viernes, agosto 29, 2008

FREE GORKI

Tomado de http://www.elnuevoherald.com

Free Gorki

Por Alejandro Rios

Tanto el jazz como el rock son dos géneros de la música estrechamente vinculados a la libertad. No es casual, entonces, que hayan sufrido los embates de regímenes totalitarios de diverso signo idiosincrásico.

Recuerdo con mezcla de humor y espanto una exposición de libros de Corea del Norte en La Habana donde uno de los numerosos volúmenes teóricos en exhibición la emprendía contra el jazz como si fuera una música creada en el noveno círculo del infierno. Algo que según la idea juche preconizada por Kim Il Sung, debía ser prohibido por su nocividad entre la juventud.

Ni hablar de con cuanta saña la dictadura de Castro en Cuba persiguió a los pioneros del rock en su vertiente más ingenua por los años sesenta y setenta. Aquella dedicada al amor y la sensualidad, lejos de cualquier atisbo contestatario, solamente porque era parte de la cultura del enemigo, algo que se dio en llamar diversionismo ideológico.

Billy Joel y Elton John, entre unos pocos, lograron ofrecer conciertos detrás de la tristemente recordada Cortina de Hierro, con no pocas limitaciones, y aprovecharon la ocasión para insuflar al público del espíritu democrático alentándolos a exigir sus derechos.

Luego, el propio Joel, los integrantes del legendario Weather Report, así como Kris Kristofferson, Rita Coolidge y Stephen Still, entre otros roqueros de significativa fama, participaron en varios conciertos conocidos como Havana Jam, en el teatro Carlos Marx, en marzo de 1979 y, curiosamente, obedecieron todos los estorbos de la celosa policía política sin chistar. En cierto momento, por ejemplo, trataron de establecer una red de comunicación por radio entre el teatro y el hotel de la playa de Santa María donde se hospedaban, para facilitar su labor, y les fue prohibida la iniciativa por razones de seguridad nacional.

Las memorables presentaciones de Havana Jam, estrictamente por invitación gubernamental, fueron apolíticas, en esencia, y no se hizo ningún tipo de pronunciamiento que abogara por la libertad en un país que, cual olla de presión, explotaría meses después con el éxodo del Mariel.

Guardo en mi memoria la cara contrariada de Carlos Rafael Rodríguez y sus secuaces cuando Stephen Stills, cantando Cuba al fin, le dio la vuelta al sitio exclusivo del teatro Carlos Marx donde se sentaba la comitiva del Partido Comunista con su guitarra eléctrica inalámbrica, cual improvisada arma imperialista, toda una inesperada novedad en los predios criollos.

Luego de dilatadas pausas en el tiempo, otros eventos similares han acontecido sin que las celebridades participantes se detuvieran ni un minuto en interesarse por el contexto social opresivo donde debían exhibir su talento. Ni Bonnie Rait, Peter Frampton y Gladys Knight, como parte del concierto Bridges to Havana en 1999, ni los miembros del alternativo grupo de rock Audioslave en el año 2005 preguntaron, por simple curiosidad, qué ocurría más allá del escenario y los hoteles apartados donde pernoctaban.

Por estos días han apresado a uno de sus congéneres, el incómodo rockero Gorki Aguila, figura central del grupo Porno para Ricardo, vinculado de cierta manera al estilo de grupos como los Ramones, The Clash y Sex Pistols y sería una oportunidad dorada para pronunciarse en contra de tamaña injusticia, como si el irreverente cubano fuera un músico de Sudáfrica durante la nefasta política del apartheid o un trovador desparecido por la dictadura de Pinochet.

Curiosamente, son los intelectuales del mundo los que están reclamando la libertad inmediata de Gorki Aguila. Todo indica que el fervor contestatario de ciertos músicos queda reservado para empeños mayores como la guerra, la ecología o la globalización liberal. Cuando Amnistía Internacional, organización ducha en este tipo de eventos, organice el concierto Free Gorki, el líder de Porno para Ricardo ya estará cumpliendo los cuatro años de cárcel común que le tienen reservados por el alto sentido de peligrosidad que ostenta su rock.