sábado, enero 17, 2009

CON MI PUEBLO, POR DESGRACIA

Con mi pueblo, por desgracia

Por Dora Amador

Me animaba escribir sobre la decisión de los diputados chilenos, Patricio Walker y Renán Fuentealba, de no ir a Cuba junto a la presidenta Michelle Bachelet en febrero si ésta no se reúne con representantes de la oposición. Como una piedra en el pecho me ha pesado siempre la insolidaridad latinoamericana con el pueblo cubano. Y he aquí un chileno democristiano que no sólo se niega a ir con Bachelet, sino que hace posible, junto a otros democristianos, que la Cámara de Diputados de Chile aprobara un proyecto para solicitar a la Presidenta que pida a La Habana el fin de las detenciones por motivos ideológicos y la liberación de todas las personas encarceladas por estar en contra del régimen de Fidel Castro. La iniciativa fue aprobada por 52 votos a favor, uno en contra y seis abstenciones.

Pero paso a otro asunto que me siento obligada a aclarar brevemente. Y es el repudio expresado en la edición digital del diario en contra mía por el artículo Preparada para ir a Cuba, publicado el pasado 3 de enero. El motivo de los insultos es el deseo que expresé de viajar a mi país si Barack Obama elimina las restricciones de los viajes de los cubanos a Cuba y Cuba elimina las restricciones del permiso de entrada a sus ciudadanos. Dije que quería ir cuantas veces quisiera, viajar libremente por mi tierra, donde nací, y que cuando cumpliera los 62 años, contando con el poco dinero de mi retiro querría establecerme allá, aun si no se ha alcanzado la anhelada libertad.

( Dora Amador y Dagoberto Valdés, ahora exDirector de la revista Vitral de la Diócesis de Pinar del Río, cuando éste visitó Miami hace unos años )

Me atacan también porque sugerí el establecimiento de barcos para quien quisiera llevar para Cuba autos, muebles, electrodomésticos y mudadas enteras si se abren las puertas a los cubanoamericanos. No voy a repetir aquí el contenido de estos comentarios que aparecieron en la edición digital del periódico. Pero sí voy a aclarar algo.

Me permitieron entrar a Cuba en 1978 y en 1998. Pero me negaron la entrada durante la visita del Papa, cuando iba con un grupo de peregrinos. Y me la negaron cuando intenté regresar definitivamente a partir de 1998, aunque esta vez el permiso no sólo lo pedía yo, sino la congregación religiosa a la que había entrado como postulante ese año. Cuando comprobé en diciembre de 2000, estando en Chile y habiendo terminado mi primer año de noviciado que decididamente no me permitirían entrar a Cuba, dejé la congregación y regresé a Miami. No se puede entrar en una congregación religiosa con condiciones, la mía era ir a Cuba. Llegué aquí sin trabajo, sin carro, sin casa, sin muebles, sin nada, porque antes de irme lo había dejado todo, la mayoría de las cosas las regalé, otras las vendí muy barato. De todas formas no poseía tanto. Cuando llegué me fui a vivir a un apartamentico detrás de una casa de la Pequeña Habana por el que pagaba $300 mensuales y con el poco dinero que tenía compré un carro muy barato, que todavía uso. Gracias a Dios sobreviví sin empleo por seis meses.

Hoy vivo en una comunidad religiosa laica de espiritualidad franciscana. La casa le pertenece a una de ellas. Yo no poseo nada, excepto lo que cabe apretado en un cuarto: cama, escritorio, computadora, butaca para leer y descansar, televisor y un librerito. Por tanto no son mis planes ir con posesiones a disfrutar de un retiro. Me voy sin nada, a incorporarme a la sociedad civil, a unirme a la obra evangelizadora de gente de fe, que quiero y está abiertamente en contra del gobierno. Yo no sólo me reuniré con la disidencia, quiero ser parte de ella pacífica, amorosa, reconciliadoramente. Termino citando unos versos de Anna Akhmatova (1889-1966), una poeta ucraniana a quien le fusilaron el marido en Rusia en la década del 40, opositora radical al comunismo:

Ni bajo extraño cielo,/ ni al amparo de alas extrañas,/ que estuve entonces con mi pueblo/ donde mi pueblo estaba por desgracia.