LAS OTRAS GUERRILLAS
Las otras guerrillas
Por Rafael Rojas
Para hacernos una idea del formidable respaldo que la sociedad civil y las élites cubanas dieron a la revolución tan sólo habría que repasar la lista de más de cuarenta asociaciones cívicas que, en marzo de 1958, pidieron la renuncia de Batista, desconocieron las elecciones y, encabezadas por el Decano del Colegio de Abogados, José Miró Cardona, entraron en contacto con Fidel Castro. Ganada buena parte de la clase política y económica de la isla, los dos mayores temores de Castro eran el establecimiento de una junta militar, que aplacara la insurrección, y un desarrollo rápido de las guerrillas del Escambray que le tomara la delantera.
La mitificación de las guerrillas de la Sierra, en el relato oficial, casi siempre incluye la descalificación, cruda o sutil, de las guerrillas del Escambray. Estas últimas, especialmente las encabezadas por Eloy Gutiérrez Menoyo, William Morgan y Jesús Carreras, han sido presentadas, en dicho relato, como una modalidad de bandolerismo o como grupos violentos con menos capacidad organizativa y consistencia ideológica que los de Oriente. Sin embargo, las tres fuerzas guerrilleras del Escambray, la del Directorio Revolucionario, la de los Auténticos y la del 26, dirigida esta última por Víctor Bordón, se opusieron a Batista con métodos muy parecidos a los de la Sierra.
De aquellas tres corrientes, la más cohesionada y mejor armada fue la del Directorio, bajo el mando de Faure Chomón y Rolando Cubelas. Como han narrado Enrique Rodríguez Loeches y Ramón Pérez Cabrera, estos revolucionarios lograron trasladarse, con una buena cantidad de parque militar, de Nueva York a Miami y allí se embarcaron rumbo a Nuevitas en febrero del 58. Antes de la llegada de Guevara al Escambray, en octubre de ese año, los jefes del Directorio (Raúl Díaz Argüelles, Antonio Santiago García, Gustavo Machín, Alberto Mora, Juan Abrahantes) habían resistido la ofensiva de Batista en los combates de Lindero de Borges, La Diana y Hanabanilla y habían tomado brevemente Sancti Spíritus, Fomento, Güinía de Miranda y el Condado.
En las áreas ocupadas por los guerrilleros se produjo una dinámica similar a la de la Sierra. Allí también los rebeldes controlaron el territorio con una política modernizadora, basada en la alfabetización y la sanidad, en la que jugó un papel protagónico el médico Humberto Castelló. Pero tampoco prescindieron aquellas guerrillas del terror revolucionario: los fusilamientos de Carreras fueron tan abundantes y arbitrarios como los de Castro. Las diferencias políticas entre los tres grupos del Escambray se acentuaron durante el verano y en el momento en que llegan las columnas invasoras de Camilo Cienfuegos y Ernesto Guevara a Las Villas, las tropas de Gutiérrez Menoyo y Bordón estaban al borde del choque militar, debido a que éste último, que había reconocido la autoridad del primero, ahora intentaba despegársele.
( Eloy Gutiérrez Menoyo, primero ala derecha )
En una carta del 14 de octubre de Castro a Cienfuegos --quien, con los ochenta hombres de su columna 2 ''Antonio Maceo'', había sido bien recibido en los Llanos de Santa Clara por una pequeña guerrilla del PSP, al mando de Félix Torres-- aquel ordena que, si es cierta la noticia de que Gutiérrez Menoyo arrestó a Bordón, hay que ''exigirle la inmediata devolución de las armas que pertenecen al Movimiento y la libertad de los arrestados''. Sin embargo, Castro le advierte a Cienfuegos que no ''prosiga el avance'' ni intente ningún acuerdo hasta que llegue Guevara, quien va con órdenes de encabezar, únicamente, a las tropas del 26 de Julio. Si los otros dos grupos quieren unirse, agrega Castro, deberán jurar lealtad a Guevara. Y afirma contundente: ``yo no acepto ningún otro jefe que el Che''.
Guevara no tuvo mayores dificultades para controlar a Bordón, a quien degradó por su alianza con Gutiérrez Menoyo, no sin antes poner buena parte de una tropa de más de 200 hombres, casi el doble de la también exigua columna 8 ''Ciro Redondo'', a su disposición. Más difícil le resultó subordinar a los dos autodenominados ''segundos frentes'': el de Chomón y Cubelas y el de Gutiérrez Menoyo, Carreras y Morgan, los cuales no aceptaron la supremacía de Guevara ni renunciaron al respaldo que, sobre todo el segundo grupo, recibían de Prío y los auténticos. Para los caudillos de la Sierra, cada vez más jacobinos, era inconcebible una guerrilla ''politiquera'', es decir, una organización revolucionaria con ideas constitucionales y democráticas.
( Faure Chomón )
Las instrucciones que Castro dio a Guevara --legibles en De Palacio a Las Villas: la senda del triunfo (2007) de Ramón Pérez Cabrera-- contemplaban la rápida alianza con los comunistas, el control de todos los hombres del 26, la negociación recelosa con el Directorio y el rechazo de los guerrilleros autenticistas. Esa encomienda política, que Guevara cumpliría de manera implacable, provocó fuertes tensiones con el líder de la clandestinidad en Las Villas, Enrique Oltuski, y con los propios jefes militares del Escambray. A pesar de la firma del Pacto del Pedrero, por el cual las dos principales organizaciones revolucionarias coordinaron sus operativos militares, los caudillos de la Sierra marginaron al Directorio en su avance sobre la Habana.
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