miércoles, noviembre 14, 2007

GRADOS SIN HONRA

GRADOS SIN HONRA


Por Orestes Lorenzo *
Orlando
Florida
E.U.
Colaboración
La Nueva Cuba
Noviembre 14, 2007

El saliveo del ex-general Rafael del Pino por un retorno a la gloria se ha hecho evidente en sus artículos y declaraciones de los últimos meses. La próxima desaparición de Fidel Castro y el traspaso de las riendas al hermano, han impulzado al ex-general en una carrera torpe e hipócrita que culmina en el ridículo de acusar a quienes fueron sus víctimas, precisamente de violarle los derechos que él mismo ayudó a despojarles en el pasado.

Repugna por eso la demanda, y por sus imprecisiones que tuercen la verdad. Al abandonar Cuba, Del Pino no era el sustituto del Jefe de Estado Mayor de las Fuerzas Armadas, sino el jefe del incipiente museo de la DAAFAR. ¡Vaya diferencia! Conocí a Del Pino en 1980, cuando era jefe de la Comisión Investigadora de Accidentes de Avicación. Fue la responsabilidad más alta que le vi ocupar desde entonces.

Según el documento presentado en la corte, el ex-general no revela su dirección por razones de "seguridad nacional". Razones de "seguridad personal" sería lo correcto, y hasta legítimo afirmar. La seguridad de este país no pasa por la casa de Del Pino.

Se describe despectimente a Felix Rodríguez como un hombre empleado y financiado por la CIA. De llegar a juicio, sería interesante ver cómo respondería Del Pino a la pregunta de la defensa: ¿Y a usted quién lo mantiene, general?

Este individuo que en su juventud conoció los Estados Unidos y esa primera enmienda en que hoy se ampara, no reparó luego en gritar infamias contra esta nación. Siendo de los hombres que trazó la historia que aprendimos los más jóvenes, tampoco tuvo escrúpulos en repetirnos la mentira de una amenaza de anexión que él sabía nunca existió, ayudando con ello a cultivar en nosotros el resentimiendo hacia este país. Todavía hoy, después de buscar perdón y refugio donde único podía encontrarlo: los Estados Unidos, el ex-general habla de una "invasión yanqui", retomando así el antiamericanismo que cree le servirá de credencial para un rol que le asegure el retiro, por mezquino que éste sea.

Del Pino dice que aún es general. Recibió los grados de manos de Fidel Castro, y por sus intentos de reconciliación con el "compañero ministro", parece que desea vestir el uniforme nuevamente. Eso es posible en el ejército de los que llevan grados sin honra, de los que mendigan derechos, de los que prefieren los frijoles a las libertades. Pero ese no es mi éjercito, ni el de muchísmos militares cubanos, ni el que merece el pueblo. El nuestro se fundó hace casi ciento cuarenta años con el honor, la lealtad, el decoro y la gallardía como la raíz de su doctrina.

Cuando el más grande de nuestros generales dijo que mendigar derechos era propio de cobardes, sentaba los principios de la dignidad en que debíamos actuar los militares cubanos. En estos precisos momentos el espíritu de aquellas palabras furgura desde la oscuridad de una celda tapiada en la firmeza de Oscar Elías Biscet.

Mientras tanto, Del Pino propone una negociación irrelevante a nuestro problema que podría traer mejoras económicas, pero también legitimidad al robo y al abuso que padecemos, además de condenar al exterminio a herederos de Maceo como Biscet.

¡Si el Titán viviera arrancaría de un tirón los grados a este general!

Pero no está solo Del Pino en este esfuerzo vil. Otros salivean también con la sórdida aspiración de un retorno cargado de relevancia y restitución de privilegios obsenos. Acarician la esperanza de que Raúl los escuche, y se alientan entre sí diciendo que no deben cerrar las puertas al hombre que tendrá el poder de los cambios.

Les tengo una noticia: Para hacer los cambios que Cuba merece se necesita coraje, y Raúl Castro no lo tiene. Un simple detalle de perfil humano lo revela: ¿Se han fijado en su escolta personal? El nieto lo acompaña siempre, armado, cubriéndole la espalda.

¿Quién, sino un monstruo, permite que el nieto tenga la responsabilidad de poner su pecho a las balas para protegerlo? Señores de capítulos pasados, Raúl Castro es un cobarde. ¿Cómo esperan que tenga madera para arreglar un país cuando no la tiene para proteger a sus críos? El miedo incapacita a este hombre para liderar cambios reales.

Mejor cierren sus bocas, sequen sus gargantas y comprendan que el capítulo de ustedes acabó ya. En aras de la memoria que dejarán a sus nietos, vivan el final con dignidad.
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* Orestes Lorenzo, Mayor de la Fuerza Aérea cubana, quien escapara de Cuba en un avión Mig-23 que tripulaba, poco después regresó a Cuba en un temerario vuelo clandestino a fin de rescatar a su esposa y su hijo

1 Comments:

At 4:13 p. m., Anonymous Anónimo said...

Desgraciada Cuba, cuanta gente miserable y ruin has engendrado! Tanta, demasiada, mucha mas de la cuenta, y que caro te ha costado!

 

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