CELIA CRUZ SE DICE ´ SELIA CRÚ ´
Celia Cruz se dice 'Selia Crú'
Por Raúl Rivero
Ese lugar común que dejó seca cierta poesía amatoria del pasado para describir la boca de la mujer cantada («labios rojos...»), tiene una traducción musical y resonante en el habla popular caribeña: «Bembá colorá». Y ese es el título de una pieza musical que Celia Cruz cantaba como un himno privado. Un himno que vuelve ahora en el disco póstumo Su música por el mundo.
La selección de piezas incluye actuaciones en vivo de la cantante durante sus giras internacionales. Además de esa pieza de Claro Fumero, se puede escuchar a la artista cubana en otros números clásicos de su repertorio como Que le den candela, La vida es un carnaval, La negra tiene tumbao, Bamboleo, Usted abusó y Químbara. El álbum, que acaba de salir a la venta, contiene una colección de fotos inéditas de Celia Cruz, fallecida en el verano de 2003 en Nueva Jersey, a los 78 años y después de un exilio cuya desolación no pudo aliviar nunca ni la gloria que le dio el talento.
Hace cinco años de aquel paseo final hasta el cementerio en una carroza tirada por caballos blancos. Para quienes la conocieron de cerca, aquel desfile fue una escena irreal porque tenía a la ciudad de Nueva York como trasfondo y porque se otorgaban los títulos solemnes de Reina de la Salsa y la Guarachera de Cuba al cuerpo vencido de una muchacha del barrio habanero de Santos Suárez que sólo quiso ser maestra de escuela y tener seis hijos.
La alegría invencible de sus actuaciones, el ritmo de sus movimientos en el escenario y la calidad de su voz la convirtieron en un personaje universal. Una figura que en los últimos años de su vida -por su apariencia espectacular (pelucas de colores, tacones altos, batas como carpas de circo) y su cruzada contra la vejez- era también un escándalo biológico.
Detrás de esa mujer fogueada y real, eficaz en la esgrima con la prensa y las batallas con las multitudes que llenaban estadios y salones para verla y escucharla, seguía emboscada la cubana a la que la dictadura le negó la entrada a su país para asistir al sepelio de su madre.
Con la estrella internacional andaba siempre por el mundo una señora que, en República Dominicana, salía sola a los jardines a oler el perfume del galán de noche, la flor cuyo aroma le recordaba su niñez en Cuba.
Es cierto, esa otra mujer escurridiza no abandonó nunca a la artista. Ni siquiera cuando cantaba Bemba colorá ante el micrófono y miles personas (en Cali, Panamá, Acapulco o San Juan) repetían «co-lo-rá» después de cada inspiración suya, como si hubieran ensayado durante años con la disciplina de un coro profesional. Los versos con los que solía terminar esa pieza hablan de un pájaro preso que revolotea en su jaula porque quiere ser libre. Pobrecito / cómo sufre, cantaba Celia. Entonces, y seguro que a dúo con la muchacha de Santos Suárez que siempre iba con ella, remataba de esta manera: Yo como/ el pájaro quiero/ mi libertad/ recobrar.
Bemba Colora. Celia Cruz & Fania All Stars en Cali. 1995
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