domingo, septiembre 02, 2007

PASAN COSAS CRONICA DE UNA MUERTE ANUNCIADA

Tomado de El Nuevo Herald.com


PASAN COSAS

Crónica de otra muerte anunciada

Por Julio Sánchez Cristo

Llevamos varias semanas oyendo desde Miami que el anuncio de la muerte de Fidel es inminente. Voces en el exilio se encargan de multiplicar la versión y los medios locales de mayor seguimiento por parte de la comunidad de la isla preparan sus informes desde el café del bellísimo restaurante Versailles para recoger reacciones de una noticia que hasta el momento de escribir esta columna no ha sucedido.

Pasan cosas cuando a la gente por segundos se le olvida que Fidel Castro como todos los seres humanos algún día va a morir. El mismo ha reconocido la gravedad de su enfermedad y su retiro del poder es una muestra de ello. Pero también pasan cosas cuando insistentemente se ambientan versiones que buscan preparar a un sector de la opinión para celebrar un hecho tan esperado, todavía sin medir el impacto de lo que signifique la movilización que aún no imaginamos, será un carnaval, será una manifestación, será una fiesta, será una protesta pacífica, será una oración por la Cuba sin Fidel o será un ejemplo más de la radicalización del problema que cumplió más de 40 años.

Solamente los cubanos, que se quedaron sin patria, sin familia, saben lo que se siente. Solamente la historia contará para qué sirvió la revolución, si es que sirvió quitarle la democracia a un país que lo tenía todo, incluyendo la tradicional corrupción política de nuestros países. Estos interrogantes no se resuelven en una columna de domingo, ni en varias, y menos en un país donde la libertad de prensa brilla por su ausencia y opinar desde afuera resulta más difícil. Desear la muerte de alguien es un sentimiento único, para muchos poco cristiano, lejos de humano y seguramente fundamentado en un odio o ira infinita, que en la impotencia de ver pasar los años y no poder hacer nada por recuperar esquinas de infancia, patios de recuerdos, se va acumulando hasta llegar a un escenario como el que se respira en los últimos días desde la capital del sol. Quienes son ajenos al problema no entienden cómo se puede vivir con esa sensación, incluso la nueva generación de cubanos saben de la rabia de sus padres y de sus abuelos, pero con todo el respeto por su bandera no se imaginan una rumba por la muerte del tirano, como han crecido oyendo mencionar al jefe del gobierno cubano.

Pasan cosas cuando son los staffers o asistentes de los congresistas cubanos son quienes llaman a los periodistas para alertarles por la confirmación de la noticia que se conocerá en cualquier momento, que hay que estar pendientes, que será a las 6 de la tarde en la usual conferencia del Departamento de Estado en Washington, que tiene que ser en viernes, que lleva muerto semanas y que ya está cerrada la Calle 8. Pues la respuesta esta semana es Fidel opinando en un editorial en el Granma y, como si fuera poco, Raúl jugando golf en la Toscana.

La noticia se va a producir, y va a ser la más importante del mundo, pero estar haciendo el montaje de la misma como si fuera un concierto le agrega hacia el exterior una imagen al exilio de entendible pasión, respetable dolor, pero a su vez de la misma intolerancia con que Castro se ha mostrado por sus familiares, por sus torturados, por sus muertos o por sus presos políticos, muchos de ellos intelectuales castigados por pensar distinto. Gabriel García Márquez, el mejor amigo de Fidel Castro, escribió un libro muy célebre, Crónica de una muerte anunciada, del que respetuosamente sólo tomo el título.

juliosanchezcristo@yahoo.com