Hoy, 24 de septiembre, se cumplen 8 años de la muerte de Heberto Padilla.
( Un día de playa en el Club Ferretero de Miramar, cerca de casa: Ernesto (con 3 años), Pablito, el hijo del poeta Pablo Armando Fernández, Heberto y yo. Año 1975. )
Para recordarlo como se merece, copio aquí el poema ¨Día tras día¨, de su libro El hombre junto al mar, publicado por Seix Barral en 1981.
Cada noche me libras
de la corona turbia
que amenaza las horas de mi felicidad
y llegas en puntillas lentamente
y me arrancas los ojos de humanista
susceptibles al sueño
de modo que la muerte no puede seducirme
Definitivamente soy tu modelo azul
temblando en cualquier agua en que tú me sumerjes
La flor monumental para el salón de té
de las embajadoras que ignoran nuestros nombres
Este es un poema con una anécdota: en 1976, un funcionario cubano del Ministerio de Relaciones Exteriores, tras ver mis pinturas, se llevó un grupo de ellas que yo tenía sin enmarcar, a fin de escoger algunas para su compra. Y antes de marcharse me encargó que pintase una muy especial, grande, para uno de los salones de alguna embajada cubana en el exterior. El funcionario, por lo visto, a quien yo no conocía y no recuerdó cómo se enteró de mis pinturas, ni sé su nombre, de seguro ignoraba entonces que vivíamos en el ostracismo absoluto.
Llena de ilusiones y optimismo, sobre todo porque necesitábamos el dinero, pinté una enorme flor sobre fondo azul --azul colonial, le llamo yo--, al óleo, aprovechando la tela de un antiguo cuadro, y al cabo del mes se lo llevé a su despacho. Recuerdo la expresión compungida de su rostro cuando me dijo: ¨Lo siento, no puedo comprarte nada a ti, ninguna de tus obras. Yo no lo sabía¨, y me devolvió el rollo de cartulinas con las pinturas que tenía para escoger. A esa ¨flor munumental para el salón de té de las embajadoras que ignoran nuestros nombres¨ se está refiriendo Heberto en su poema, y también cuando dice ¨definitivamente soy tu modelo azul¨.
Recuerdo que fue el 8 de marzo de 1976, Día Internacional de la Mujer, y en la UNEAC (Unión de Escritores y Artistas de Cuba), donde yo trabajaba, se iba a celebrar el habitual almuerzo en homenaje a las mujeres de allí, servidas por los hombres. Todavía con lágrimas en los ojos, Ricardo Barrero, el inolvidable fotógrafo de mi vida habanera --- pues no sé cómo se las arreglaba para estar siempre a mi lado en los momentos inolvidables--, me retrató sentada a aquella mesa, al lado de mi no menos inolvidable y querido amigo, el pintor español/cubano, José Cid.
Extrañamente este ejemplar que conservo tiene una larga dedicatoria, la mitad en alemán, dirigida a su amigo, el poeta Hans Magnus Enzensberger, y está fechada en abril 21 de 1981. Definitivamente nunca le envió el libro a Magnus, o quizás le hizo llegar otra copia.
!En paz descanse mi querido Heberto!
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