viernes, febrero 13, 2009

EL CINCO DE SEPTIEMBRE DE 1957

EL CINCO DE SEPTIEMBRE DE 1957


Por Capitán Gastón Bernal

El cinco de septiembre de 1957 se produjo en Cuba un alzamiento revolucionario contra la dictadura de Fulgencio Batista. Fue éste un moviento cívico, militar, naval y policíaco, junto a elementos de organizaciones civiles, todos opuestos al gobierno de facto establecido por el golpe de estado del 10 de marzo de 1952.

Entre la fecha del golpe y la del levantamiento de Cienfuegos (que fue una verdadera rebelión) hubo varios conspiraciones contra Batista. Uno de las más conocidas fue la que dirigió el Dr. Rafael García Bárcena en abril de 1952. En ese movimiento estuvo involucrado el entonces Primer Teniente Antonio Michel Yabor, quien fue condenado a varios años de prisión en el juicio que se le celebró a él y a otros conspiradores. Los condenados fueron amnistíados cuando también lo fueron Fidel Castro y sus cómplices en al ataque al Cuartel Moncada.

Hubo después otros movimientos y conspiraciones de menor relevancia.

Alrededor del cuatro de abril de 1956 se produjo una gran conspiración en el ejército con el fin fin de derrocar al régimen de Batista, por sus desmanes, corrupción e ilegalidad, así como por la incompetencia de la alta oficialidad . Sus dirigentes eran todos oficiales de academia, con gran prestigio dentro de las fuerzas armadas. Sus nombres eran:

Coronel Ramón Barquín López

Teniente Coronel Joaquín Varela Castro

Comandante Enrique Creso Borbonet

Comandante Orihuela Torra

Capitán Ernesto Despaigne

Capitán Hugo Vázquez

Primer Teniente José Fernández Alvarez

Primer Teniente José Planas de la Torre, P.A.

Primer Teniente Raúl Travieso, P.A.

Primer Teniente Manuel Villafaña. P.A.

A todos estos oficiales les fueron impuestas penas de prisión. Hubo otros muchos que nunca fueron descubiertos y que quedaron en servicio , participando después en otras conspiraciones ( entre ellos el autor de este trabajo). A los oficiales condenados por esta causa se les conoció en las fuerzas armadas como "los Puros".

A los pocos días de este acontecimiento se produjo otro hecho que estremecería a la nación cubana. El 29 de abril de 1956 ocurrió el ataque al Cuartel Goicuría en la ciudad de Matanzas. Muy poco tiempo después, un amigo y pariente mío, persona de mi entera confianza, me informó que quería hablar conmigo. Cuando tuvimos la entrevista, me dijo que pondría a mi disposición un grupo como de cien hombres que estaban dispuestos a emprender cualquier acción contra el gobierno de Batista. Pero luego, no tuve más contacto con él. Era evidente que no tenía plan alguno.

A principios de Julio de 1957, una señora, también parienta mía y casada con uno de los líderes de la conspiración de "los Puros", me dijo que estaba en contacto con los jefes de un movimiento que se estaba gestando en la Marina de Guerra, junto a miembros civiles de la oposición. Estos eran, entre otros, Justo Carrillo, Aureliano Sánchez Arango, Antonio de Varona y Carlos Prío Socarrás. La persona a través de la cual tenía sus contactos era nada menos que el Dr. Teobaldo Cuervo, un medico que era amigo mío y quien a más de haberme curado de una ictericia y, anteriormente operado un pié ( a causa de un accidente de motocicleta ), había operado a un hijo mío de una mano. ¿ Podría tener confianza en él? . Esa misma noche, después de averiguar su teléfono en el Hospital Militar , lo llamé diciéndole que me dolía la herida en el pié que me había operado y, sin esperar que me invitara a su casa para revisarme, me dirigí a su residencia. Cuando me recibió, empecé a hacerle un cuento y, después de unas cuantas pregunats y respuestas fuí al grano. Le dije, que en realidad no me dolía nada, que yo sabía por mi parienta lo que se estaba gestando, que él estaba involucrado y que yo quería participar. Me contestó que estaba muy contento de mi solicitud porque hasta ese momento no había ningún piloto en la conspiración. Me explicó someramente lo que se pensaba hacer y que lo que se esprarara de mí lo dejaba a mi decisión. No pregunté más, porque lo que me interesaba era mi parte y no la de los demás, por si ocurría alguna infiltración.

