ANTES Y DESPUES
Por Tania Díaz Castro
LA HABANA, Cuba, septiembre (www.cubanet.org) - Los huracanes se ensañan sobre todo con la pobreza, contra viejas y deterioradas viviendas, con edificios mal hechos y débiles ventanas pegadas con saliva de cotorra. En una palabra, con construcciones de bajo costo, única opción del socialismo cubano para la clase trabajadora.
Luego que pasan los huracanes, dejando una estela de dolor y caos en las familias que habitan esas viviendas, llegan las preguntas y respuestas difíciles de callar.
Cuba comenzó a retroceder en el tiempo mientras era azotada por el huracán de 1959, con una intensidad mucho mayor que la de Gustav. Si por estos lamentables días el huracán nos hizo tanto daño, se debe a que nuestra isla no ha tenido el desarrollo que podría haber logrado en su último medio siglo de existencia.
Casi todas las casas que se llevó Gustav eran demasiado viejas. Correspondían a aquel pasado, llamado “triste y capitalista”.
Pero, ¿qué viviendas ha brindado el régimen castrista a la población más pobre del país? En algunos casos, edificios mal construidos por brigadistas sin apuro alguno, que a los pocos meses de inaugurados presentaban filtraciones y roturas graves. Los trabajadores cubanos no han tenido medios para construir viviendas a su gusto y lo mejor posible. Como si no hubieran trabajado, ni siquiera han tenido recursos para cambiar una ventana, una puerta o sustituir unas tejas. Han tenido que conformarse con su mala suerte.
Hoy, después que el régimen se ha dedicado durante décadas a pelear guerras ajenas, enviar miles de trabajadores a decenas de países y mantener en prisión a otros miles, sancionados por una infinidad de delitos impensables en otras latitudes, el saldo es nuestra miseria abismal. La vivienda y el bienestar del trabajador nunca han sido lo primordial para el castrismo, sino “crear dos, tres, muchos Viet Nam”.
Los atrasados pueblos de Los Palacios, Herradura, Paso Real, San Diego, Paso Quemado, y tantos otros, son reflejos de la miseria y el atraso que vive nuestro país.
Sí, es cierto que Gustav fue un algo infernal con ráfagas de vientos de más de 300 kilómetros por hora, pero el otro huracán que nos ha azotado y aún se mantiene azotándonos después de medio siglo, ha sido peor. Algunos ingenuos ni cuenta se han dado; para ellos, las planchas de asbesto cemento que el gobierno supuestamente les entregará para arreglar sus techos, frías en el invierno y muy calientes en el verano, son suficientes para estar contentos. Tal vez, es lo que se merecen.
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