miércoles, noviembre 14, 2007

GEORGE W. BUSH, GRACIAS

George W. Bush, gracias


Por Orlando Fondevila

George W. Bush, quien lo duda, es la bestia negra de las izquierdas. Mucho intelecto de oropel y pensamiento de corcho, tan abundantes en las academias, las universidades y la gran prensa, han convertido en lugar común responsabilizar a Bush de cuanta calamidad o maldad ocurre en este mundo. Por acá por la vieja Europa, y especialmente en España, donde resido, es difícil encontrar defensores de Bush y admiradores de Estados Unidos. Así es esta vieja Europa infatuada por su historia y su cultura que desprecia a ese cowboy inculto y pendenciero que preside Estados Unidos, esa nación extravagante y vulgar de comedores de hamburguesas.

Es muy sesgada la visión europea, y muy pobre su memoria. No tienen en cuenta algunos, digamos, 'detalles'. Por ejemplo, que a todo lo largo del siglo XX, mientras las naciones de la culta Europa se dedicaban a matarse con metódica ferocidad, embarcándose y embarcando a medio mundo con sus muy europeos inventos macabros: el fascismo, el nazismo y el comunismo, Estados Unidos se levantaba como garante de la libertad universal (salvándola de paso para Europa Occidental) y como impulsor del gran progreso científico-tecnológico que hoy conocemos, erigiéndose asimismo en modelo de prosperidad. En fin, tal vez, la cultura en su más amplia acepción en bien del hombre, frente a cierta regustada cultura retórica.

Volviendo a nuestros días, la América de Bush, seguramente con errores, pero con firmeza y claridad estratégica, se ha opuesto, se opone al gran peligro de estos tiempos: el islamismo radical y terrorista. El mismo islam que de manera descarada o sibilina está fagocitando a Europa. Por cierto, ante la temblona pasividad de muchos de sus líderes. En este sentido, el tema de Irak, y un tanto menos los de Afganistán, Palestina, Líbano o Irán sirven como una especie de coartada suicida e innoble para atacar a Estados Unidos y al presidente Bush.

Durante años la izquierda occidental se ha comportado como demencial pareja de hecho de los enemigos de la libertad. Primero, cantando loas a Stalin y a Mao, ocultando todo el horror que acontecía cotidianamente detrás del Muro de Berlín, y ahora seducidos y/o medrosos por los fieros seguidores de Alá. Y siempre enamorados de Fidel Castro, el Che Guevara y su gulag tropical, en certera calificación del presidente Bush.

En este contexto enloquecido de sinrazones y valores derruidos es que se ha desarrollado la política de Estados Unidos con respecto a la tiranía castrista. Una política que, pese a todo, no ha dejado de estar al lado del pueblo cubano. A pesar de la complicidad directa o implícita de gobiernos democráticos, de organizaciones internacionales, de intelectuales cobardes, oportunistas o de pasquín, de políticos mediocres. En este contexto infecto, Estados Unidos ha sido y es el único y verdadero aliado de la libertad de los cubanos. Y lo ha sido defendiendo su causa, acogiéndoles y ofreciéndoles seguro exilio, permitiéndoles prosperar y hasta cediéndoles espacio en sus instituciones políticas. Nunca los cubanos estaremos suficientemente agradecidos de Estados Unidos. Siempre con nosotros. Ahora, en estos años de particular angustia, y siempre, desde nuestras guerras por la independencia. Incluso a pesar de la ingratitud y el desdén de muchos.

Y ahora, con la misma vehemencia y convicción, y patriotismo: gracias, presidente George W. Bush. Pocas veces, si alguna, hemos tenido y sentido los cubanos tanta solidaridad como la demostrada por usted en estos años tan complejos para su gobierno y su país. Su discurso sobre el futuro de Cuba y sobre las líneas políticas de la ayuda que usted ha propuesto para el establecimiento de una Cuba libre y democrática, constituyen para nosotros un aliento único y una luz de amanecer. No a una engañosa estabilidad frente a la libertad. Fondo de ayuda solidaria para cuando llegue el momento del cambio, que deberemos protagonizar los cubanos, pero que en las circunstancias de la sociedad cubana y del mundo de hoy no podremos llevar a cabo sin ayuda. Mantenimiento de las sanciones a la tiranía, en la obviedad de que no se le debilita fortaleciéndola. Apoyando sin fisuras y sin mezquindades a quienes hoy se atreven a enfrentarla, de manera singular hacia aquéllos que sufren prisión por ello. Ofreciendo mano tendida a quienes desde las estructuras del poder se pongan del lado de la libertad. Convocando a las naciones libres a la solidaridad para que la nación esclava consiga su propia libertad. ¿Qué más podemos pedir?

¿Qué pueden importarnos las diatribas del régimen moribundo y del moribundo en jefe, y de sus tristes voceros por el mundo? ¿Qué valor tienen las sesudas interpretaciones de los académicos e intelectuales a lo Wayne Smith o Michael Shifter, a quienes les puede más su enfermedad ideológica que el futuro de los cubanos?

¿Y qué decir de las furias de unos o las grotescas equidistancias de otros, denunciando al Presidente ya por haberse pasado o por quedarse corto, según sus respectivas locuras o melindres? No. Al final lo trascendente es la sólida voluntad solidaria de Estados Unidos y de su Presidente.


Periodista cubano.