Por el momento, a lo que tenía que dedicarme era a una labor de proselitismo, cosa bien arriesgada, pues cualquier indiscreción podia resultar fatal, tanto para mí como para las otras personas involucradas.

Pero a veces las ocasiones se presentan sin uno buscarlas., La aviación militar tenía una patrulla de aviones en la provincia de Camaguey, compuesta generalmente de uno o dos B-25 ó B--26 y 3 F-47. Corría un rumor de que los rebeldes iban a tomar un pueblo en las cercanías de la Sierra Maestra y existía la posibilidad de que se ordenara que la aviación atacara el pueblo. Como jefe que yo era de la patrulla, en conversación con los pilotos a mi mando, les dije muy veladamente que no estaba dispuesto a cumplir esa orden, porque cumplirla significaba riesgo para la vida, no solo de los combatientes, sino también de civiles, mujeres y niños inocentes. Dicha patrulla, a más de los alistados estaba compuesta por los tenientes, pilotos aviadores Rolando Cosío, Aurelio Martínes Leiro y Lázaro Rey Moriñas. Yo ignoraba lo que tenían en la mente con respecto a la orden de atacar algún pueblo, pero por sus respuestas pude darme cuenta. En otra occasion, durante una patrulla de la cual yo no era el jefe, sorprendí al jefe de la misma escuchando " Radio Rebelde". En la base de Camaguey, la Marina de Guerra tenía una destacamente meterológico, con una planta de radio por la que también escuchaban "Radio Rebelde". Junto con ellos la escuchaba también, el susodicho comandante de la patrulla a que hice referencia. Esta era el actual general retirado Enrique Carrera Rolas.

Debido a esto, ya yo tenía el cuadro cerrado para los futuros acontecimientos. Tenía plena confianza en los pilotos y ,en cuanto al jefe de la patrulla, Carrera Rolas, ya le sabía algo que podría perjudicarlo con sus superiores. El tiempo pasó vertiginosamente y una buena tarde, estando de guardia en el aeródromo de Columbia, mientras comía en el club de oficiales, se me acercó el teniente Alvaro Prendes Quintana, con quien tenía buena amistad. Empezamos a hablar de la conspiración de los generales alemanes contra Hitler, la famosa, "Operación Walkiria". Continuamos conversando hasta terminar la comida.

Por fin llegó el mes de agosto de 1957. Los planes del alzamiento de la Marina estaban muy adelantados y todo estaba dispuesto para que ocurriera el cinco de septiembre. Lo que se me dijo era que las fragatas y los guardacostas surtos en el puerto de La Habana, saldrían de la bahía para cañonear el Palacio Presidencial y edificio del estado mayor de la Marina de Guerra, exigir la renuncia de Batista y la libertad de los presos politicos, bajo amenaza de bombardear Columbia. En ese punto, la aviación desempeñaría su papel en los planes.

La aviación era la única arma que podia combatir.a las fragatas y los guardacostas de la Marina. Junto con esas unidades se iba a sublevar la Academia Naval del Mariel y, desde la Academia se dominaba la base de la aviación naval. Además, aparte de la aviación, había otros oficiales del ejército comprometidos en el golpe. La noche antes llamé a los pilotos antes mencionados y les dije lo que iba a ocurrir al día siguiente. Todos me dijeron que si tenían que volar iban a apoyar el movimiento. Lo anterior no se lo dije a Carreras por no delatar a nadie. En realidad, todo lo que tenía que decirle, llegada la ocasión de que mandara a volar a alguien, era que yo podía denunciarlo por estar oyendo Radio Rebelde.

