miércoles, octubre 24, 2007

SI MACEO ESTUVIERA VIVO ... ¿ CUBANEZUELA ?

Tomados de Cuba Encuentro.com


Si Maceo estuviera vivo…

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Los dos países de Chávez: ¿Quién habló de soberanía? ¿Qué es eso de dignidad nacional?
miércoles 24 de octubre de 2007 6:00:00
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Por Leonardo Calvo Cárdenas, La Habana

Cuentan que hace ya varios años, un hombre aparentemente afectado en sus facultades mentales se detuvo en el portal del Museo de la Ciudad —otrora Palacio de los Capitanes Generales y Casa de Gobierno de Cuba—, exactamente bajo los balcones de las oficinas de Eusebio Leal, historiador de La Habana, profirió todo género de repetibles pero impublicables improperios y reprochó al funcionario el entreguismo pro español que revestía su proyecto de restauración del centro histórico. Con el grito de "Leal, le estás vendiendo Cuba a los españoles. Si Maceo estuviera vivo, marica…", el aparentemente desquiciado transeúnte causó revuelo y conmoción en el concurrido paseo.

Viene a colación el episodio ante el ambiente y las manifestaciones realizadas en la reciente visita del presidente venezolano Hugo Chávez a Cuba, parte de la cual recorrió como si fuera su finca particular, ocupando todos los espacios televisivos y dando rienda suelta a sus elucubraciones y proyectos sobre el futuro económico y social de la Isla.

( Recibimiento a Hugo Chávez en Santa Clara. A su lado, Ramiro Valdés y Carlos Lage. (AP/PL) )

Esta incursión es un eslabón más en la relación de los dos gobiernos, que ya pasa de ser estrecha y que, gracias a la debilidad de la economía nacional y sobre todo a la interesada falta de voluntad política de La Habana para abrir espacios que revelen las potencialidades internas de una sociedad por muchos años amordazada, se ha convertido en un vínculo de creciente dependencia, que ya se torna incómodo y preocupante.

Gracias a ese vínculo, muchos niños y jóvenes han visto desaparecer, de un día para otro, de los centros de estudio a sus profesores de Educación Física, y todos los ciudadanos, colapsar el sistema de salud, desde la atención primaria hasta los servicios hospitalarios.

Tómese el lector el trabajo de practicar el sencillo ejercicio aritmético de dividir la cifra de 30.000 profesionales y técnicos de la salud que permanecen en Venezuela, entre los 169 municipios con que cuenta el país. Cualquiera se dará cuenta de la dimensión de la catástrofe. En un país donde las relaciones materno-filiales tienen un valor tan importante, es impactante ver la naturalidad con que las madres cubanas se separan de sus hijos pequeños para desandar los cerros del país suramericano.

Todo vale

Está claro que nada sucede por gusto. Gracias al desastroso estatismo que ya sobrepasa las cuatro décadas, Cuba ya no produce casi nada, el esfuerzo y el talento tienen muy poco valor, el gobierno necesita vender la fuerza de trabajo especializada y los cubanos abandonar a sus alumnos, pacientes e hijos, para buscar algo del beneficio económico y material que aquí es tan esquivo e inalcanzable.

Con una historia marcada por las subordinaciones externas, primero colonial hasta el siglo XIX, y luego la sucesiva dependencia —económica y política— de las dos grandes superpotencias del siglo pasado (Estados Unidos y la Unión Soviética), Cuba ha entrado al siglo XXI con su destino sujeto a un poder rebosante de solvencia, pero con una mal disimulada vocación autocrática; en un país, por demás, con un muy pobre expediente de estabilidad social, ética y política.

Para las autoridades, todo vale a la hora de defender el poder absoluto y mantenerse a flote en medio del desastre generalizado que ni la censura ni la represión pueden esconder; todo, menos conceder a sus ciudadanos los espacios, derechos y potestades que les corresponden de manera natural.

Para tal propósito, lo mismo optan por terminar de descapitalizar la producción agrícola nacional, dedicando cientos de millones de dólares para comprar a productores norteamericanos, que por establecer una extrema dependencia económica de los vínculos con un caudillo cuyas muy malas maneras —y peor tino diplomático— echaron por la borda, en unos minutos, los muchos millones que gastó y regaló para intentar hacerse con un puesto en el Consejo de Seguridad de la ONU.

Cuando se sube muy alto se puede caer muy bajo. Casi cinco décadas de enajenante poder absoluto han hecho perder a los gobernantes de la Isla el sentido y las referencias de los valores que dicen defender; hasta el punto de ser capaces de convertirse en testaferros políticos del mejor postor que les garantice el poder y la obediencia, aunque se trate de ese caudillo lleno de arrogancia, ambiciones, petrodólares, y vacío de todo lo demás.

