EL INDIFERENTE OCCIDENTE DEL ¨ NO A LA GUERRA ¨
El indiferente Occidente del "NO a la guerra"
Escrito por: Yaxys D. Cires Dib
el 16 Mar 2008
Siguiendo la lógica totalitaria, cuando el gobierno de China dice que han muerto diez personas en las protestas del Tibet, ello significa que en realidad el número de víctimas debe ser diez veces superior. Pero, que los comunistas chinos repriman y mientan, no es nada nuevo. Lo que sí causa extrañeza es la aquiescencia con la que en Occidente se reciben las noticias que desde Tibet llegan. En el ámbito de los estados, salvo las excepciones de siempre, se evita cualquier rose que ponga en peligro sus relaciones comerciales con el gigante asiático. En cuanto a los ciudadanos, al parecer solo les motiva a protestar lo que sea en contra de Estados Unidos o Israel. Ya lo digo, si es que ante los crímenes de Sadam nadie se movilizaba, como tampoco lo hacen hoy contra los que se cometen en Darfur.
La frivolidad y la indiferencia de Occidente no tienen límites. Preocupa más a la gente lo que pueda suceder en un reality show que una ola represiva, más las procesiones y vestimentas de Semana Santa que los que están presos por denunciar las injusticias. Por ello, lamentablemente tienen razón los representantes del estado liberticida cuando afirman que las protestas tibetanas no afectarán a la realización de los próximos juegos olímpicos; serán muy pocos los que decidirán no asistir, y a los que vayan después de estar dubitativos, la demostración de colorido y los fuegos artificiales le convencerán de que asistir fue la decisión correcta. Es una verdadera lástima que se pregone que el deporte une a los pueblos, cuando a ciudadanos de esos mismos pueblos les son violados sus derechos humanos.
En fin, queda la opción de pedir a nuestros amigos que no colaboren ni en lo más mínimo con regímenes como el de Pekín. Es verdad que China no dejará de ser lo que es en lo político o en lo económico por lo que hagamos unos cuantos. Pero por lo menos nosotros sí dejaremos de ser unos indiferentes ante nosotros mismos. Aunque nos cueste creerlo, así comienzan los grandes cambios morales.
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