Estando en Club de Oficiales y en medio de una fiesta para conmemorar el 4 de septiembre, se me presentó Prendes y me dijo, con una cierta sonrisa: "Capi, mañana es Wa;kiria". No tuvo que decirme nada más, ya que a buen entendedor pocas palabras bastan. No lo había sabido por mí, pero alguien le había dicho lo que iba a suceder.

El plan era el siguiente:

Si nos ordenaban atacar a las unidades de la Marina, despegaríamos para destruir, inmediatamente, a los aviones que estaban en Columbia ( B-6 y F-47) e impedir que despegaran más aviones. Aterrizaríamos en el Mariel para reabastecernos de combustible y continuar la lucha contra las tropas leales a Batista. Los únicos dispositivos con que contaba el gobierno para usar en contra de los unidades de la Marina que supuestamente se iban a sublevar eran precisamente los aviones de la Fuerza Aérea del Ejército, por lo que era imprescindible eliminar esa posibilidad. La única manera de hacerlo era destruírlos en tierra y dañar las pistas, para que no pudieran aterrizar ni despegar.

Pero para poner el plan en ejecución era necesario que primero salieran las unidades navales del puerto de La Habana y comenzaran la operación. Si los barcos no salían no podia empezar nada, lo mismo que un proyectil que para que explote hay que activar primero el detonador.

Esa noche ( del 4 al 5 de septiembre) no pude dormir esperando los acontecimientos. Pero llegó la mañana sin que nada sucediera. Algo había pasado. Cerca de la hora de almuerzo empezó a filtrarse la noticia de que había problemas en alguna parte del país, pero sin que nadie entre los oficiales, al menos de comandante para abajo supiera exactamente lo que estaba pasando, ni donde.

Después del mediodía despegó un C-47 tripulado por el comandante José Fernández y el teniente Eduardo Ferrer. Un rato después despegó un B-26 comandado por el teniente Mario Zúñiga con la misión de volar sobre Cienfuegos e informar si veía algo anormal. La anormalidad se hizo patente cuando le dispararon una ráfaga de ametralladora antiaérea desde la azotea uno de los edificios del Distrito Naval del Sur. Esta ráfaga le alcanzó uno de los motores, viédose obligado a "perfilarlo" ( lo que significa cambiar el paso de la hélice para ponerlo contra el viento de manera que ésta.no siga girando).

Al poco rato oigo por el altoparlante que solicitaban mi presencia en la oficina del jefe de la Fuerza Aérea y que a la vez se solicitaba la presencia del teniente Agustín Piñera. Al llegar ambos a ese lugar, se nos notificó que el Distrito Naval del Sur, localizado en la ciudad de Cienfuegos, se había sublevado. Esta noticia me tomó de sorpresa, porque yo no tenía noticias de que tal cosa se iba a producir, ya que las unidades principales estaban en La Habana y su sublevación no había tenido lugar. En otras palabras, me dí cuenta de que esto tenía relación con los planes en que yo era participe, pero me sorprendió que empezaran por Cienfuegos.. Frente a una vista aérea de la zona de operaciones, puse la objeción de que el Distrito Naval estaba prácticamente en la ciudad y que eso ponía en peligro a la población civil. La respuesta del jefe de la Fuerza Aerea fue que se trataba de una guerra y que las víctimas civiles eran inevitables, sin darle la menor importancia a mis palabras. Me dí cuenta entonces de que al menos dos partes del plan se habían cumplido: una, mi participación y la otra que la Marina se había sublevado, aunque yo ignoraba que iba a ser en Cienfuegos.