Ya van sobrando los hechos que asombran y duelen: todavía parece increíble que el vicepresidente Carlos Lage haya dicho que "Cuba tiene dos presidentes", refiriéndose a Hugo Chávez como el segundo, por el momento. Pero más increíble es que ningún "patriota revolucionario" protestara por tamaño desvarío. Ni qué decir de ver al presidente venezolano, en los concurridos jardines del mandatario jamaicano, presentar al muy antimusical comandante Castro como el vocalista de la velada.

Golpes deliciosos

Un gobierno como el de La Habana, tan celoso de su dignidad deportiva y que ha hecho conatos de protesta en cualquier latitud ante dudosas o malas decisiones arbitrales, aguantó a pie firme todos los desmanes y despojos que sufrieron los púgiles de la Isla —a favor de la representación venezolana— durante los llamados Juegos del ALBA, celebrados en mayo pasado en varios escenarios del país suramericano. Ni una sola queja de sus funcionarios, ni un comentario de sus periodistas.

El colofón momentáneo de esta saga fue ver en días pasados a los "héroes históricos" y "líderes emergentes" de la revolución soportar, cual colegiales arrobados, dos días de peroratas y poses histriónicas de Chávez.

Cualquiera podría pensar que en un país tan celoso de su soberanía, tales hechos deben mover a la inquietud y el rechazo de los fieles revolucionarios, que al menos conservan nominalmente voz dentro de las estructuras políticas del poder. Sin embargo, no es secreto para nadie el irreparable daño que tantos años de ortodoxia totalitaria causan en la percepción cívica y el amor propio de sus defensores.

Las concesiones que hace La Habana al poder y las mal disimuladas vanidades de Chávez —esa especie de híbrido defectuoso entre Perón, Batista y Noriega, con mucha demagogia y nula afinación—, sirven al menos como prueba concluyente de lo poco que les importan la dignidad nacional y el futuro de Cuba y los cubanos. ¡Si Maceo estuviera vivo, m…!
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¿ CUBANEZUELA ?


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La reedición del anexionismo mirandista, disfrazado de socialismo del siglo XXI: un auténtico desastre para los cubanos.
martes 23 de octubre de 2007 6:00:00
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Por Julián B. Sorel, París

La anexión de Cuba a Venezuela, que Hugo Chávez resucita ahora con la anuencia de los hermanos Castro, es —afirman— un viejo sueño bolivariano. Tan viejo, por lo menos, como el que soñaron Thomas Jefferson y John Quincy Adams después de que en 1821 España le cediera la Florida a Estados Unidos. En realidad, es aun más antiguo: el proyecto de un gran imperio continental que uniría a todas las posesiones españolas y portuguesas de América no fue de Bolívar, sino de Francisco de Miranda, que ya en 1801 lo formuló con lujo de detalles.

Según el plan que imaginó el precursor de la independencia suramericana, los territorios emancipados de la Corona constituirían una federación gobernada por dos "incas", que ejercerían el poder ejecutivo supremo, un "curaca" o administrador local por cada provincia y un conjunto de "amautas" que legislarían en la Dieta o Parlamento Imperial. La elección de los títulos era un guiño demagógico dirigido a los aborígenes del sur del continente. El gobierno central tendría su sede en una nueva capital, Colombo, que se edificaría en Panamá. El Brasil y las Antillas entraban, por supuesto, en estas previsiones imperiales.

( Hugo Chávez junto a Raúl Castro, durante el último encuentro en la Isla. (AP/PL) )

Bolívar le dio al asunto un seguimiento más bien retórico. Después de la batalla de Ayacucho, en 1824, los ingleses optaron por mantener el statu quo en el Caribe. En 1826, el Congreso Anfictiónico de Panamá puso de manifiesto que ni la Gran Colombia, ni México ni Estados Unidos disponían de los medios o la autonomía suficientes para desarrollar una política continental sin el beneplácito de Londres.

En la diplomacia americana no mandaban entonces Bolívar ni Santa Anna ni Adams, sino los cañones de la Royal Navy. (Dato curioso: en aquellos años la población de Estados Unidos era casi igual a la que Cuba tiene hoy: unos 11 millones de habitantes).

Ímpetu anexionista

La historiografía posterior y la mitología castrista han retenido, sobre todo, los proyectos de anexión a Estados Unidos, que son harto conocidos y forman parte integral de la historia de la Isla. Pero es bueno recordar que en esos años muchos súbditos españoles que residían en Cuba consideraban razonable también la posibilidad de incorporarse a México o la Gran Colombia. La monarquía española atravesaba una etapa de decadencia que se había agravado con las guerras napoleónicas y que se prolongaría aún durante más de medio siglo.

Cuba carecía de condiciones para independizarse y mantener por sí misma su soberanía, pero como provincia o estado de una entidad americana mayor, tal vez podría establecer un régimen republicano que ampliara las libertades y los derechos de los blancos sin trastornar el sistema económico basado en la producción azucarera con mano de obra esclava.

