EL PENSAMIENTO Y LA ACCION DE JOSE MARTI
Nota de Jorge Ferrer
Barcelona, España
La semana pasada, y bajo el epígrafe "La reinvención de lo político en Cuba. Memoria colectiva, sociedad civil y disidencia", se celebró en París un evento organizado por el Centre d’Études et des Recherches Internationales (CERI-Sciences Po) que contó –veo se informa en el programa que aparece en el site del CERI- con el apoyo de la Asociación Encuentro de la cultura cubana y el Centre d'AnAdicionalmente, inserto un fragmento de una reciente conferencia de Vincent Bloch, investigador de la École des hautes études en sciences sociales (EHESS), en torno al mismo asunto que trató en la cita del CERI, a saber, el concepto de lucha. Como suena.alyse et de Prevision del Ministerio de Asuntos Exteriores francés.
A petición mía, Antonio José Ponte ha accedido a ofrecer a los lectores de El Tono de la Voz la introducción a la conferencia que leyó en París, de cuya próxima publicación daré aviso aquí. Es cortesía con mis lectores que le agradezco. Vuelve Ponte al Martí del que ya se había ocupado antes en "El abrigo de aire".
Bloch coordinó junto a Gilles Bataillon el número que dedicó a Cuba la revista Communisme y es responsable de interesantes trabajos sobre la sociología del totalitarismo cubano. Así, “El papel del terror en la génesis de un poder totalitario en Cuba” o “Los rumores en Cuba”.
(Fragmento)
Por Antonio José Ponte
José Martí es una termoeléctrica y una enorme biblioteca. Es la más alta orden gubernamental y la radio que ataca al gobierno que entrega esa orden. Es un aeropuerto y un montón de avenidas. Es centro de parque en cientos de pueblos y ciudades. Es la dispersión de frases suyas que se repiten incesantemente. Es el dinero que circula con su efigie. Es el primer nombre propio que se menciona en la actual Constitución de la República Cubana: aparece cuando han pasado en anteriores claúsulas una masa anónima de aborígenes suicidas, de esclavos rebeldes, de criollos levantados en armas, de obreros, campesinos y estudiantes.
Como si se tratara de la traducción de títulos imperiales exóticos, Martí ha sido llamado “Nuestro Apóstol”, “Héroe Nacional”, “Pater Patriae”, “Nuestro Recetario Político”, “Padre Santo”, “Nuestro Botiquín de Moral Pública”, “Nuestra Biblia de Vida”. Y se ha afirmado que ninguna estatua que se le levante conseguirá hacerle justicia. Lo afirmó así Rubén Darío, luego de ciertos estimados constructivos, al consignar que para tal estatua “la isla entera sería todavía pequeño zócalo”.
Su figura parece cobrar la importancia universal que Martí mismo exageró para la Isla en una de sus cartas, cuando escribió: “Las Antillas libres salvarán la independencia de nuestra América, y el honor ya dudoso y lastimado de la América inglesa, y acaso acelerarán y fijarán el equilibrio del mundo”. Cobra la intemporalidad que él mismo prodigaba al advertir que quien se levantara por Cuba, por la causa cubana, se levantaba para todos los tiempos. Leo algunas de sus páginas y me viene a la memoria la noticia de que un poema suyo (no recuerdo cuál) y uno de sus manifiestos políticos (tampoco lo recuerdo) viajan por el espacio cósmico, en caso de no haberse desintegrado todavía.
Allá los puso en órbita el primer (y único) cubano que ha visto el planeta desde afuera y que en la actualidad asiste, mudo en su uniforme de coronel, a consabidas sesiones parlamentarias en La Habana. Trajeado entonces de cosmonauta, Arnaldo Tamayo Méndez, sacó del planeta, además de esos textos martianos, azúcar suficiente para organizar un experimento en torno al crecimiento de los cristales en un medio antigravitacional. Creo que nunca han llegado tan lejos las exportaciones cubanas, nunca se han extendido de manera igual las preocupaciones por el rendimiento de una cosecha. Y no habrá tenido la escritura de José Martí destinatario más extraño (y tal vez más justo), que al ponerse a orbitar en aquellos espacios pascalianos.
El equipaje de un cosmonauta incluye un paquete de azúcar y unas páginas impresas, hablo de exportaciones cubanas, y apunto esta ocurrencia que hizo pública Fernando Ortiz en 1953, durante la celebración del centenario martiano: si el país exportaba con muy buena suerte azúcar, tabaco y música, ¿por qué entonces no iba a exportar a José Martí? Martí era la mejor de las músicas (podía hablarse de esta manera de la impetuosidad y arrastre de su oratoria), era azúcar de óptima calidad (no había más que leer sus afectuosas cartas), y sus ideas acarreaban la misma ebriedad del buen tabaco. (En algunas marquillas de tabaco aparecía su efigie.)
Pocos años antes de esa celebración, Emil Ludwig había escrito su asombro ante algunas frases de Martí que había descubierto. Ludwig emparejaba aquellos fragmentos a los aforismos de Nietzsche, lamentaba que tal obra no estuviese traducida al alemán, y confirmaba la demanda internacional para ese artículo de exportación que Ortiz propusiera. “Centenares de aforismos en tal estilo vigoroso y penetrante”, escribió Ludwig, “que bien pudieran ser de Nietzsche, han sido recogidos en una magnífica colección de sus obras, y de ser traducidas, serían por sí solas suficientes para convertir a Martí en guía espiritual del presente momento del mundo”. Y aludía el biógrafo alemán al año 1948.
Guía espiritual del mundo o principal artículo de exportación, José Martí cobraría su mayor importancia a partir del triunfo revolucionario de 1959. Aunque era objeto de homenaje y objeto de abuso desde mucho antes, desde mucho antes su nombre había entrado en el trapicheo político cubano. Fulgencio Batista (por citar tan sólo el ejemplo de una dictadura anterior) tuvo a bien agenciarse buena parte de los réditos de la celebración del Centenario, e intentó legitimar su muy reciente golpe de Estado con las fiestas por Martí. De igual modo, en ese mismo año, Fidel Castro colocó su lucha contra Batista bajo la advocación del mismo nombre. La política cubana adoptaba en 1953 forma de guerra de reliquias.
Se ha repetido que Martí ha servido a toda intención política del último siglo cubano. Visto así, su utilización por la actual dictadura cubana no tendría particularidad mayor. Sin embargo, lo inusual de esta utilización reside en que un mismo poder se haya servido de él para justificar tendencias sucesivas que se contradicen entre sí. Durante casi medio siglo, Martí ha estado incluido en las cambiantes formulaciones del discurso oficial cubano, y ha sido principal pieza de dominio. Es por ello que ninguna otra interpretación martiana me parece más necesitada de atención que la versión oficial cubana. Porque ninguna otra interpretación ha sido llevada más lejos. Hasta el cosmos.
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