UNA RECETA DE COCINA POLÍTICA
Por Nicolás Pérez Díaz ArgÜelles
El Nuevo Herald.com
No soy Nitza Villapol, pero de cocina conozco un mundo. Sobre todo de cocina política. Antes la izquierda latinoamericana preparaba sus platos muy ligeritos, bajos de sal y sin darles mucha candela. Eran los partidos políticos dominados por la Unión Soviética quienes trataban de penetrar nuestras sociedades mediante el control de los sindicatos obreros y los movimientos estudiantiles, pero siempre haciéndoles el juego a los partidos burgueses tradicionales a cambio de unas migajas de poder.
Fidel Castro el 1ro de enero de 1959, ahí está el detalle de su responsabilidad histórica, rompió este maridaje bucólico y pastoril del marxismo leninismo con el capitalismo ''salvaje'' y caminó sobre tierra fértil. Destapó ollas, embarró cucharones y revolvió la cocina de pies a cabeza.
La lucha armada, las condiciones objetivas y subjetivas para subvertir el orden, el núcleo guerrillero y la revolución dentro de la revolución fueron los condimentos castristas que respondieron a gobernantes inescrupulosos y corruptos con etiquetas de demócratas que habían tomado el poder desde años antes del Río Bravo a la Tierra del Fuego, moliendo a palos la esperanza de los pueblos hasta el punto de que prohibieron soñar, y llegó el día que a la masa irredenta empezó a darle lo mismo chicha que limonada. El mejor ejemplo fue cuando los cubanos decíamos resignados: ''El problema es librarnos de Batista, no puede venir nada peor''. Y claro, vino. Y se complicaron las cosas hasta el espanto.
Llegó la guerra. Y no hubo un solo país de América Latina que no sufriese guerrilla rural y urbana, bombas, atentados, secuestros, asaltos de bancos y otras formas sofisticadas de terrorismo. Pero, como decía Pascal, ''por esas razones del corazón que la razón no entiende'' el tejido social no cedió. Y la violencia de izquierda sólo tuvo un resultado visible: la violencia de derecha. Y juntas militares y gobiernos civiles autoritarios crecieron como el grano de mostaza bíblico. Y la oportunidad de que los marxistas tomaran el poder a las buenas se fue a bolina, al punto de que hubo que revisar conceptos, afinar tácticas y buscar nuevos caminos hasta que surgió el ''socialismo del siglo XXI'', que fue algo así como inventar la pólvora.
¿La receta? El ingrediente básico es la revolución cubana, la cual hay que hervir a 350° de temperatura para ablandarla y poder extirparle cuidadosamente el hueso del centro, es decir, el presidio político y el paredón de fusilamiento para hacerla más atractiva y aceptable a la turbamulta. Luego se espolvorea la bandeja con referendos y constituyentes no para cambiar todo de un plumazo, sino para cambiar hasta la pluma. A discreción olvidarse de los votos y tomar las calles por asalto con malandros, pura chusma y montones de facinerosos al gusto, porque el asunto no es demostrar civismo sino gritar como descosidos; no proponer ideas sino hacer alardes de fuerza; no aclarar posiciones sino desacreditar al adversario con los insultos más groseros, hasta que uno sea capaz de sacar de sus casillas hasta al propio rey Juan Carlos de España, como hizo recientemente Hugo Chávez en la Cumbre Iberoamericana. Luego dejar la pieza marinándose en violencia fascista, odios de clase, censura de prensa, intervenciones a la propiedad privada, abusos de poder y petróleo venezolano todo el tiempo que sea posible. Finalmente, servir el manjar frío, caliente no hay quien se lo dispare en Cuba, Venezuela, Bolivia, Ecuador y Nicaragua.
Hasta el sol de hoy este experimento ha tenido éxito, pero creo les va a durar poco el happy. La ley del péndulo en política es tan inexorable como la ley de gravedad en física. Y ya los pueblos comienzan a entender que la izquierda radical es el mismo estercolero que la extrema derecha, la misma corrupción, la misma deshonestidad, el mismo egoísmo. Pero ahora no a través de hipócritas mentiras, sino dándole leña al opositor hasta en la niña de los ojos.
Ypor ahora, como toda escobita nueva, el esperpento barre bien, pero que la tortilla se vira no lo dude nadie. Porque si los pueblos se aburrieron de la farsa y el descaro de los Pinochet, se cansarán de la guapería y los usos atrabiliarios de los Hugo Chávez. Y quizás el amanecer demore. A menos que los estudiantes venezolanos, es en Venezuela donde hoy se está librando la mayor de las batallas, decidan jugarse el todo por el todo. Difícil lo hagan, las flechas del enemigo son tantas ''que nublan el sol''. Pero si lo hacen, se acaba el siglo, el XXI, la revolución bolivariana y hasta el pan de piquito.
nicop32000@yahoo.com
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