El ímpetu anexionista mantuvo su vigencia hasta 1855. En ese período, la Gran Colombia se dividió en tres Estados, plagados de luchas civiles y gobiernos tiránicos. El Imperio Mexicano también se desmembró y la República que le sucedió atravesó igualmente una etapa de gran inestabilidad, que culminó con la derrota ante Estados Unidos en la guerra desatada por la anexión de Texas. Sólo el Calibán norteño prosperó y mantuvo instituciones estables, por lo menos hasta la Guerra de Secesión.

Si el anexionismo cubano se decantó al fin exclusivamente por el intento de unión con Estados Unidos, fue tanto por las garantías que parecían ofrecer los estados sureños —mantenimiento de la esclavitud de los negros y derechos democráticos para los blancos—, como por el fracaso de México y de la gran potencia continental ("la cosa ésa", la llamaban sus detractores) que Bolívar había tratado de forjar.

La reedición del anexionismo mirandista, disfrazado de socialismo del siglo XXI, es un fenómeno harto curioso, tanto por su carácter anacrónico como por su disparatada proyección. Porque nadie debe llamarse a engaño sobre la médula del asunto: la República Bicéfala de Cubanezuela no sería una unión inter pares.

¿El inca Hugo y el curaca Raúl?

Entre el bolsillo de Hugo Chávez, inflado por la subida espectacular del precio del petróleo en los últimos cuatro años, y la miseria y fragilidad de la sociedad cubana, devastada por medio siglo de inepcia y autocracia, media la distancia que separa a Shylock de Antonio, el mercader de Venecia. Es obvio que en una alianza así Cuba ocuparía una posición de dependencia y subordinación que ningún piropo chavista al linaje revolucionario de los Castro sería capaz de paliar. Vamos, que Hugo sería el inca y Raúl tendría que conformarse con el cargo de curaca de la provincia insular.

No hace falta ser partidario furibundo del nacionalismo ni suscribir la célebre fórmula del padre Varela ("que Cuba sea tan isla en lo político como lo es en la naturaleza") para sostener que un engendro así, aunque alivie a corto plazo la situación económica del país, sería un auténtico desastre para los cubanos. Sin duda, el "destino manifiesto" de la Isla (si alguno tiene) es terminar incorporada a una entidad continental más amplia, en la que desempeñará un papel modesto.

Puestos de nuevo a la tarea de la anexión, sería preferible elegir a Estados Unidos. Después de todo, ya hay dos millones de cubanos en Miami, Bush habla muchísimo menos que Chávez por radio y televisión, y ni siquiera tiene pretensiones de cantante o de pintor.

En caso de que Washington rehúse ("Remember the USSR!", gritarían los senadores más timoratos en el Capitolio, ante la perspectiva de aceptar a 11 millones de candidatos al welfare), la opción de recambio sería la anexión a la Madre Patria. Bastaría con declarar que las guerras de independencia fueron un error (además de un horror) y pedir la reincorporación a España en calidad de 18ª región autónoma del Reino.

Ahora que Madrid corre el riesgo de perder a Cataluña y el País Vasco, la recuperación de Cuba le vendría de perillas a la Corona. Para la Isla, significaría colarse de un golpe en la Unión Europea y la OTAN, y volver a tener turrones y villancicos en Navidad.

En cualquier caso, llegar a ser estado de la Unión Americana o autonomía del Reino de España parecen destinos más halagüeños para Cuba que convertirse en provincia del Imperio Paleosocialista que preparan el inca Hugo y el curaca Raúl.

1 Comments:

At 2:08 a. m., Anonymous Anónimo said...

Prefiero ser de parte de Los Estados Unidos que unido a Venezuela. No tenemos nada que ver con estados andinos y geograficamente estamos en Norteamerica aunque siempre lo hemos negado por razones politicas. Ademas, La Florida siempre fue de La Capitania General de Cuba junto ha Puerto Rico que es nuestra nación hermana y esta al lado de La Unión. La corriente anexionista siempre fue la tercera en fuerza despues de la de seguir siiendo españoles o libres por parte de los primeros fundadores intelectuales de la nacionalidad cubana. Nuestra bandera es anexionista y esta inspirada en la de Texas, Cirilo Villaverde, Teurbe Tolom, Narciso Lopez (que es cubano por derecho de sangre), Carlos Manuel de Cespedes, Tomas Estrada, Gaspar Betancourt Cisnero y muchos otros fueron o murieron siendo anexionistas a Estados Unidos o pensaron en la anexión. Nuestro pais jamas permtiria que un simiezco personaje y medio analfabeto lo gobernara, pues Castro ed un Satrapa pero al menos cuando era joven era presentable. Viva Cuba y anexión a paises donde se mata por un par de zapatos. NOOOOOOOOOOOO.

 

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