SOCIALISMO ¿ POR SIEMPRE ?
SOCIALISMO ¿ POR SIEMPRE ?
Por Luis Cino
El gran complejo comercial habanero es un mal lugar para hablar de justicia e igualdad. Por los alrededores, pululan los vendedores callejeros. Muchos son ancianos o impedidos físicos, mal vestidos y peor alimentados. Para ellos, los departamentos climatizados de la tienda y las apetitosas ofertas de sus cafeterías pertenecen a un mundo lejano e inaccesible.
Se calcula que alrededor de la mitad de los cubanos no tienen acceso al peso convertible. La sustitución del dólar por el cuc no resolvió el problema de las diferencias sociales, sino que cambió el color de los billetes y lo agravó.
Aunque a los gobernantes cubanos les moleste la insistencia en el detalle, hay que recordar que el salario promedio mensual en Cuba es $436 pesos (unos 18 dólares). El gobierno alega que sin incremento de la productividad, no puede elevar los salarios ni erradicar la dualidad monetaria. Menos aún acabar con las desigualdades sociales.
Pueden ser esos algunos de los problemas que, en noches de desvelo, hacen que el general Raúl Castro se pregunte: “¿Estamos haciendo el socialismo?”. Lo confesó durante el interesante discurso con que hizo las conclusiones de la primera sesión ordinaria de la VII legislatura de la Asamblea Nacional.
Casi 21 años antes del discurso del 11 de julio en el Palacio de las Convenciones del Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros, su hermano Fidel Castro anunció “ahora sí vamos a construir el socialismo” y se lanzó al “proceso de rectificación de errores y tendencias negativas”.
Luego vino la debacle del Período Especial. Nadie sabe a ciencia cierta si ya salimos de él. Pero ahora hablan de perfeccionar el socialismo.
Todo parecía ir en dirección a las reformas. Lentas, muy lentas. Con la paciencia de Chan Li Po. Pero entonces hubo un frenazo. Nadie avisó, pero todos lo notamos. El compañero Fidel desconcertó con sus reflexiones en Cuba Debate. Algunos creyeron ver facciones en pugna dentro del Partido Comunista. Pareció que no había más remedio que conformarse con las guaguas nuevas y los dichosos telefonitos celulares.
Pero he aquí que Raúl Castro, en su discurso ante la Asamblea Nacional del Poder Popular, volvió a mover fichas. Sólo que con salvedades tales como advertir que “igualdad no es igualitarismo”.
Por suerte, el general-presidente avisa cuando empieza y termina un chiste. Va a empezar a repartir tierras ociosas. Admite que varias formas de propiedad y producción “pueden coexistir armónicamente, pues ninguna es antagónica con el socialismo”.
Es la misma tesis que sostuvo siempre el viejo Partido Socialista Popular. En su edición revisada de 1961 de “Fundamentos del Socialismo en Cuba”, Blas Roca advertía: “El socialismo no significa la abolición de todas las formas de la propiedad privada”.
El Máximo Líder no pensaba así. En la Ofensiva Revolucionaria de marzo de 1968 arrasó hasta con el último chinchal y los puestos de fritas. Hasta con las victrolas de bolerones de los bares arrasó. Y también con la micro facción. Entonces iba a construir el socialismo. O a perfeccionarlo, quien sabe.
“Ahora más que nunca, socialismo para siempre”, dice un letrero de cartón colgado en un mugriento local de la calle Reina, en Centro Habana. Alguna vez fue una tienda. Hace años que está ocupado por un relojero y una joyera. Se aburren. Apenas tienen clientes. Se ausentan a menudo para comer algo o resolver asuntos personales. En el local no hay agua. El servicio sanitario está clausurado. Los únicos muebles son un par de sillas y un polvoriento buró.
El autor del letrero sabrá por qué, precisamente ahora que hablan de impuestos y de gratuidades indebidas, es conveniente augurar la eternidad del socialismo. Supongo que, al menos él, motivos tendrá.
luicino2004@yahoo.com
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