LA GUARDIA DEL COMITE
La guardia del comité
Por Oscar Mario González
LA HABANA, Cuba, septiembre (www.cubanet.org) - La guardia de los Comités de Defensa de la Revolución (CDR) ha sido la actividad que mejor identifica a los miembros de esta organización. El primer y más elemental deber de un “cederista” fue, durante décadas, realizar la guardia de vigilancia en su cuadra residencial.
Pero desde hace algunos años, aún bajo la batuta del Comandante, este elemental deber, base y sustento de la organización, ha venido decayendo a la vista de todos sin provocar mayor algarabía y sin suscitar acciones para impedirlo. Algo así como la muerte de un enfermo grave cuyo esperado desenlace no causa sorpresa, y que en el fondo casi todos desean.
El cese de las guardias cederistas es, sin lugar a dudas, una de las novedades que más alegría ha causado a la población. Un regocijo que no se expresa públicamente pero que se disfruta y comenta entre amigos de confianza y entre familiares. Considero bien difícil su reaparición por el desánimo generalizado de los cubanos hacia las mismas. Los naturales del Archipiélago las consideran, además de fastidiosas e inoportunas, totalmente inútiles.
El asunto, pese a todo, provoca inquietud en la prensa oficialista según se desprende de un reportaje aparecido en el órgano oficial del Partido Comunista, el rotativo Granma, que como es de todos conocido no se dedica al quehacer noticioso sino a difundir la propaganda dictada por los ideólogos del régimen.
Según el reportaje, el implicado directo en el asunto, Juan José Rabilero, coordinador nacional de los CDR, “considera como una de las razones de cierta apatía en alguna gente el que en estos tiempos los barrios no viven en una situación de intranquilidad y amenaza como en los días iniciales de la Revolución”.
Mi impresión periodística avalada por el diario contacto con el quehacer nacional en mi relación con el hombre y la mujer de a pie, habla de lo desacertado del juicio emitido por el coordinador nacional: el cubano no quiere saber de guardia alguna. Y no porque se sienta tranquilo, pues nunca antes en la historia de este país la seguridad ciudadana se vio tan amenazada ni el isleño vivió con tanta zozobra. Resultado de la intranquilidad es que nadie quiera salir de noche, y que tal decisión sea privativa de algunos jóvenes, los cuales no lo hacen sino en grupo y bajo el imperativo de la necesidad de distracción propia de la edad.
Definitivamente, a los comités les pasó su “cuarto de hora”. La propia Seguridad del Estado que siempre representó su marchantería natural parece desestimar sus servicios y preferir la colaboración de chivatos más “profesionales”. Los trabajadores sociales, miembros de Ministerio del Interior y de la Asociación Nacional de Combatientes parecen ser las fuentes de información más confiables a la hora de necesitarse un informe más coherente y creíble
Los CDR, y es tal vez su único merito histórico, por el íntimo contacto con la población, han asumido, durante los últimos años, el liderazgo del “invento criollo” a nivel de cuadra, lo cual les ha obligado y, no pocas veces identificado, con la trasgresión de las rígidas y asfixiantes normas de la legalidad socialista.
A la guardia del comité sólo le queda que la acompañemos en su velorio. Se fue volando lentamente ante la mirada indiferente de todos. Creo que nunca la enterraran de modo oficial. En el interior del país aún se juega a que se hace, pero en La Habana y otras importantes ciudades está como la mecha de un candil sin keroseno. Tal vez las autoridades formen su revolico aparentando revivirla, pero de nada servirá. Es un cadáver viviente al que sólo falta el certificado de defunción.
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