COMO EL ALACRÁN
Como el alacrán
Por José Hugo Fernández
LA HABANA, Cuba, octubre (www.cubanet.org) - Cuentan que el alacrán es un suicida rabioso que se mata con su propia pezuña cuando se ve acorralado y sin posibilidades de escape. A primera vista no parece ser el caso de nuestros mandarines, quienes han preferido siempre clavar el aguijón en el pescuezo ajeno, por más perdidos que se vean. Sin embargo, como nada en Cuba termina siendo lo que parece, podría suceder que finalmente resulten ser más alacranes de lo que ellos mismo creen.
Su proceder de los últimos tiempos no apunta en otra dirección. Y lo peor, para ellos, es que nuestra gente de a pie demuestra entenderlo así, quizá por vez primera.
El aferramiento de esta cúpula de ancianos sin luces al discurso rancio y hueco de toda la vida, justo en momentos en que –también por vez primera en medio siglo- se filtran en la Isla, furtivamente pero con desacostumbrada cotidianidad, noticias reales sobre el mundo real. La indolencia gubernamental, cada vez más evidente y burda, ante la pobreza, el deterioro y el estancamiento del país. El uso abusivo de su impunidad como sátrapas cuyos intereses cada vez tienen que ver menos con los del pueblo... He aquí algunos de los síntomas que adelantan un posible final de alacranes para nuestros mandarines, sean o no conscientes de ello, y aun quiéranlo o no.
Justo en esa dirección podemos ubicar hoy el reflorecimiento de sus prácticas represivas.
Otra vez el régimen confunde el respeto con el miedo. Así que intenta meter por el aro al pueblo mediante operativos policiales, activando sus reservas de delatores, estimulando el abuso y creando en general una atmósfera de acoso con la que, según proclaman sus voceros, se busca restablecer el orden, un término que para ellos también procede de tranca, como el término tranquilidad.
Cualquiera con la cabeza sobre el cuello sabe que para lograr el restablecimiento del orden en un país que ha sufrido decenios de caos, miseria y corrupción extrema, habría que empezar por emprenderla no contra la población, que es la víctima, sino contra las causas esenciales del desorden.
Igualmente, a cualquiera que tenga los ojos donde van, le bastaría un somero planeo sobre la geografía cubana y un leve repaso a nuestra historia, para constatar que los fundamentos del desorden radican en el sistema que nos desgobierna desde hace cincuenta años, condenado a un círculo vicioso interminable e inhumano: caos en torno al caos en torno al caos, precisamente por los mismos que ahora intentan imponer el orden a la brava.
También cualquiera con dos milímetros de seso sabe que a palos ni el plátano madura. Y que dominar no significa gobernar sino exactamente lo contrario.Tal vez puedan ser estos algunos de los motivos que delatan la vocación de alacranes de nuestros mandarines. Una vocación bien tardía sin duda y que aún más que de su filosofía obtusa, pudo haber surgido de las circunstancias provocadas por ellos mismos, de la rueda de fuego en que están metidos por su testarudez.
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