CUBA: TENÍA ORDEN DE DAR PALIZAS A LOS PRESOS POLÍTICOS
«Tenía orden de dar palizas a los presos políticos»
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Abel López Pérez cuenta cómo se convirtió en opositor pacífico, después de haber estado al servicio de la Seguridad del Estado.
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Por Luis Felipe Rojas
Holguín | 08/01/2009
Criado en el ambiente callejero de la parte oeste de la ciudad de Guantánamo y conocido por su fama de guapetón, Abel López Pérez, hoy opositor pacífico e integrante del Movimiento Cubano de Jóvenes por la Democracia, reveló en una tarde de invierno cómo se hizo miembro activo del Trabajo Operativo Secreto (TOS), cómo adquirió notoriedad por ser el que más armas de fuego logró arrebatarles a los delincuentes y cómo se transformó de agente "Tamayo" en un ex preso político que ha pasado por la experiencia de la huelga de hambre y que ha llegado incluso a coserse la boca en señal de protesta por los abusos.
(Abel López Pérez. (LFR) )
Trabaja en la oposición pacífica, siente "una gran deuda con los opositores" y quiere reparar el daño que pudo haber hecho. Se inició porque le animaba la idea "de limpiar de armas de fuego" a la sociedad.
Llegó a tener éxito dentro del TOS, pero, ¿cómo se inició?
Fue por el año 1992 ó 1993. Me reclutó el oficial Nápoles, en el Combinado de Guantánamo. Yo cumplía una sanción de dos años y me agradó la idea de interceptar las armas de fuego que estaban en manos de los delincuentes. Este oficial me llevó ante un jefe de departamento de la policía política, el mayor llamado Pablo Londres. La misión era recuperar las armas. La idea me agradó y pasé a ser el "agente Tamayo" para el TOS.
¿Qué entrenamiento recibió?
Recibí una mínima capacitación. Según ellos, yo era un tipo inteligente. Pasé cursos rápidos de "sonsacamiento", comportamiento operativo y sobre el modo de cuidarse los agentes. Varias veces me hicieron saber que ellos me cuidaban bien.
¿Dónde se hizo este primer contacto?
Fue en una mansión, en una casa de visita que tiene la Seguridad del Estado (SE) en el Reparto Obrero, aquí en la ciudad de Guantánamo. Y en la prisión, en una oficina en el edificio de la Guarnición.
¿Y cuál fue su primer trabajo?
En 1993 se había perdido un Colt 38 de un alto dirigente de la Revolución en La Habana y dieron la orden de recuperarla en tiempo récord. Cuando me llamaron, me dieron los nombres de los posibles poseedores y salí a buscarla. Fue fácil, yo era un tipo marginal y enseguida la localicé.
En una reunión con los altos oficiales del TOS me entregaron 750 pesos para comprarla, pero no hizo falta, porque incluso le arrebaté el arma al individuo y lo entregué todo a los oficiales… Así fue como me di a conocer de una manera exitosa en el TOS, fue de forma dramática. Enseguida vinieron las felicitaciones de la dirección de la Seguridad del Estado.
¿Cuántas armas más ocupó?
Cerca de doce. Para esto, casi siempre me entregaban dinero. No siempre, ¿eh? La primera vez, el agente Nápoles consultó con la jefatura y me indicaron quedarme con la suma total. Yo no quería el dinero, me sentía bien haciendo aquello contra los delincuentes peligrosos. En ese momento no sabía, de veras, que estaba ayudando a la dictadura.
¿Pudiera describir otras operaciones?
Sí, mira, casi siempre fue en la ciudad. En una ocasión utilicé el ardid de que iba a formar una banda armada y necesita ser yo el que la controlara. Así recogí algunas, sin que mediara el dinero. De alguna manera tenía que justificar la acción ante los jóvenes delincuentes. Ellos de verdad creyeron que en un momento dado yo les entregaría las armas.
También fui a Santiago de Cuba y Holguín, a localizar armas robadas aquí. Siempre las capturaba de manera dramática, por eso me hice famoso entre los del TOS.
Ya era un agente reconocido, pero no de escuela, no un oficial. ¿Cómo era su relación con ese cuerpo de oficiales?
Allí todos reconocieron lo que hice en poco tiempo y fue imposible que se filtrara entre ellos la información. Tanto el mayor Pablo Londres como el teniente Nápoles me tenían buen aprecio hasta entonces. Pero la jefatura y yo mantuvimos muy difíciles relaciones. Esa primera arma de la que le hablé fue una discordia, pues todos los departamentos la querían para tener el reconocimiento del alto mando.
El teniente coronel Sevila, entonces jefe de la Policía Nacional Revolucionaria, la emprendió contra mí. Descargó su ira contra mí y el teniente Nápoles, que e iba ascendiendo por su buen trabajo. El hoy teniente coronel Calzadilla, jefe del Control Interno, me hizo proposiciones, me habló mal de los del TOS, diciendo que eran unos promiscuos, que hablaban todo, que él no, que sus informaciones sólo las sabía un general en La Habana. Y así, pero yo no acepté.
Siempre que tuvo oportunidad intentó reclutarme para Control Interno. Me exigía los detalles de las operaciones, que si Nápoles se quedaba con el dinero, que si participaba directamente en las operaciones. Ahí empecé a decepcionarme bastante. A eso ayudó el capitán Muguercia, que se encargó de hostigarme y seguirme cada paso. Aun así, todos querían tenerme en su departamento.
Se sabe que estimulan material y "moralmente" a sus hombres, ¿cuánto le tocó a usted?
