jueves, octubre 18, 2007

ANTONIO VIAJA A LA HABANA

Antonio viaja a La Habana


Por Yaxys D. Cires Dib

Con pena muchos españoles constatan cómo paisanos suyos viajan a Cuba ya sea para participar en la prostitución, para alabar las hazañas del régimen o para ambas cosas. Sin escrúpulo alguno compran los baratos “servicios sexuales” de jovencitas y jovencitos ante la indiferencia de las autoridades. Una vez regresan a España, le recomiendan a sus amigos qué souvenir (bragas, calcetines, jabones, jeans) llevar para “conquistar” a su presa y con la desfachatez del cómplice repiten que “antes del 59, Cuba era el prostíbulo de los americanos”. Hablan maravillas de la situación isleña y quieren condenar a un pueblo entero a algo muy distinto de lo que ellos disfrutan en su país.

Por suerte cada regla tiene su excepción o sus excepciones. Antonio es uno de esos españoles que como Moragas, Rafa o Jordi, han viajado o quieren viajar a Cuba pero no en plan turístico. Lo tenía claro, si iba era para caminar y llegar a la gente de a pie. Quería conocer cómo se vive en Cuba, aunque antes de ir, se olía era de una manera muy distinta a la vitrina que le muestra el gobierno cubano a los visitantes extranjeros. Siempre circunspecto pero arriesgado, Antonio cumplió su propósito.

De regreso, este amigo español cuenta todo lo que vio y escuchó en la Isla. A pesar de la suspicacia que levantan los turistas que no van en la misma dinámica que la mayoría, pudo recorrer barrios de La Habana y comprobar la miseria económica y moral en la que se vive. Hasta le ofrecieron chica o chico, relata. Fue testigo del día a día de un país cuyo gobierno ofrece pocas o ninguna cosa buena, frente a un pueblo que subsiste. Algo que le causó mucha gracia, a pesar de la triste realidad que se escode detrás de ello, fue la frase de un señor: “aquí en Cuba para vivir hay que tener FE”. Al principio Antonio se quedó sorprendido ante semejante acto de profesión religiosa que aquel habanero tan solemnemente hacía. Pero poco tardó en comprobar que aquel mensaje tenía otra lectura: “si, FE chico, le reafirmaba el hombre, FAMILIA EN EL EXTRANJERO (FE)”. Nuestro amigo español también comprendió que la realidad cubana es una mezcla difusa de lo sublime y lo ridículo, de la miseria y el choteo.

Las últimas visitas que hizo fueron a las casas de varios líderes opositores. Oswaldo, Chepe, Vladimiro y Elizardo. Allí, comprobó la altura de los sentimientos e ideales de la oposición democrática cubana y confirmó que no todo está perdido. De ellos habla con mucho respeto y admiración. Yo le aseguré que como ellos, hay muchos en Cuba, que aunque no llegan a ese nivel de compromiso, sí quieren un futuro democrático o por lo menos, distinto para su país.

Aún siendo yo cubano y conociendo muchas de las cosas que Antonio me contó, hubo una que me llamó la atención sobremanera y que ahora les comparto. Resulta que fue a una de las tiendas habaneras en las que se compra con moneda libremente convertible, por cierto, a precios abusivos. Cuando llegó al lugar había una cola para entrar de unas 15 personas. Al percatarse una señora de que Antonio era extranjero, le dijo que podía entrar sin tener que hacer la fila, sólo tenía que mostrar el pasaporte, “bueno, auque por la “pinta” que tienes a mil leguas se ve que eres o un yuma o un gallego”, expresó la mujer. Para él, que vive en un país donde el ciudadano tiene valor, donde puede entrar a todos los hoteles y restaurantes sin discriminación alguna, donde la moneda con la que le pagan por su trabajo es la que vale en todos los negocios y donde el extranjero es tratado con mucha cordialidad, pero no como superior o en detrimento de los ciudadanos, aceptar el consejo de la amable señora era ir contra su propia naturaleza, la de un ciudadano que vive en una democracia. Le respondió que él “no valía más que los cubanos” y que prefería esperar su turno. Dos minutos después, para sorpresa de los presentes y perplejidad de Antonio, llegaba una chica con rasgos suramericanos, con una ropa no muy común entre los cubanos, a no ser que tuvieran “FE” –bueno, aunque un poco extravagante por la exagerada mezcla de colores-. Nada más que abrió la boca todos notaron que era venezolana, seguramente una chavista que estudia en Cuba. Al comprobar que Antonio estaba en la cola preguntó a viva voz “si los extranjeros también tenían que hacer la cola”, pregunta a la que nadie respondió. Silencio que seguramente la trasnochada hija del neopopulismo y desconsiderada con la gente que había llegado antes que ella, tomó como un “quien calla otorga” y entró. Menuda escoria chavista. En fin, “no apto para cardiacos”, como dijo un señor presente en la cola, según me relata Antonio.

Me dijo Antonio que posiblemente se demore en volver a visitar Cuba, pero que seguirá insistiendo entre sus amigos para que cada día sean más las excepciones entre los turistas españoles. A propósito de Cuba, ¿sabes que han hecho un museo para los Comités de Defensa de la Revolución?, me comentó con tono irónico sobre la última maravilla del castrismo.