Una vez montado en el avión ( un B-26), llamé al artillero de las torretas traseras y a jefe de la tripulación y les communiqué mi intención de no atacar a los marinos sublevados en el Distrito Naval y le ordené al artillero que apuntara las ametralladoras directamente hacia abajo y disparar sólo cuando yo se lo ordenara,diciéndole también que los del Distrito Naval eran compañeros nuestros y que yo no los iba a atacar para defender a los bandidos que estaban en el gobierno. Estos individuos sudaban copiosamente, pero ocuparon sus puestos sin ninguna objeción.

Finalmente despegamos dos aviones y llegamos sobre el objetivo en un corto tiempo. Como líder de la formación establecí un patron de ataque en forma de cuadrilátero, cuya última "pata" ( o sea el ultimo lado del cuadrilátero) estaba dirigido hacía la bahía para impedir de este modo que los proyectiles impactaran en la ciudad. Yo no iba a disparar contra el Distrito, pero ignoraba cual sería la actitud del piloto del otro avión.

Una vez establecido el patrón de ataque y entrar en la "pata" para comenzar a disparar ví claramente a dos marineros operando una ametralladora calibre .50 ( que había sido capturada a los expedicionarios de Gibara en 1932) desde la azotea de un edificio . Con hombres como ésos, pensé, se puede ir a cualquier parte, ya que para enfrentarse a un B-26 con ocho ametralladoras calibre .50 disparando a la vez, hay que tener mucho valor.

Al entrar en la "pata" para disparar, lo hice por arriba del objetivo e inicié maniobras evasivas. Pasado el objetivo le ordené al artillero de la torreta trasera que disparara como le había dicho. Entonces escuché una llamada por radio (VHF) que venía del C-47 que se suponía sirviera de enlace y observación. Inicié por segunda vez la maniobra de ataque y al entrar en la "pata" paralela a la final , observé claramente a los marinos haciendo fuego contra mí, desconociendo evidentemente cual de los dos B-26 era él que no los quería atacar.

En este segundo ataque se repitió lo ocurrido en el primero, con la diferencia de que al segundo avión le pegaron en un motor y tuvo que retirarse del combate. Al comunicar a la Fuerza Aérea la avería del otro avión, se me ordenó que suspendiera el ataque, pero que me quedara en la zona,observando lo que sucedía. Ví entonces a un cazasubmarinos que navegaba en círculos en la bahía, se lo comuniqué al C-47 y a los pocos segundos se me ordenó que lo atacara. Esta orden me puso en una situación difícil. Para empezar, si usaba las calibre .50 contra el cazasubmarinos lo destruiría por completo, sin contar con la bajas que causaría a mis compañeros de causa. Cuando me acerqué a la nave ví que la bandera que tenían desplegada no era la cubana, sino la del cuatro de septiembre. Se lo communiqué al C-47 y en seguida llegó la confirmación de la orden de atacar. Yo pensaba que se trataba de un ardid de los sublevados para hacer ver que en realidad estaban con el gobierno. Me demoré algo en cumplir la orden y volví a hablar con el C-47, diciéndole que me estaban haciendo señales con la bandera. Entonces llegó la contraorden de que suspendiera el ataque y regresara a Columbia.

Yo estaba muy lejos de saber que en aquella embarcación se encontraba el jefe del Distrito Naval del Sur y otros marinos leales el gobierno y que en ella tenían arrestado a San Román, que era el jefe del levantamiento, quien no sabía que, por algún motivo, éste se había suspendido. Pero San Román había hecho su parte. De haber sabido lo anterior, hubiera cumplido mis órdenes de atacar al cazasubmarinos y aún cuando hubiera probablemente matado a San Román (Q.P.D.), le hubiera evitado todas las torturas a que lo sometieron, para finalmente matarlo.

