1O DE OCTUBRE
Los esclavos trabajan bajo el sol de Bayamo
mientras con ceño fruncido los observa el amo.
Las cañas como índices apuntan hacia el cielo
y lánguidas se inclinan para que pase el viento.
Los bueyes, gastrónomos con aires de filósofos griegos,
esconden su ignorancia detrás de su silencio.
Es octubre, y muy pronto vendra la molienda de enero,
donde el dulce guarapo de la caña cubana
se mezclara con el agrio sudor de los negros
para darse en azúcar rubia o mulata.
La hija del vientre sonoro y doloroso del ingenio
que será de todos los productos la mas democrática,
pués llegará tanto a la mesa del proletario como del aristócrata.
De pronto, el amo se levanta,
y hasta el péndulo se detiene
en el reloj de La Demajagua.
Carlos Manuel como César
tiene su suerte echada.
Ha llegado la hora
de engendrar a la patria.
De que el amo y el siervo
en la Cuba del azúcar, del café y de las palmas,
unan fuerza y talentos
en el cultivo de los valores del alma.
Esta vez la campana ha sonado
sin la austeridad del llamado al trabajo,
y Céspedes no puede evitar un temblor en los labios
cuando al esclavo lo llama soldado.
Porque el sabe muy bien, que para el inepto,
mas que bendición, la libertad es carga.
Y que de nada vale la igualdad proclamada
si no se le rubrica con sangre en la batalla.
Marchan por fin los hombres, hijos todos del miedo,
jurándose uno a otro que, por Cuba, morir es vivir,
como dice en su himno Perucho Figueredo.
Van hacia Bayamo, la ciudad empinada,
que muy pronto sabrá de la tea y la llama.
La ciudad donde Cuba prefirió ser cenizas
que tesoro violado por foránea avaricia.
Las tropas españolas se van como crepúsculos
y entran las cubanas como amaneceres.
Los hombres han sentido endurecer sus músculos
y hay mares desbordados en ojos de mujeres.
La iglesia esta repleta de velos y banderas,
de música, de himnos, de rezos y promesas,
porque nadie sospecha que esta victoria ingente
será solo presagio de derrota inminente.
Y llegan las noticias de columnas qu.e avanzan
para imponer sobre Bayamo la corona de España.
Leones de Castilla, de Galicia y Navarra,
que conocen del invierno y la batalla,
que donde ponen el ojo saben poner la bala;
pero que no conciben pueda haber otra patria
que las montañas gallegas o la llanura castellana.
Carlos Manuel de Céspedes se aleja
dejando tras de sí una elocuente hoguera,
que habla de un pueblo para el cual la riqueza
no pudo ser medida ni pesada en materia.
Bayamo con su incendio
ilumina distintos lugares y tiempos.
Es la esperanza de ayer, de hoy y de mañana,
de que aunque duerme,
es férrea de voluntad cubana
de sacrificar familia, bienestar y dinero
para alimentar la hoguera del amor a la patria.
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