LOS MUROS Y LA DIALÉCTICA
LOS MUROS Y LA DIALÉCTICA
Por Jorge Olivera Castillo
10 de agosto
La Habana – www.PayoLibre.com – Los muros tienen grietas. No son lo que preconizan sus arquitectos. Inexpugnables, resistentes, altos y gruesos a la usanza medieval, joyas de una albañilería que fundamenta su tesis en exclusiones y otras maniobras que antagonizan con la pluralidad y la transparencia. Esas son las interpretaciones, las saludables categorías semánticas para esas paredes que se levantan por doquier con el fin de tapar la luz de la verdad.
Quieren institucionalizar las sombras, impedir que lleguen personajes ajenos a un país convertido en un castillo gótico, poblado de hambres, miedos, temblores y otros fantasmas que nacen a partir de una angustia casi unánime.
Las murallas son franqueables porque pude estrechar la mano del húngaro Matyas Eorsy, el estonio Andrés Herkel y el holandés Erik Jurgens, tres legisladores que conocen el drama dentro de estos recintos donde retumban decretos alucinantes, discursos que dejan en el aire un aura de desesperanza, voces que parecen de ultratumba, cánticos a la confrontación, vítores a un continuismo que despierta incertidumbres y desgracias.
Ellos saben delimitar las monotonías del poder absoluto, sus excesos, el sonido de los candados en las cientos de prisiones y las vicisitudes de sus moradores. Conocen que allí languidecen más de 200 presos políticos y de conciencia, personas que sus carceleros pretenden transformar en piltrafas humanas con un odio tan denso como suele ser la aurora en Groenlandia.
Pasaron sin levantar sospechas entre guardias pretorianos, delatores de alta graduación y policías que dicen oler a los intrusos a la larga distancia.
No obstante se les vio desenvolverse como sólo pueden hacerlo quienes frecuentan los ámbitos de la solidaridad. Sencillos, locuaces, inmersos en romper las barreras idiomáticas que definitivamente no lograron impedir un debate a fondo de cuestiones medulares del acontecer nacional.
El Foro brotó espontáneo en los bordes de una acera, contigua al parque Mahatma Ghandi y justo a unas zancadas de la Iglesia de Santa Rita, a pesar de las tensiones de una vigilancia a todo rigor.
Era un encuentro necesario. Un contacto entre demócratas ajenos a filosofías que redundan en desfases históricos y negaciones sin sustentos razonables.
Breve e intenso discurrió el intercambio sin interferencias directas de los vigilantes. Bajo el Sol del mediodía hubo fotografías que sellan la inmortalidad de un gesto de amplia cobertura moral. Franquezas, diálogos que la brevedad no pudo sepultar en las arenas de la insignificancia, suceso que necesita de muchos protagonistas con las mismas convicciones y similar disposición a hablar sin solicitar permisos a los discípulos de Stalin.
En la 5ta Avenida del barrio de Miramar quedó inscrita una página memorable dentro del libro rojo donde la mediocridad y el desatino cobran dimensiones exóticas.
El poder no pudo evitar las letras que prestigian el buen ejemplo, la mano tendida en son de un auxilio fuera del círculo de las vanidades. Los hechos que avalan una tendencia sin la ficción de esos universos donde el socialismo ambiciona ser más auténtico que una ola rompiéndose entre los dientes de un acantilado, están ahí en el recuerdo.
Eorsy, Herkel y Jurgens, no hicieron alardes de héroes, apenas actuaron en conformidad con unos sentimientos desprovistos de toda jactancia.
Fueron tres hombres libres que vinieron a disipar el oscurantismo que sirve de cemento para juntar los muros con los que encierran a un país de punta a cabo.
Hay fisuras, tal vez heridas mortales de un sistema de gobierno que resiste el movimiento de la dialéctica.
Su audacia demuestra que las piedras pueden convertirse en barro. También es posible determinar que las fortificaciones van perdiendo efectividad con el avance de las grietas y la proliferación de otros flancos permeables.
Cuba es un poco más libre con la metamorfosis del miedo que poco a poco se desvanece al ritmo del declive de los recintos amurallados.
Las marchas de las Damas de Blanco, sus demandas. Los disidentes y los presos de conciencia con su perseverancia y su irreductible firmeza. El arribo, por las hendiduras, de amigos foráneos dispuestos a sufrir las embestidas de la dictadura.
“Si nos expulsan, otros vendrán”. Eso dijo el diputado húngaro Matyas Eorsy a la prensa internacional a instancias de las amenazas, y el arresto y deportación de un compatriota que servía de traductor. Aquí, sin que quepan dudas, habrá suficiente disposición para recibirlos con los brazos abiertos.
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