viernes, junio 27, 2008

¿ QUE OPINA SU SANTIDAD SOBRE EL CHE ?

Tomado de Democracia Participativa.net


¿ Qué opina Su Santidad sobre el Ché?

Por Gerardo E. Martínez-Solanas

2008/06/26 13:14

Cuando Juan Pablo II viajaba hacia Cuba, un periodista le preguntó: “¿Qué opina Su Santidad sobre el Ché?” Después reportó que la respuesta había sido: «No lo conozco a fondo, pero sé que se preocupó por los pobres. Consecuentemente, merece mi respeto». Desde entonces, el testimonio de ese periodista ha recorrido el mundo como pieza de propaganda para quienes todavía ensalzan la figura del Ché y alaban las “conquistas” de la Revolución cubana.

La efectividad propagandística de quienes favorecen a regímenes como el cubano, se manifiesta en una encuesta callejera de un canal de televisión de Lima sobre la figura y la imagen de Cristo. Cuando preguntaron a una muchacha de unos veinte años qué opinaba de Cristo, respondió: “Cristo fue un gran hombre. Luchó siempre por los pobres. Más o menos, como el Che”.

Esta muestra de la eficacia proverbial de la propaganda no nos causaría sorpresa si no llegara al extremo de obnubilar la opinión de un alto jerarca de la Iglesia católica, que vive en Cuba, es descendiente del Padre de la Patria (lleva su nombre) y ha sido testigo de los abusos y desmanes del régimen de los hermanos Castro durante 50 años. Monseñor Carlos Manuel de Céspedes no sólo cita esta entrevista sino que en un artículo publicado en la prensa oficial cubana afirma su “admiración entrañable” por el Ché y hace todo un enaltecedor panegírico del “guerrillero heroico”.

En ninguna parte puede encontrarse una aclaración a la extraña respuesta del Papa a ese periodista, que tampoco ofreció nunca una grabación. No obstante, un testigo presencial dijo en privado a un amigo de Radio Vaticano que ante la pregunta del periodista, sazonada por un preámbulo sobre "la preocupación del Ché por los pobres", la respuesta de Juan Pablo II fue ligeramente distinta: «No lo conozco a fondo. Pero si se preocupó por los pobres, consecuentemente merecería mi respeto.» En otras palabras, la respuesta diplomática y mesurada que podría esperarse del Sumo Pontífice. Le pregunté que por qué no se publica esta aclaración. Contestó que no tienen prueba grabada y que la controversia no contribuiría nada a los propósitos de la Iglesia a favor de los derechos humanos, que quedan plasmados en muchas otras declaraciones de ese y otros pontífices.

Aunque no puedo revelar la fuente, esta versión es mucho más plausible que el texto promovido por aquel periodista. Baste recordarle a Mons. de Céspedes que durante los primeros seis meses de 1959 Guevara fue comandante de la prisión de La Cabaña, donde inauguró el tristemente célebre “paredón” de La Cabaña, que continuó segando las vidas de miles de cubanos durante años. Como miembro de la juventud católica de entonces, me consta el sacrificio y el martirio de muchos de mis compañeros, pese a que la mayoría de nosotros habíamos apoyado con entusiasmo el triunfo de la Revolución.

Según cuenta Armando Valladares, un testigo presencial, “en 1961, los prisioneros políticos oíamos todas las noches descargas de fusilamientos sumarios, entre cuyas víctimas había jóvenes mártires católicos que morían gritando “¡Viva Cristo Rey! ¡Abajo el comunismo!”. Otro testigo presencial me ha relatado el desprecio con que trataba a los prisioneros y cómo dictaminaba su muerte desde el momento de traerlos a su presencia, sin esperar por juicio alguno. Una madre contaba en una reunión a la que asistí que fue a pedirle clemencia con un amigo que logró llevarla hasta el despacho del Ché, quien prometió que le resolvería el problema esa misma noche. El hijo fue fusilado en la madrugada. Otros testigos presenciales afirman que solía complacerse en darles el “tiro de gracia” a los fusilados.

No existe un solo testigo presencial de la “preocupación” del Ché por los pobres, ni de su generosidad con los necesitados ni de alguna política promovida desde su posición de poder para aliviar su situación. Mucho menos que alguna vez haya sido misericordioso o haya perdonado a algún reo, al menos por la posibilidad de que el acusado fuera inocente.

Ese es el Ché auténtico que no figura en el mito. El Ché que el Papa no conocía a fondo.