REEDUCACION SENTIMENTAL
Tomado de El Nuevo Herald.com
Reeducación sentimental
Por Néstor Díaz de Villegas
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Un ingeniero preso dirigió las obras. Pedazos de secundarias básicas y otras piezas sobrantes sirvieron para armar el escenario. Con la pared de un aula se improvisó una pantalla. Yo trabajaba entonces en la sección de escaleras, armando estructuras metálicas. El responsable del taller era un recluso apodado Masecoco. En mi primer día, Masecoco me habló francamente: '¡Amarra esas cabillas con alambre doble! Si por casualidad el Comandante visita una secundaria, y tropieza, y se cae, y se le ocurre preguntar `¿Quién encabilló esta escalera?', y le dicen 'Fue Masecoco', se acordará de mí: 'Chico, ¿y yo no mandé a fusilar a Masecoco hace 15 años?' Eso hay que evitarlo, muchacho.''
Dos de nuestras escaleras defectuosas sirvieron de gradas en el anfiteatro. Bajo la dirección del actor y preso político José Manuel Chema Castiñeira, se proyectó un ciclo de cine con las obras maestras del bloque soviético. Se creó un combo de música moderna, Samadi, que dirigió Mundito, intérprete ronco de Nicola di Bari.
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Todo este espontáneo fervor educativo cesó cuando el comisario Pedro de la Hoz llegó a la cárcel de Ariza para hacerse cargo de una peña literaria oficialista. No pasó mucho tiempo antes que subiera a nuestro escenario la trovadora Sara González, quien en 1977 dio una gira por las cárceles de Cuba. Cerraron las aulas, restringieron la entrada de libros, desbandaron los grupos de estudio. En las requisas se confiscaban sistemáticamente los escritos de los presidiarios. Sustituyeron los clásicos del cine soviético por los noticieros del ICAIC. Tantas veces pasaron por los altoparlantes Que viva mi bandera, viva nuestra nación, viva la revolución, que llegamos a amarla, y a tararearla inconscientemente.
Volví a tropezarme con Pedro de la Hoz poco antes de salir de Cuba, en la apertura de una exposición del pintor cienfueguero Leandro Soto. Después del show, un grupo de amigos de Leandro fue a celebrar a una casa de Punta Gorda. Pedrito estaba allí y le exigió al pintor que me sacara de la fiesta. Leandro no tuvo más remedio que pedirme que me fuera.
En 1979 me botaron también de mi país, donde ningún medio de prensa ha publicado jamás una sola línea mía --con la curiosa excepción de esa peña penitenciaria que es el diario electrónico La Jiribilla, dirigido por el mismo Pedro de la Hoz que visitaba Ariza en calidad de censor hace tres décadas, y cuya misión en la vida parece consistir, aún hoy, en ``llevarle a todos los reclusos y reclusas canciones, poesías, danza, teatro y todas las manifestaciones artísticas''.
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