Cuando llegué a Columbia y al dirigirme a entregar el paracaídas, observé un grupo de gente obstruyendo el camino hacia donde tenía que entregarlo. En el grupo estaba nada menos que el jefe del Estado Mayor del Ejército. Saludé militarmente y este general salió del grupo y me preguntó; "¿Y a tí, Bernal, no te tocaron?" Le contesté, " No señor, no me tocaron". Su respuesta fue: "Bueno, te felicito". Le contesté inmediatamente: "A los que hay que felicitar es a esos marineros que estaban tirándole a los aviones, pues tienen unos cojones más grandes que los del caballo de Maceo". Hubo un silencio sepulcral y un cierto estupor. Inmediatamente pedí permiso para retirarme, saludé y continué mi camino hacia donde tenía que entregar el paracaídas.

Al llegar a la base de operaciones para hacer mi reporte, me entero de que iban a mandar a una escuadrilla de F-47 a atacar el Distrito Naval de Cienfuegos. Inmediatamente fuí a ver al Comandante Carreras Rolas, quien era él que disponía del personal y le recordé a quienes debía mandar a la operación ( Cosío, Martínez Leiro, Moriñas y Prendes), Así lo hizo, cumpliendo con su compromiso, aunque incluyó al Teniente Martin Klein, quien no estaba en la conspiración. Les dijo a los pilotos que esto era algo nuevo y que todo lo que tenían que hacer era no tirar a dar en el blanco contra el personal de la Marina de Guerra.

Cuando regresaron los F-47, se me acercó Prendes y me dijo que sus bombas las había tirado sin armar. Esto causó cierta sorpresa, pero son cosas que a veces suceden.

El Distrito de Cienfuegos se rindió esa tarde y se trajeron algunos marineros por aire a La Habana. Después, unos oficiales se dirigieron a Cienfuegos, entre ellos el Coronel Casasús, que era pariente mío, para investigar el resultado de los ataques. Al regresar de la inspección me comentó que los aviones habían causado muy pocos daños y que la mayoría de las bajas a los sublevados las habían causado la tropas de tierra. En la operación se habían usado 10 bombas de demolición de 100 liras (menos las dos de Prendes que no explotaron) y 8,000 tiros de calibre .50. Por la noche llegó una felicitación presidencial por la eficacia demostrada por la aviación en las operaciones contra la sublevación.

Esa misma noche arrestaron Prendes y no supimos más nada de él. El día seis, por la noche, arrestaron a Martínez Leiro, Moriñas, Cossío, Klein y otros más y rompieron las cerraduras de los maleteros de sus carros.

El día siete por la mañana fuí llamado a la Jefatura de la Fuerza Aérea y arrestado. Me trasladaron al SIM (Servicio de Inteligencia Militar) custodiado por el Comandante Berrocal, quien durante todo el trayecto se portó muy caballerosamente conmigo. Una vez en el SIM, me llevaron a una oficina donde había un official cortando recortes de periódicos y revistas, quien no me dirigió la palabra. Después de un rato entró otro official conduciendo a un individuo que mostraba signos obvios de golpes con vergajo de buey. Sangraba por varias heridas en el pecho y los codos. Al parecer querían que yo viera el trato que recibían quienes se negaban a cooperar con los investigadores.

A eso del mediodía me condujeron las oficinas del jefe del SIM, quien me conocía perfectamente. Este me preguntó que yo sabía de la conspiración, porque ya él conocía que yo era el jefe de los pilotos de la operación contra Cienfuegos. Me enseñó una montaña de papeles y me dijo que eran las declaraciones de los otros oficiales presos. No estuvo muy amenazador y al final me dijo que le escribiera lo que yo tenía que declarar. Cuando terminé me condujeron a los calabozos, donde me encontré con el Dr.Cuervo y al poco rato llegó Prendes, a quien le estaban tomando declaración. Tenía un aspecto deplorable y en cuanto pudo me dijo, "Capitán, tuve que hablar, porque si no me la cepillaban". Le contesté que a lo mejor y en su lugar hubiera hecho lo mismo.

