GEORGE W. BUSH, GRACIAS
George W. Bush, gracias
Por Orlando Fondevila
George W. Bush, quien lo duda, es la bestia negra de las izquierdas. Mucho intelecto de oropel y pensamiento de corcho, tan abundantes en las academias, las universidades y la gran prensa, han convertido en lugar común responsabilizar a Bush de cuanta calamidad o maldad ocurre en este mundo. Por acá por la vieja Europa, y especialmente en España, donde resido, es difícil encontrar defensores de Bush y admiradores de Estados Unidos. Así es esta vieja Europa infatuada por su historia y su cultura que desprecia a ese cowboy inculto y pendenciero que preside Estados Unidos, esa nación extravagante y vulgar de comedores de hamburguesas.
Es muy sesgada la visión europea, y muy pobre su memoria. No tienen en cuenta algunos, digamos, 'detalles'. Por ejemplo, que a todo lo largo del siglo XX, mientras las naciones de la culta Europa se dedicaban a matarse con metódica ferocidad, embarcándose y embarcando a medio mundo con sus muy europeos inventos macabros: el fascismo, el nazismo y el comunismo, Estados Unidos se levantaba como garante de la libertad universal (salvándola de paso para Europa Occidental) y como impulsor del gran progreso científico-tecnológico que hoy conocemos, erigiéndose asimismo en modelo de prosperidad. En fin, tal vez, la cultura en su más amplia acepción en bien del hombre, frente a cierta regustada cultura retórica.
Volviendo a nuestros días, la América de Bush, seguramente con errores, pero con firmeza y claridad estratégica, se ha opuesto, se opone al gran peligro de estos tiempos: el islamismo radical y terrorista. El mismo islam que de manera descarada o sibilina está fagocitando a Europa. Por cierto, ante la temblona pasividad de muchos de sus líderes. En este sentido, el tema de Irak, y un tanto menos los de Afganistán, Palestina, Líbano o Irán sirven como una especie de coartada suicida e innoble para atacar a Estados Unidos y al presidente Bush.
Durante años la izquierda occidental se ha comportado como demencial pareja de hecho de los enemigos de la libertad. Primero, cantando loas a Stalin y a Mao, ocultando todo el horror que acontecía cotidianamente detrás del Muro de Berlín, y ahora seducidos y/o medrosos por los fieros seguidores de Alá. Y siempre enamorados de Fidel Castro, el Che Guevara y su gulag tropical, en certera calificación del presidente Bush.
En este contexto enloquecido de sinrazones y valores derruidos es que se ha desarrollado la política de Estados Unidos con respecto a la tiranía castrista. Una política que, pese a todo, no ha dejado de estar al lado del pueblo cubano. A pesar de la complicidad directa o implícita de gobiernos democráticos, de organizaciones internacionales, de intelectuales cobardes, oportunistas o de pasquín, de políticos mediocres. En este contexto infecto, Estados Unidos ha sido y es el único y verdadero aliado de la libertad de los cubanos. Y lo ha sido defendiendo su causa, acogiéndoles y ofreciéndoles seguro exilio, permitiéndoles prosperar y hasta cediéndoles espacio en sus instituciones políticas. Nunca los cubanos estaremos suficientemente agradecidos de Estados Unidos. Siempre con nosotros. Ahora, en estos años de particular angustia, y siempre, desde nuestras guerras por la independencia. Incluso a pesar de la ingratitud y el desdén de muchos.
Y ahora, con la misma vehemencia y convicción, y patriotismo: gracias, presidente George W. Bush. Pocas veces, si alguna, hemos tenido y sentido los cubanos tanta solidaridad como la demostrada por usted en estos años tan complejos para su gobierno y su país. Su discurso sobre el futuro de Cuba y sobre las líneas políticas de la ayuda que usted ha propuesto para el establecimiento de una Cuba libre y democrática, constituyen para nosotros un aliento único y una luz de amanecer. No a una engañosa estabilidad frente a la libertad. Fondo de ayuda solidaria para cuando llegue el momento del cambio, que deberemos protagonizar los cubanos, pero que en las circunstancias de la sociedad cubana y del mundo de hoy no podremos llevar a cabo sin ayuda. Mantenimiento de las sanciones a la tiranía, en la obviedad de que no se le debilita fortaleciéndola. Apoyando sin fisuras y sin mezquindades a quienes hoy se atreven a enfrentarla, de manera singular hacia aquéllos que sufren prisión por ello. Ofreciendo mano tendida a quienes desde las estructuras del poder se pongan del lado de la libertad. Convocando a las naciones libres a la solidaridad para que la nación esclava consiga su propia libertad. ¿Qué más podemos pedir?
¿Qué pueden importarnos las diatribas del régimen moribundo y del moribundo en jefe, y de sus tristes voceros por el mundo? ¿Qué valor tienen las sesudas interpretaciones de los académicos e intelectuales a lo Wayne Smith o Michael Shifter, a quienes les puede más su enfermedad ideológica que el futuro de los cubanos?
¿Y qué decir de las furias de unos o las grotescas equidistancias de otros, denunciando al Presidente ya por haberse pasado o por quedarse corto, según sus respectivas locuras o melindres? No. Al final lo trascendente es la sólida voluntad solidaria de Estados Unidos y de su Presidente.
Periodista cubano.
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