?

"La misma y diferente", parecen resumir las respuestas de una informal encuesta de esquina. Es un lío establecer pautas. Nadie contesta de igual modo.

Unas pocas coincidencias aplauden la máxima de los tajantes: si las cosas no mejoran es porque empeoran.

A casi un año del brusco alejamiento de Fidel Castro de sus funciones presidenciales, encontrar el alfiler de la diferencia con su hermano, Raúl Castro, es una tarea que el propio gobierno se esfuerza por borrar como si se tratara de un delito.

Con o sin Fidel al frente, el Partido Comunista hace lo de siempre: siembra la idea de que el poder es un monolito. Es ver en ello una garantía de la estabilidad política y un mensaje a los contrarios de que "no hay fisuras" que aprovechar.

Un profesor universitario de historia contemporánea afirma que la "idea de la unidad es una obsesión histórica para ellos (el liderazgo). Si alguien habla de diferencias lógicas entre el uno y el otro, ellos entienden divergencias y eso resulta inadmisible".

En octubre pasado, el canciller Felipe Pérez Roque, muy dado a los anticipos tácticos, se apresuraba diciendo que "no hay en el pensamiento político de Fidel y Raúl un alfiler de diferencia".

El ministro de Exteriores no habló del pensamiento económico, pero no seamos sofisticados. Es justamente en esa asignatura donde los estudiosos de la transición cubana ven la posibilidad de hallar el alfiler.

¿Leyó Raúl a Lampedusa?

En realidad, el margen de maniobra de Raúl Castro ha sido mínimo teniendo a un Fidel en bata de casa e incluso "entre la vida y la muerte", como ha descrito el propio dictador en una de sus reflexiones periodísticas.

Todavía más. Aun después de una eventual muerte del gobernante, los herederos políticos que quieran una apertura tendrán que guardar las apariencias al no poder presentar en toda la línea un programa que ignore el legado ortodoxo del comandante. Las herejías vendrán con el tiempo, pronostican algunos.

Pese a lo restringido de las acciones del último año, bien planeadas y discretas, cargadas de una perspectiva táctica, es difícil negar que en sí mismas llevan un soplo de renovación.

El gradualismo del general de cuatro estrellas sirve para ir conformando un escenario básico en el terreno económico que permita tomar futuras decisiones estratégicas.

Definitivamente, él parece estar convencido de que una vez solo al frente de Cuba el capital político es escaso y serán los hechos, y no la retórica nacionalista, los que mantengan a flote el sistema. Llegado el momento de la verdad, el bando de los realistas no vacilará en respaldar las reformas con tal de preservar el statu quo: el unipartidismo.

"Si alguna de tales ideas económicas se torna potencialmente peligrosa para la estabilidad política, entonces lo pensaría dos veces, pero creo que él (Raúl) es menos conservador que su hermano y que haya leído a Lampedusa", estima el académico.

La transición en Cuba dependerá, entre otros factores, "de lo astuto que demuestre ser" el gobernante interino Raúl Castro, afirmó en febrero último el nuevo director nacional de Inteligencia de Estados Unidos, Michael McConnell.

La astucia no parece faltarle al ministro de Defensa. Discreción todavía menos. Si es lampedusiano o no, está por ver. Sí es tangible que, en casi un año de mandato y a la sombra espesa de su hermano, el general tomó decisiones impensables hace tan sólo un par de años.


Una de ellas fue publicar, en una saga de reportajes, los desmanes que se cometen en nombre de la propiedad socialista y prometer, en voz de expertos en economía, que será estudiado el régimen de propiedad en la Isla en busca de soluciones o alternativas a un modelo cuyas fallas estructurales comprometen cualquier esquema de desarrollo.

"Dicen que esto lo van a privatizar. El cómo todavía no lo sabemos", adelantó el administrador de una placita agropecuaria de La Habana. Las piñas se amontonaban en un mostrador. Eran tan perfumadas como caras.

La breve lista

En diciembre pasado, Raúl Castro "conmovió" al auditorio al mostrarse harto de algunas tortuosas políticas internas.

"De justificaciones estamos cansados en esta revolución", dijo ante la Asamblea Nacional, un estilo que también prevaleció en la recién finalizada sesión estival del llamado "parlamento", lo que hizo fluir con más objetividad y menos compromiso los debates.

Hacia lo interno también liberalizó las cribas aduanales, permitiendo la entrada a la Isla de una serie de artículos antes prohibidos y que eran el pan diario de la extorsión en las fronteras nacionales. Desde partes de automóviles hasta minicomputadoras y aparatos de DVD ya pueden pasar por las aduanas pagando el correspondiente gravamen.

"Por fin, después de años anhelando todos los que viajamos a Cuba, un cambio positivo en las regulaciones de aduana", escribió aliviado Andrés Gómez, director de la revista procastrista Areíto digital, uno de los promotores en Miami del fin de las sanciones contra La Habana.

Igualmente, la actual administración bajó los impuestos de peaje aéreo para facilitar más el tráfico de viajeros, pero al mismo tiempo prohibió las cartas de invitación desde Cuba hechas por extranjeros para sacar a nacionales del país.

Con más izquierda que derecha, el presidente interino ordenó a la policía desistir de sus cacerías de chóferes particulares que hacen de taxistas sin licencia y destrabó la burocracia que mantenía inmensas deudas con campesinos productores.

En el flanco externo, invitó a la Casa Blanca a "negociaciones en pie de igualdad" en un discurso el pasado 2 de diciembre, en que conmemoraba el cincuentenario de las fuerzas armadas, de las que él es su administrador por medio siglo.

En esa oportunidad, los expertos vieron en el militar su estreno como estadista, luego que un desfile militar y popular se abstuviera, por órdenes expresas, de portar carteles alusivos al presidente George W. Bush. Este jueves, Raúl repitió la "oferta" en el acto por el 26 de julio en Camagüey, pero esta vez sus palabras fueron más duras.

En punto muerto

En abril último, Raúl Castro se puso de cuello y corbata para reunirse en La Habana con el ministro español de Asuntos Exteriores, Miguel Ángel Moratinos.

"He encontrado un vicepresidente cordial, que conoce bien la situación, que sabe lo que quiere, que está convencido de que la nueva etapa que se abre con las relaciones con España va a dar resultados", dijo entonces el canciller.

¿Y hay resultados? A nivel del bloque europeo, no, y una política española de espaldas a eso es coartada con fuertes bridas.

El diálogo La Habana-Bruselas cayó en punto muerto después que Fidel Castro personalmente se encargara del asunto y retomara el control sobre política exterior, haciéndole saber a la UE que no conversará si persisten las sanciones de 2003 y los "favores" a Washington acordados en la llamada Posición Común de 1996.

De hecho, se perfila una vieja división del trabajo: Fidel para el mundo, Raúl para la Isla. Al fin y al cabo, como insisten los comunicados, son dos caras de una misma moneda.