El calabozo era un cuarto como de metro y medio por tres metros con un banco para sentarse y dormir. Había dos rejas, una grande y otra que cerraba el calabozo. Las dos estaban cubiertas por unas planchas de metal, para evitar cualquier contacto con el exterior. El ruido que hacían estas rejas con sus planchas de metal al abrirse y cerrarse era ensordecedor. Las entradas y salidas eran casi siempre de noche.

Durante el tiempo que estuve en el calabozo, casi no hubo civiles arrestados allí, pues primero sacaron a los civiles y nosotros ocupamos dos calabozos más grandes. Yo pasé a uno bastante amplio donde estaba el Comandante Carreras, junto con Cossío, Martínez Leirio, Rey Moriñas y Cosme (que nada tenía que ver con la conspiración). A Cosme finalmete lo pusieron en libertad. Su historia deja mucho que pensar, pues no estaba envuelto en la conspiración, lo mismo que fue el caso de Klein, a quien sin embargo condenaron a cuatro años.

Los interrogatorios eran de noche y las idas y venidas eran frecuentes. Como a la cuarta noche, cuando me interrogaron, estaba presente toda la plana mayor de los matarifes de turno. Al terminar el interrogatorio, él que lo que había dirigido me dijo que me sentara en la oficina de al lado y escribiera mi declaración. Así lo hice, bajo la vigilancia otro official del SIM . Al cabo de un rato llegó un coronel que era jefe del servicio de inteligencia de la Fuerza Aérea, quien era hermano del jefe del SIM. Con él venía un comandante de la aviación, que tenía fama de ser un arrastrado. Cuando el coronel pasó a mi lado, el comandante se me enfrentó y dijo:"Mira este malagradecido, con tan buenos vuelos que se le daban". Le contesté:" Que buenos vuelos se me daban… se me daban los que me tocaban y algunos que los otros no querían, ni podían efectuar". Como que el coronel era mi amigo personal y sabía que lo que yo estaba diciendo era verdad, se fue refunfuñando a la oficina de su hermano. El comandante, sin embargo se me encaró de nuevo y me dijo: "A este debían fusilarlo, para dar un escarmiento".

Días después, llegó un oficial al calabozo donde estábamos tanto yo como otros oficiales y le ordenó a Carreras Rolas que le entregara la sortija que Batista acostumbraba regalar a sus amigos. Quiero que conste que dicho oficial se comportó de una manera muy correcta y amigable con todos los presos que allí había.

Unos días después, como a las dos de la mañana se escuchó el ruido que hacía la primera puerta de entrada al y luego la segunda. Llamaron por su nombre al Dr. Teobaldo Cuervo y al Dr.Vidal Yebra y los sacaron del calabozo. Esto resultaba alermante porque ya hacía días que se habían terminado los interrogatorios. Como a las cuatro de la mañana, volvió a sonar la reja.y llamaron al Comandante de la Marina Andrés González Lines. Acto seguido llegaron a la reja de mi calabozo y me sacaron a mí, Capitán Gastón Bernal.

Cuando salí al pasillo, ya estaba el Comandante González Lines en el lugar y nos interrogamos con la mirada porque no sabíamos la razón de que nos llamaran a esa hora, ni porqué habían llamado antes a los Drs. Cuervo y Vidal. Caminamos como si fuéramos a ir al piso superior y pasamos por las puertas de varias oficinas. En una de ellas, había dos personas jóvenes que al parecer iban a interrogar. Al doblar una esquina vimos que regresaban los Drs. Cuervo y Vidal. Al cruzarnos, uno de ellos hizo un gesto como para tranquilizarnos. Por lo menos la cosa no parecía ser demasiado grave,

