martes, octubre 23, 2007

OTRA TRISTE HISTORIA CUBANA

Otra triste historia cubana

Por
Alicia Franklin
La Habana

Parece que nunca terminará la hipocresía de nuestro gobierno en seguir pateando adelante la génesis de nuestros problemas. Hace poco publicaron un artículo en el diario Trabajadores donde aseguran que de las 448 empresas agrícolas del país, 222 terminaron el balance con pérdidas. Yo creo que estos datos son demasiado optimistas. Análisis y más análisis, balances y más balances durante más de 40 años, pero los resultados de la producción agrícola cubana sólo se ven en las raquíticas páginas del Granma y en las tarimas de los mercados campesinos privados.

La historia de la agricultura cubana es triste. Acabaron con la industria azucarera. La brigada Che Guevara con su ejército de acero mecanizado destruyó los campos y bosques cubanos, las cercas de piñón de botija y piña de ratón y los molinos de viento. Todo esto fue sustituido por cercas de alambres electrificados, bombas eléctricas búlgaras y alta tecnología Voisin. El pasto criollo se cambió por alimento balanceado traído de Europa y la pequeña vaquita pijirigua que con esfuerzo producía 5 litros de leche por día y prefería hacer el amor con un torito vecino, fue sustituida por robustos ejemplares Holstein, traídos de todo el mundo y acostumbrados al frío guante plástico del inseminador. Aparecieron Rosa Fe, Ubre Blanca y otras famosas artistas mediáticas que daban hasta 30 litros de leche por día, pero para ello necesitaban aire acondicionado, alimento balanceado, música indirecta y veterinario de cabecera las 24 horas. En 1990 se fue el ruso regalón y todo aquel circo se vino abajo. Resultado: en 1959 teníamos más de 1 cabeza de ganado vacuno por habitante y lo bajaron a 0.2 en el 2006.

Los planes descabellados y voluntaristas, como el del cordón de La Habana en 1967, donde se iba a producir mas café caturra que en todo Brasil, la zafra de los 10 millones en 1970, los gigantescos sembrados de cítricos en Sola y Ceballos atendidos 100% por estudiantes secundarios obligados a trabajar contra su voluntad y la de sus padres durante media jornada por día, el plan frutícula de Pinar del Río y finalmente el último plan alimentario de principios de los 90 con su plátano microyet fueron todos rotundos fracasos. Eso sí, se invirtieron millones de dólares para cumplir con el quimérico capricho de nuestro pésimo administrador.

Si Raúl Castro verdaderamente desea resucitar la agricultura y la ganadería cubanas, sólo tiene que dejar trabajar, cultivar y vender a los campesinos cubanos sin restricciones y trabas burocráticas y abusos de poder.

Alicia Franklin
La Habana, Cuba
aliciafrank@hotmail.com