A su Excelencia el cardenal Bertone.
Por ALberto Müller
Su Excelencia, cardenal Tarciso Bertone:
Permítame como periodista católico y con el mayor respeto a su alta investidura eclesial, algunos comentarios personales sobre su reciente visita a mi país Cuba, que en algunos miembros activos de la Iglesia ha producido un sentimiento de frustración y de abandono. Lo más maravilloso del catolicismo, según la interpretación de Jacques Maritain, es el reconocimiento de una presencia de todos los no cristianos y de los cristianos no católicos en la gracia de Cristo, que vibran en la Iglesia visible (militante) por la fe en el Dios trascendente que recompensa a los que le buscan e inclusive a los que no le buscan.
En esa invisibilidad de los distantes de la Iglesia, Maritain incluía también a los que en el plano temporal buscaban la superación de la persona humana, aunque fuese con métodos errados o de falsificación.
En ese escenario humano de la Iglesia con actores visibles (militantes) o distantes (invisibles), para usar los términos maritanianos, hay un elemento común en la sed que todos tienen del Dios vivo, que los hermana. Y el Creador los recibe a todos con la misma complacencia y misericordia.
Por eso Excelencia, su viaje a Cuba se enmarca admirablemente en esa visión teológica de proclamar la palabra de Dios entre los visibles y entre los distantes, no importa que entre unos y otros haya pecadores, pues en el apostolado de la vida de Jesús de Nazaret, se encierra el maravilloso misterio de la salvación y del perdón, para unos y para otros. Hablo en estricto sentido religioso.
Entiendo perfectamente su obligación de acercase a cualquier poder temporal, no importa que este sea de corte marxista o autoritario, pues el mensaje del Cristo liberador se dirige fundamentalmente a liberarnos del pecado y a garantizar que se respete la dignidad del ser humano.
Sin embargo, nos entristece comprobar que en su visita a Cuba, usted haya negado un gesto de solidaridad pública, sin explicación humana conocida, a miembros activos de esa Iglesia visible, que han sido parte sufrida del Cuerpo Místico de la Iglesia cubana.
Menciono específicamente a tres casos que son muy exponenciales del drama nacional, pues la lista sería interminable, si los menciono a todos:
En primera instancia Las Damas de Blanco, ese grupo de mujeres heroicas que semanalmente acuden a la Santa Misa para pedir por la libertad de sus familiares, los prisioneros políticos, y que recibieron el Premio Sajarov de los Derechos Humanos; Oscar Elías Biscet que se encuentra en prisión precisamente por denunciar la política oficial del gobierno castrista en pro del aborto en el país y que acaba de recibir la Medalla de la Libertad que concede el presidente de los Estados Unidos; y Oswaldo Payá Sardiñas, también Premio Sajarov de los Derechos Humanos, propuesto en tres oportunidades al Premio Nobel de la Paz, incluyendo el año en curso, por propiciar una reconciliación pacífica y una transición soberana hacia la democracia en Cuba a través de una consulta participativa.Debo confesarle que tuve el altísimo privilegio de ver morir ante el paredón de fusilamiento del gobierno castrista, durante mis quince años de prisión política, a cientos de hombres de mucha dignidad gritando Viva Cristo Rey ante los fusileros. Pienso que matar a inocentes para perpetuarse en el poder, como se ha hecho en Cuba en las últimos décadas, es un delito gravísimo de lesa humanidad.
Debo expresarle que me siento honrado por haber sufrido torturas inhumanas por parte del gobierno castrista, conjuntamente con cientos de miles de compañeros de la prisión, como los simulacros de fusilamientos; los golpes de bayonetas; la introducción en zanjas de excrementos; los interrogatorios desnudos en cuartos con temperaturas muy frías; y los aislamientos en celdas de castigo en condiciones infrahumanas, por largos períodos de tiempo.Debo informarle que mi memoria no podrá borrar jamás el haber visto a varios prisioneros torturados en jaulas de apenas cuatro pies de alturas, en donde el prisionero tenía que subsistir con la cerviz doblada y sólo uno podía acostarse horizontalmente, teniendo en cuenta que la jaula no tenía espacio para las necesidades biológicas.
Debo comunicarle que fui testigo de excepción de crímenes horrendos en la prisión política del régimen de Fidel Castro, como el asesinato brutal de Ernesto Díaz Madruga; de Julio Tang; de Eddy Alvarez; de Paco Pico; de Diosdado Aquit y de tantos otros, que hacen inolvidable esta jornada de terror. Tal vez usted no pueda creer que la prisión de Isla de Pinos fue dinamitada en una ocasión, para hacer volar a todos los reclusos de una sola explosión.Y lo más escalofriante de todos estos hechos, es que siguen en pie, como políticas del estado comunista castrista. Recientemente tres humildes ciudadanos de la raza de color, fueron fusilados por el único delito de querer abandonar el país en busca de libertad.
Y todavía están en las cárceles cubanas la mayoría de los famosos 75 oposicionistas detenidos en la famosa redada del año 2003.
He seguido muy de cerca sus distintas intervenciones durante su visita a Cuba, sobre las relaciones de la Iglesia con el Estado; sobre su confirmación de las palabras del Papa Juan Pablo II sobre que el embargo a Cuba impuesto por la Casa Blanca es injusto y éticamente inaceptable; y de que el mundo debería abrirse para Cuba y Cuba para el mundo.
Dentro de la política tradicional del Estado Vaticano, todos estos postulados son harto conocidos y podríamos decir que no representan ninguna alteración escandalosa de la responsabilidad que señalaba Jacques Maritain, ese gran pensador del modernismo católico, en cuando al objetivo apostólico de salvación, que merecen los visibles o militantes de la Iglesia, como los invisibles o distantes de la misma. Ya en estos temas, nos acercamos a temáticas socio-políticas, con interpretaciones diversas.
Pero lo que sí me parece inaceptable, es que usted en su viaje a Cuba se haya olvidado o distanciado de una parte de ese Cuerpo Místico de la Iglesia cubana, que ha padecido las peores ofensas, embates y persecuciones del poder establecido.
Acercarse a los pecadores no es criticable, pues esa es la misión eterna de las enseñanzas de Jesús, pero olvidarse o distanciarse de los sacrificados por el autoritarismo de la dictadura imperante, me parece un error ingrato de gravedad histórica.
Con el respeto que me merece su investidura.
Se despide en Cristo
Alberto Müller
0 Comments:
Publicar un comentario
<< Home