Fui condecorado con la Medalla al Valor. Eso fue en una casa de la Seguridad del Estado, exactamente en Cuartel, entre 6 y 7 Oeste. Los agentes del TOS me llevaron allí, me dieron varios regalos (prendas de vestir, zapatos, dinero, un fin de semana en una instalación hotelera de Baracoa). Allí me comunicaron del otorgamiento de la Orden al Valor, pero que como era agente secreto, no se me podía entregar.
¿Y qué otros trabajos le tocó hacer?
Al principio acepté lo de las armas de fuego, porque me pareció algo útil. Pensaba era una manera de limpiar la sociedad, ¿no? Entonces ya habíamos recogido más armas que en ninguna otra provincia y me pedían dar los nombres de quienes se expresaban en contra de la Revolución, contra sus dirigentes principales, todo lo que se hablara en el barrio, y no acepté. Mi conciencia me hacía rechazar aquellas cosas. Yo no era un chivato. Por algo me había convertido en el exitoso "agente Tamayo".
¿Y dentro del penal?
Mira, la Seguridad y sus servicios de inteligencia tienen métodos refinados para dar órdenes. A mí se me acercó el mayor Pablo Reyes. Me indicó darle una paliza al opositor Indamiro Restano, aduciendo que era un contrarrevolucionario, un revoltoso.
Yo no tenía idea de qué era la oposición pacífica. Me acerqué a Indamiro y comprobé que no era ningún tipo peligroso como me decían, y no lo hice. Después de 2003, me marcaron a Jorge Olivera Castillo, de la causa de los 75, para que lo hostigara. Fíjate que calificativos usan, que no se sabía quién era… un tipo peligroso también, decían. Y descubrí que Olivera era un hombre armonioso, que transmitía amor y cordialidad por todos lados. Los presos políticos aconsejaban a los comunes para que nos fuera mejor en nuestra prisión.
¿Hasta dónde pudo llegar? ¿Cuál fue el ambiente que usted percibió en la jefatura del MININT?
No se puede generalizar, pero existe una gran corrupción. Hay entre ellos mismos una gran pugna por el poder. Allí hay racismo y una prepotencia sin límites.
¿Cuándo decidió abandonarlo todo?
Venía disgustado, pero fue en una ocasión en que el teniente Nápoles me citó para la jefatura de la unidad conocida como Parque 24. Me tropecé allí con el capitán Máximo. Éste me pide que trabaje con él una operación antidrogas, y yo le contesto que él sabía con quién tenía que consultarlo. Sacamos una gran discusión. Allí me dijo que quién yo me creía que era, que yo era un vulgar soplón. Me llamó soplón.
Aquello acabó con mi vida. Me pasé días encerrado en casa, mi familia me preguntaba si tenía problemas. Empecé a entender que, por muy noble que fuera mi trabajo, yo estaba al servicio de una dictadura.
Eso fue lo que me hizo pensar en Indamiro, Olivera Castillo, Alberto Martínez y otros opositores. Después volví a prisión por "desacato a Fidel Castro" y conocí al líder opositor Néstor Rodríguez Lobaina. Esa manera en que inventaron el desacato, fue una señal de que ya no les servía para nada.
¿No se comunicaron más con usted? ¿Era ya un agente "útil"?
Sí, en la segunda condena intentaron reclutarme. Dijeron que ese oficial se había equivocado, que no era la postura de la Revolución. Hicieron de todo para reintegrarme al TOS. Cuando conocí a Néstor, en el campo de trabajos forzados de La Bamba, me pidieron que me acercara a él, querían inventarle una imagen de homosexual. Fue lo que se dijo, y que colaboraba con la Seguridad. Insistieron hasta el día en que los rechacé de plano.
¿Y cómo "salta" a la oposición?
Sabía que intentarían acusarme de chivato. La Seguridad tiene sus medios para ellos, y funcionan. Fundé el Movimiento de Resurrección Martiana y enseguida me enviaron a prisión. Alí reorganicé el movimiento. Siempre me he sentido en deuda con la oposición por lo que hice y he querido repara cualquier daño, pero lo hago trabajando. Integré el Presidio Político Pedro Luis Boitel. Cuando salí, me uní al Movimiento Cubano de Jóvenes por la Democracia, a Enyor, Rolando, Yordis y Corrales y es cuando adquiero una verdadera conciencia acerca de la oposición pacífica.
¿No teme a la represalia de esos "órganos de inteligencia"?
Ya han intentado matarme. Buscaron a un delincuente apodado Pirindingo, pero no tuvo el valor y me lo dijo, no lo hizo. Eso lo puedo corroborar cuantas veces sea necesario. En 2007, encargaron al reo común Alexis Rodríguez Guibert, alias Chimao, para que me asesinara, y tampoco lo hizo. Estas personas están dispuestas, hasta ahora, a declarar a la hora que sea.
El 23 de julio de 2007, un oficial de Orden Interior, en el campo de trabajo forzado, El Organopónico, me lanzó delante de un vehículo. Todavía hay que operarme de un hombro, se me prolongó la hernia discal y tengo la marca de una herida en el rostro. Cuando fuimos a los tribunales, la conclusión fue que yo había intentado matarme. Después vino la instructora y dijo que yo había atentado contra la vida del oficial. Por eso fue la huelga de 32 días, que concluyó con mi liberación y con el archivo del supuesto desacato.
Yo no tengo miedo, porque yo salí de las tinieblas a la luz. Por eso doy gracias a Dios.
© cubaencuentro
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