SALARIOS, PENSIONES Y PRECIOS EN LA CUBA ACTUAL
SALARIOS, PENSIONES Y PRECIOS EN LA CUBA ACTUAL
Por Oscar Espinosa Chepe
La Habana
Cubabanet.org
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José F. Sánchez
Analista
Jefe de Buró
Cuba
Dept. de Investigaciones
La Nueva Cuba
Noviembre 10, 2006
El General Raúl Castro, en su discurso del 26 de julio expuso que en Cuba los salarios son insuficientes para vivir y no funciona el principio socialista de distribución según el esfuerzo de cada ciudadano, criterios verdaderos que hasta entonces eran negados obstinadamente por los domesticados medios oficiales.
Trabajos de economistas vinculados al gobierno han dado a conocer que los precios de los productos comercializados en pesos cubanos, utilizados fundamentalmente para pagar salarios y pensiones, se incrementaron 8,63 veces desde 1989 hasta 2006. Sólo en ese último año las tarifas del transporte interprovincial fueron multiplicadas por tres y el costo del kilowatt / hora consumido fue incrementado en un rango de 50% hasta 333,3%, de acuerdo a los niveles de consumo eléctrico, sin mencionar las significativas elevaciones de precios en los alimentos y otros productos y servicios
Paralelamente, las estadísticas oficiales reflejan que el salario medio mensual era de 188 pesos en 1989 y de 387 pesos al cierre de 2006, o sea se multiplicó por 2,1 veces. La pensión media mensual fue de 83 pesos en 1989 y de 191,83 pesos en 2006, o sea 2,3 veces superior al año base, aunque debe aclararse que existe una concentración elevada de pensionados que reciben hoy el mínimo establecido de 164 pesos (1 dólar equivale a 20 pesos cubanos). De estas cifras puede llegarse a la conclusión de que el salario real en 2006 fue sólo un 24,0% con respecto a 1989, y en las pensiones fue de un 27,0% aproximadamente.
Lo anterior ratifica lo expresado por el General Raúl Castro y explica porque el salario ha dejado de ser un factor promotor del crecimiento de la productividad y la eficiencia en Cuba. Actualmente los cubanos viven con un alto grado de menesterosidad y con una sustancial dependencia de factores extra laborales, como las remesas provenientes fundamentalmente de Estados Unidos que alcanzaron 983 millones de dólares en 2006, según estimados del Fondo Internacional para el Desarrollo Agrícola (IFAD), agencia de Naciones Unidas. Adicionalmente, los ingresos de los cubanos están relacionados con actividades en el mercado negro, los robos en los centros de trabajo, las relaciones con extranjeros y otras actividades muchas veces al margen de la ley al ser imposible buscar el sustento mediante un trabajo decoroso. Esto ocurre dentro de un marco de doble circulación monetaria, donde la inmensa mayoría de los salarios y pensiones son pagados en pesos cubanos, moneda que el propio gobierno no acepta como pago en la mayoría de sus tiendas, que cobran en divisas.
Esta problemática será imposible de superar mediante elevaciones unilaterales de salarios y pensiones, si no se realizan transformaciones integrales de la sociedad cubana, que estimulen el potencial productivo. Esta aseveración es válida no sólo para los bajos salarios y pensiones, sino también para detener la inflación, terminar con la perversa doble circulación monetaria, el incremento de la corrupción y otros males que azotan la sociedad. Elevar salarios y pensiones sin contrapartidas materiales y de servicios sería engrosar el importante volumen financiero actualmente en circulación, superior a los 20,0 miles de millones de pesos según algunos expertos, lo cual incidiría en aumentos adicionales de los precios, estableciéndose un círculo vicioso de nefastas consecuencias.
En las actuales condiciones, la opción sería ejecutar las reformas de estructuras y conceptos, contempladas por el General Raúl Castro en su discurso, liberadoras de las fuerzas productivas y con ello establecer una gradual elevación de la productividad y la eficiencia. Preferiblemente deberían iniciarse en la agricultura a través del rescate de las ideas originales de la revolución sobre la entrega de la tierra a quienes la trabajen. Esto podría acompañarse, en una primera etapa, de la promoción del trabajo por cuenta propia, y la creación de pequeñas y medianas empresas por cubanos emprendedores, con lo cual se suprimiría la práctica de que el estado administre pequeños comercios y unidades de servicios, imposibles de controlar centralmente.
Si se desea que las pensiones y salarios medios mensuales superen la triste situación actual de no alcanzar 10 y 20 dólares respectivamente, deberán emprenderse reformas económicas graduales, que posteriormente podrían conducir a un proceso de democratización. En las recientes discusiones del discurso del General Raúl Castro, desarrolladas en el Partido Comunista, centros de trabajo y otros lugares, a pesar del miedo, muchas personas han manifestado su inconformidad con la situación imperante y el temor de que continúe deteriorándose la economía. La inmensa mayoría de la población se pronuncia por los cambios, sin que ello lesione los avances obtenidos en la educación y la salud, también deteriorados por la crisis general de casi 19 años.
Aunque existe un valioso potencial para realizar los cambios, en especial humano, la tarea no será nada fácil. Las estructuras productivas están destruidas por un proceso de descapitalización muy prolongado. Además, existen fuerzas políticas poderosas opuestas a cualquier cambio, incluidos los económicos, pues temen que sean la antesala de transformaciones políticas que terminen el poder absoluto que han detentado durante casi 50 años. El inmovilismo utiliza esencialmente la coartada del enemigo externo alimentada equivocadamente por Estados Unidos. Una ejecutoria promovida por sectores intransigentes cubano-americanos, afortunadamente cada día con menos apoyo en el exilio, que paulatinamente toma conciencia de que la solución del drama nacional resulta imposible sin la reconciliación y la tolerancia entre los cubanos.
Ciertamente, no existen absolutas garantías de que la etapa iniciada con el discurso del General Raúl Castro y las ideas surgidas de los recientes debates, se encaucen hacia las transformaciones necesitadas con urgencia. De fracasar esta oportunidad, dado el descontento ya presente y la frustración que se crearía, podría generarse un escenario de inestabilidad social y el riesgo de caos. En este caso, todos los cubanos saldríamos perdedores e incluso nuestros vecinos.
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