NO HAY MÁS NÁ
Por Oscar Mario González
Playa, La Habana, diciembre 4 de 2008, (SDP) En el lenguaje popular de hoy existe una frase muy recurrente que refleja con exactitud el estado de ánimo de la población: “no hay más ná”.
Ella expresa la impotencia ante la imposibilidad de cambiar la realidad o mejorarla. Sentimiento inevitable luego de medio siglo navegando sobre borrascas y tormentas, al cabo de lo cual, la fatalidad se adueña del espíritu hasta hacernos creer que la nave nunca llegará a puerto seguro; desesperanza que enerva la voluntad y donde la frase, “no hay más ná”, parece ser un valladar contra la angustia y la desesperación.
“No hay más ná”, responde desde la cantina el bebedor de cerveza dispensada (vendida a granel) al saludo del amigo que pasa por la acera a las siete en punto de la mañana; recostado al mostrador y con un vaso rebosante en la mano.
Algo similar sucede con los jóvenes agrupados en la esquina en torno a una botella de ron casero, en pleno horario de trabajo, al ser interpelados por un amigo con el saludo más generalizado:
-¿Qué bolá, mi gente?
-Aquí, acere, desconectando. “No hay más ná”
También la jinetera vendedora de amor barato, cuando va y viene taconeando sobre el asfalto del malecón habanero, al encontrarse con la amiga y homóloga en el oficio de cabalgar.
-¿Qué tal, fulanita?
- Ahí, menganita, en la lucha. “No hay más ná”.
El gerente de la tienda que disfruta de unos mojitos aromatizados con hierba buena, en la piscina del hotel de cinco estrellas, en compañía de una veinteañera, responde con un “no hay más ná”, a su amigo, el administrador del hotel. Ambos camaradas se miran y se sienten orgullosos de sus historias de sacrificio por la patria y tal idea les hace sentirse acreedores de darle al cuerpo y a la mente un poco de asueto y distracción.
El jovencito que cursa la enseñanza secundaria, empastillado (drogado) y medio turulato, responde al saludo de su profesor:
-Aquí, profe, en el “desconecte”, “no hay más ná”.
La muchachita del pre (alumna del preuniversitario) con sus trece años recién cumplidos, es alertada por su madre para que no practique sexo con su noviecito a edad tan prematura. A pesar de los consejos maternos, la chica sale embarazada y al confesárselo a su progenitora, se entabla un careo entre ambas. La madre no entiende de razones hasta que la niña la convence con el siguiente argumento: ¿y que iba a hacer mami?; si “no hay más ná”.
También a la “beba” de diez, cuando es instruida en materia de educación sexual por la doctora del consultorio medico, se le explican las precauciones que ha de tener para no salir embarazada y al mismo tiempo se le persuade de las bondades y la legitimidad del sexo, que además de estar al alcance de todos, ha de ser practicado por todos porque, a fin de cuentas, “no hay más ná” y antes de que se lo coman los gusanos, que lo disfrute un cristiano.
También el niño que se entretiene halándole el rabo al gato, al ser requerido por la abuela, le sugiere a ésta con lastimoso ruego: “abuela, déjame jugar con el gatico. Mira que “no hay más ná”.
osmagon@yahoo.com
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