BARACUTEY CUBANO

Por Nicolás Pérez

La cara más fea de las revoluciones no es la que asesina brutalmente a sus enemigos, sino la que con una indiferencia que le hiela la sangre en las venas al más pinto de la paloma se devora a sus hijos.

Patricio de la Guardia Font es un hombre importante que a nadie le importa se pudra en la casa de sus padres en el reparto Miramar, que se alza frente al Mar Caribe, al lado del Club Social Patricio Lumumba, nido hoy de dirigentes comunistas, antiguo Miramar Yatch Club, nido ayer de la burguesía cubana.

( Patricio de la Guardia )

El recibe pocas visitas. Sus antiguos amigos de la nomenclatura le huyen como el diablo a la Cruz porque es una bomba política de tiempo, y sus nuevas amistades, me atrevo a asegurar que el 90 por ciento, son informantes o miembros de Seguridad del Estado. Es un hombre que está rodeado de enemigos, de afilados cuchillos, de trampas por todas partes menos por una, el amor que sienten por él sus hijos y sobrinos. Es posible que sea desde hace años el hombre más vigilado de Cuba. Sus estrellas y condecoraciones no las ganó desde un buró, sino en las guerras africanas, defendiendo con valor lo indefendible y con convicción las ideas equivocadas.

Dejando correr las horas, actualmente, en la búsqueda del tiempo perdido de que nos hablaba Marcel Proust, Patricio desde su régimen de libertad domiciliaria se dedica a pintar y los dos leitmotiv de su arte son leones, elefantes y cebras de la selva africana que dejó atrás, y sus antiguos amores, bellísimas mujeres de rostros virginales con los senos al aire.

¿Les digo algo que quizás ustedes sepan? Su frustración es enorme. Conoce a Fidel Castro en 1959 en las prácticas de remo de la Universidad de La Habana donde participaban su hermano Tony y él. El dictador de Cuba, que ama u odia a los hombres a primera vista, queda fascinado con los gemelos De la Guardia. Primero los convierte en sus sombras, alternando la política con los deportes, y juntos pescan y cazan submarino con frecuencia. Luego los transforma en verdaderos ''revolucionarios''. Cuentan fuentes imprecisas que los convierte en su James Bond, y se habla de ejecuciones de opositores en Puerto Rico y de la intención de volar el edificio de las Naciones Unidas en Nueva York. Cuando Salvador Allende se suicida en La Moneda el 11 de septiembre del 2001, Patricio de la Guardia está a dos pasos de él.

Actualmente existe en Cuba una situación ambigua y riesgosa y uno de esos riesgos es Patricio. Porque una de las contradicciones del búnker de La Habana es que el ex general es inocente de las acusaciones que pesan en su contra. En realidad no conspiró. No traficó con drogas. No cometió malversación alguna. Sólo escuchó a su hermano Tony y a su amigo Arnaldo Ochoa hacer comentarios imprudentes sobre Fidel Castro y no lo comunicó a su inmediato superior, y eso lo perdió. Cuando Castro decidió fusilar a Tony supo inmediatamente que tenía que destruir a Patricio. Porque el moribundo dictador cubano es un creyente ortodoxo de la metafísica africana. Y cuenta la religión yoruba que si se mata a un ibeyi o gemelo hay que eliminar al otro, porque el que queda pasa cuentas. Eso lo explica la historia de los divinos hijos de Changó, idénticos como gotas de agua, San Cosme y San Damián.

Finalmente en esta nueva distribución de la geografía política cubana se desatan lazos, se renuevan alianzas y finalizan pases de cuentas, Patricio no es un Lage, ni un Alarcón, ni un Pérez Roque. Es el hombre que si da un grito, ese grito puede tener serios ecos dentro de las filas de los militares cubanos. Aislado, calumniado y destruido, aún es un dolorcito en el pecho de la revolución que puede convertirse en infarto. Ayer príncipe y hoy mendigo, hoy mendigo y mañana príncipe. Así se escribe la historia, ¿o no?

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