Nos condujeron hacia la entrada del SIM, donde esperaba un carro patrullero de esta oficina, junto a otros dos de escolta, uno delante y otro detrás. Tomaron por la Calzada de Columbia y nos condujeron al BRAC ( Buró de Represión de Acitividades Comunistas). Allí nos separaron. González Lines se quedó en el piso bajo y a mí me condujeron a un calabozo subterráneo, el cual tenía un banco que parecía hecho con cemento salpicado, como una pared rústica. Las paredes y el piso tenían el mismo acabado y era imposible sentarse o acostarse, de manera que tenía uno que permanecer de pié, a no ser que fuera capaz de desafiar la gravedad y sentarse en el techo

En ese lugar estuve como una hora, al cabo de la cual, bajaron al Comandate González Lines y me subieron a mí. Me condujeron a una oficina donde había un sargento que era el secretario del tribunal en la causa que nos iban a seguir. Este sargento había sido alumno mío en un entrenamiento de vuelo y me reconoció con afecto, diciédome que sentía mucho lo que tenía que hacer. Le contesté que él estaba sólo cumpliendo con su deber .

Al poco rato entró entró el Coronel Felipe Catasús y Pazos, primo mío, quiem me saludó fríamente, se sentó en una silla y no pronunció palabra. Poco después entró el Coronel Pérez Cougil, quien era el investigador de la causa. Después de varias preguntas, en un intervalo como de cuarenta y cinco minutos, terminó el interrogatorio. Esperé a que subieran del sótano al Comandante González Lines y nos condujeron a ambos de regreso al SIM. Cuando nos conducían a nuestras celdas, al pasar frente a la puerta del calabozo dode estaban los detenidos, vimos un espéctaculo dantesco. Estaban golpeando con vergajos de buey a uno de los hombres, con tanta ferocidad que los mismos que lo sometían a este tormento se golpeaban entre ellos. Los gritos de las víctimas y los victimarios eran espantosos. Esto continuó durante varios días.

Una noche me sadaroon de la celda y me llevaron a una oficina donde estaba el Comandante Perdomo. Este oficial me trató bien. No puedo decir otra cosa. Pero lo que me dijo me pareció estaba encaminado a hecerme sentir culpable y arrepentirme de mi acto de rebeldía. Cuando terminó me dijo que le escribiera mis respuestas a sus preguntas.y se levantó. Pero dejó en la mesa una pistola de reglamento, al parecer cargada. No sé si la idea era que yo me suicidara en un acto de arrepentimiento, o que me volviera loco y tratara de escaparme a tiro limpio.

A fin de mes se nos dijo que el consejo de guerra se celebraría al día siguiente y que buscáramos abogados, o se nos nombrarían abogados de oficio. A eso del mediodía nos permitieron llamar a la familia para darles la noticia de que el consejo de guerra sería al día siguiente y para que consiguieran abogados. Cuando llamé a mi casa.dije que no era necesario que buscaran abogado, que yo iba a dejar que me defendiera uno de oficio, porque de todas maneras me iban a condenar.

Como a las 9 P.M. me llamaron a la reja y me informaron que un abogado me quería ver.

Me condujeron a una oficina donde encontré a un señor que yo no conocía que me dijo que era abogado y que se llamaba José Eligio Ferrer. Yo le dije que le agradecía mucho su oferta, pero que no tenía dinero para pagarle por sus servicios. Su respuesta fué:"Es un honor defenderlo a usted, Capitán". "El juicio es mañana. No tengo tiempo de estudiar la causa, ni siquiera de leerla. Cuénteme los hechos y haré lo que pueda hacer". Después de contarle todo lo concerniente a la conspiración y la rebelión. Me dijo entonces que había dos defensas posibles. Una suave,y la otra tratar el asunto tal cual era. Yo escogí la segunda. Entonces me preguntó si podia hacerme las preguntas que quisiera y yo le contesté que podia preguntarme lo que se le antojara. Con el abogado en cuestión habían hablado varios miembros de mi familia.

