LAGRIMAS DE COCODRILO
Lágrimas de cocodrilo
Por Oscar Mario González
LA HABANA, Cuba, julio (www.cubanet.org) – Un viejo lamento mezclado con rabieta, del régimen que gobierna en Cuba, tiene que ver con la supuesta agresión radial que ejerce el “Imperialismo” contra Cuba.
Según el poder isleño son miles y miles de horas radiales y decenas de emisoras todas ellas dedicadas a “confundir” y “engañar” al pueblo cubano. Todas empeñadas en intranquilizar e indisponer al rebaño contra el buen pastor, que de no ser por esa “propaganda tendenciosa”, estaría quietecito, trashumando de vergel en vergel y bajo la sombra protectora de los dos hermanos.
El asunto, así planteado, no puede menos que suscitar la simpatía de cualquier persona bien nacida e inclinar su apoyo hacia el más débil y pequeño. No pocos tontos útiles sucumben ante tal apariencia sin tener en cuenta la posibilidad de que el pequeño sea un simulador o un provocador.
Pero si nos atenemos a los hechos y aplicamos el credo empirista adoptado por Marx de que la práctica es la confirmación de la verdad, nuestra opinión cambia de rumbo.
Cuando cogemos un radio de onda corta y tratamos de sintonizar una emisora extranjera, por más que movamos el selector sólo tropezamos con las ondas radiales de Cuba y Venezuela. Si intentamos sintonizar a Radio Martí es una molestia tan insoportable como inútil. Sólo se escucha un ruido estridente y ensordecedor que algunos identifican como “pito”, otros como “chicharra” y algunos como “gangarria”. Realmente los comunistas, socialistas o populistas se han adueñado de la onda corta.
Los periodistas independientes como personas muy sensibles a la información y sin otras fuentes que no sean las oficialistas, necesitamos de las radioemisoras del mundo libre. De la BBC Radio, de Radio Exterior de España, de Radio Nederland, por sólo citar a las tres más accesibles para los que vivimos en Ciudad de La Habana; todas ellas de una imparcialidad informativa indiscutible y de una variedad de ofertas para todos los gustos. Sin embargo la interferencia nos impide oírlas.
Televisión Marti sigue siendo un anhelo imposible para los cubanos por más que cada nuevo presidente de Estados Unidos prometa a la comunidad exiliada la entrada de esta radioemisora en el espacio televisivo de la Isla. Ya yo no le hago caso a tales promesas.
Sin lugar a dudas, el régimen cubano ha sido exitoso en sus esfuerzos y traquimañas para ganarle la batalla radial al país de mayores posibilidades tecnológicas del mundo. No me extraño, teniendo en cuenta que la difusión de las ondas por el espacio está reglamentada por acuerdos internacionales y la violación de los mismos siempre será más fácil para un régimen totalitario, supeditado a la voluntad del caudillo, que para una democracia con el jefe de estado sujeto a la ley.
Algún día sabremos el costo pagado por el pueblo de Cuba en esta “batalla radial” contra Estados Unidos, entre otras cosas. Pero el totalitarismo está bien claro de que la libertad en el flujo informativo es su mayor enemigo. De que en tal punto no puede ceder porque en ello le iría la vida misma. Que para la censura, “el último hombre y el ultimo chavito”.
El sábado 5 de julio escuchaba con sorna los lamentos de un militar castrista, al parecer de alto rango, cuando se quejaba en el noticiero estelar de las ocho de la noche de los esfuerzos gubernamentales por contrarrestar lo que él denominaba “injerencia radial imperialista”. En realidad eran lágrimas de cocodrilo. Ellos saben perfectamente que en la lucha radial, lamentablemente, han cosechado éxitos visibles. ¿A qué costo? No sé. A tenor de lo que dice el gobierno “sale barato”. Algunos entendidos con los que he hablado dicen que es costoso, e incluso, muy costoso.
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