MARTHA BEATRIZ ROQUE, AUNG SAN SUU KYI Y ELENA MEDEROS
Martha Beatriz Roque, Aung San Suu Kyi y Elena Mederos
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La visitante, cuyo esposo llevaba muchos años en las cárceles de Castro, se ganaba la vida como costurera en Nueva Jersey, donde los cubanos le habían hecho una colecta para un proyectado viaje a Europa con el fin de recabar apoyo internacional para su marido preso.
No sé que comentario le hice a Elena sobre lo bien que iba vestida Maria Luisa, pero recuerdo su respuesta: “Frank, una mujer que sabe coser puede coserse un vestido que luzca más o menos, pero ¿le viste los zapatos?”
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De aquellas dos mujeres y de otras cubanas me acuerdo ahora que con frecuencia se habla de la valentía, el tesón y el liderazgo de las mujeres alrededor del mundo. También en Cuba hubo y hay mujeres del calibre de la canciller alemana Angela Markel, quien recientemente recibió al Dalai Lama tibetano a pesar de las protestas de la dictadura china, o de la Presidenta de Chile Michelle Bachelet, o de la Secretaria de Estado norteamericana Condoleezza Rice.
Es innegable que la mujer se ha destacado por su dedicación a sus seres queridos, pero también por su contribución a las ciencias, a la literatura, a las artes, y por su patriotismo.
A principios del Siglo XX las mujeres se organizaron en el movimiento de las sufragistas en Estados Unidos, Cuba y en otros países, cuando miles de mujeres (entre ellas Elena Mederos) exigieron para la mujer los mismos derechos políticos de los hombres.
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Era, y es, difícil para muchos aceptar lo que Vaclav Havel llama “el poder de los sin poder.” Hay quienes analizan la lucha por la libertad como una cuestión económica definida nada más que por el deseo de poder vivir mejor, lo cual es una aspiración muy válida; pero lo cierto es que “no sólo de pan vive el hombre,” y que en el caso que nos ocupa, los cubanos además de querer que se termine la aborrecible tarjeta de racionamiento, también quisieran poder expresarse libremente, organizar un sindicato obrero u otra organización independiente del gobierno, o poder ver crecer a sus hijos fuera de la doble moral que implica tener que repetir a ciegas la propaganda oficial.
Los que creyeron que los arrestos del 2003 iban a terminar con la oposición organizada en Cuba se equivocaron, en parte porque las madres, esposas, abuelas e hijas de los detenidos que fueron proclamados inmediatamente “presos de conciencia” por Amnistía Internacional, comenzaron su pacífico peregrinaje dominical por las calles de La Habana en camino a la Iglesia de Santa Rita.
Los cubanos podemos enorgullecernos de la valentía y la devoción a nuestro país de las cubanas. Desde los años sesenta hubo mujeres en las prisiones políticas del castrismo, y años después la economista Martha Beatriz Roque, (foto izq) junto a cuatro
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Daw Aung San Suu Kyi ha dicho “Creo que la gente no debe venir a Burma porque la mayor parte del dinero del turismo va directamente a los bolsillos de los generales. Y no sólo eso, el turismo es una forma de apoyo moral para las autoridades militares porque creen que la comunidad internacional no se opone a las violaciones de los derechos humanos que cometen todo el tiempo”.
“El pueblo de Burma conoce sus problemas mejor que nadie. Saben lo que quieren, quieren la democracia, muchos han muerto por ello. Sugerir que hay algo que los turistas puedan enseñar al pueblo de Burma no es sólo condescendiente si no también racista.” Lo mismo se puede decir del pueblo de Cuba. Martha Beatriz ha dicho que “tiene que existir una política internacional de presión contra el gobierno cubano.”
“Exhortamos a los gobiernos del mundo civilizado a que no prolonguen la agonía del pueblo cubano. Que no financien la tiranía, que no la apoyen; que condenen el apartheid turístico..., la explotación de los obreros, la prostitución de los jóvenes, el tráfico de propiedades robadas, el saqueo inicuo de la nación cubana,” ha dicho valientemente Martha Beatriz Roque.
Cuando conocí a la doctora Elena Mederos siempre me hablaba con cariño de su sobrino José Pujals, más que sobrino un hijo para ella. José Pujals cumplía entonces una larga condena en las prisiones políticas cubanas. Cuando por Madrid le envió Carlos Rafael Rodríguez, entonces uno de los más altos líderes del régimen, el mensaje de que si iba a la isla le entregaban a su sobrino, recuerdo su reacción. Era una mujer que deseaba con todo su ser poder liberar a su sobrino, pero también era una cubana a la que desde niña le habían enseñado la historia de su país. Entonces decidió enviar un mensaje a José. Y la respuesta no se hizo esperar: “Tía, si puedes venir a buscar a todos los presos políticos, ven. Si no, no.”
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