sábado, julio 12, 2008

AFINANDO EL TERROR

AFINANDO EL TERROR


Por Jorge Olivera Castillo

Sindical Press
10 de julio de 2008


La Habana – www.PayoLibre.com – El poder judicial en Cuba ejerce sus funciones en la vía pública. Así lo ha demostrado en días recientes. Varias personas, incluidas mujeres, fueron juzgadas en un tribunal improvisado en unas de las calles del capitalino municipio de Habana Vieja.

De la vista oral salieron con sendas penas de privación de libertad por actividades económicas ilícitas, entre otros delitos tipificados en el código penal, como transgresiones al orden y a la decencia ciudadana. En la mira de los castigadores se encuentran los vendedores ambulantes.

Todos los sancionados habían sido previamente prevenidos por la policía a que abandonaran sus incursiones en el mercado negro. No obstante los avisos e incluso actas de advertencia a los encartados estos continuaron en sus faenas al margen de la ley y ahora engrosan la abultada relación de ciudadanos encarcelados en Cuba. Según cifras dadas a conocer por organizaciones de derechos humanos cerca de 1% de la población se encuentra tras las rejas.

El nuevo ejercicio de fuerza responde a la llamada batalla contra las ilegalidades y las indisciplinas sociales. Ambas como ramificaciones de la corrupción. Término que en Cuba alcanza connotaciones de escándalo.

Lo trágico de esta nueva modalidad de terror es que va dirigida a las consecuencias del problema y no a sus causas. ¿Qué motiva a tantos ciudadanos emplearse a fondo en la economía sumergida? ¿No sería más realista legalizar actividades inherentes a la economía de mercado en vez de tachar de infractores a quienes sólo desean mejorar su nivel de vida? ¿Por qué insistir en procedimientos que sólo sirven para aumentar las tensiones sociales, perpetuar el error a escala nacional y ponerle a la dialéctica otras cadenas y bolas de hierro?

Tratar de corregir los desajustes a través del garrote puro y duro es apostar -¿hasta cuando?- por la senda equivocada. Con leyes absurdas y cárcel no se cura la enfermedad del socialismo a lo cubano. Primeramente hay que zafar los nudos del excesivo control, desterrar la mentalidad burocrática, dejar que la gente pueda determinar cuáles son sus intereses y el medio para forjarse -sin pillerías ni doble moral- un futuro con cierta seguridad económica.

Muchos cubanos irán a prisión por el simple hecho de llevar a la práctica lo que le han obligado a hacer las circunstancias. El desorden es visible desde todos los ángulos posibles y desafortunadamente los “platos rotos” por la revolución alguien tiene que pagarlos. En esta ecuación no siempre la justicia opera a cabalidad. Podría adelantarse la noticia de que los juicios ejemplarizantes en cualquier calle de la capital continuarán su ciclo, pero también sería bueno precisar de antemano la poca eficiencia de tal metodología en la restauración del orden.
El terror ha sido un arma fundamental en el desarrollo y sostenimiento del modelo político cubano del último medio siglo. No hay que devanarse los sesos para adivinar que las estrategias no han cambiado a pesar de los cantos de sirena a tono con una pretendida apertura con más característica de opereta que de sentido común. Esa es una interpretación en la que sobran explicaciones al margen. Las dictaduras, al menos la que sufro y conozco al dedillo, se resisten a reformular sus tesis.

Empuñar el martillo cuando lo que hace falta son zanahorias es cosa de locos. Con esos caprichos van a acabar en polvo las astillas de la nación cubana.