Un rato antes de la entrevista con mi defensor, me llamaron a una oficina donde estaba un oficial, quien resultó ser el secretario del tribunal que nos iba a juzgar y quien me leyó los cargos que se me imputaban y las penas que pedía el ministerio fiscal, entre las que estaba la de fusilamiento. Al oir lo anterior me sonreí y el official me dijo que no me riera porque se trataba de algo muy serio. Sin embargo, debo decir que me trató con cortesía y decencia.

Al día siguiente por la mañana, nos llevaron a un baño para que nos afeitáramos y nos trajeron uniformes limpios ( me enteré que el mío lo habían ido a buscar a mi casa) y nos comunicaron que el juicio se celebraría a la una de la tarde. A las 12:30 un carro cellular nos llevó desde el SIM hasta el edificio del Tribunal Superior de la Jurisdicción de Guerra.

Al llegar encontramos mucho público, entre ellos familiares nuestros. Además era muy numeroso el personal militar, que incluía a casi todos los oficiales de la Fuerza Aérea y a una gran cantidad de clases y alistados de la misma.

El juicio empezó como a las dos de la tarde. Yo fuí aproximadamente el tercero en declarar. El fiscal, que era el Comandante Neugart, me hizo una serie de preguntas, todas basadas en mis declaraciones, a las que contesté afirmativamente. La cosa se puso bien caliente cuando a mi abogado defensor le toco intervenir. Se hizo un silencio sepulcral, poco frecuente en un caso como éste., debido a que en la Fuerza Aérea todo el mundo me conocía y todos estaban pendientes de las preguntas de mi defensor y de lo que iban a ser mis respuestas. Al final, después de un extenso interrogatorio por parte de mi abogado, llegó la pregunta final: "Capitán Bernal, ¿qué fue lo que lo motivó a usted para conspirar y rebelarse el día 5 de septiembre?" .Mi respuesta fue: "Cuando yo juré servir en las fuerzas armadas, juré defender a la patria en contra de todos sus enemigos, nacionales o extranjeros y yo estimo que el gobierno actual es un enemigo de la nación cubana". El silencio fue total. El abogado defensor dijo que esperaba que se hiciera justicia.

El juicio continuó, para concluir a eso de las diez de la noche. En general, los abogados y sus defendidos se portaron bien. Se destacó, entre otros, el abogado de Alvaro Prendes, el Dr.Rosas Guyón. En cuanto a Martin Klein, quien no había tomado parte en la conspiración y cuya absolución había pedido el propio fscal, fue sin embargo condenado injustamente a cuatro años de prisión .

La lista de los condenados fue la siguiente:


Comandante Andrés González Lines (Marina) 6 años de prisión.
Comandante Mario León (Fuerza Aérea) 2 años de prisión
Comandante Enrique Carreras Rolas (Fuerza Aérea) 6 años de prisión
Capitán Gastón Bernal (Fuerza Aérea) 6 años de prisión
Primer Teniente Alvaro Prendes (Fuerza Aérea) 6 años de prisión
Dr. Teobaldo Cuervo (Ejército) 6 años de prisión
Dr. Manuel Vidal (Marina) 6 años de prisión
Primer Teniente Rolando Cossío (Fuerza Aérea) 4 años de prisión
Primer Teniente Aurelio M. Leiro (Fuerza Aérea) 4 años de prisión
Capitán Jorge Perramón (Fuerza Aérea) 4 años de prisión
Capitán Eduardo Ferrer (Fuerza Aérea) 4 años de prisión
Primer Teniente Lázaro R.Moriñas (Fuerza Aérea) 4 años de prisión
Segundo Teniente Martin Klein (Fuerza Aérea) 4 años de prisión
Primer Teniente Edmundo Costales (Ejército) 4 años de prisión
Primer Teniente Jesús Saa (Ejército) 4 años de prisión
Primer Teniente Morales Paula (Ejército) 4 años de prisión

Después del juicio nos trasladaron nuevamente al SIM, e inmediatamente, en un carro cellular, a la fortaleza de La Cabaña, donde permanecimos un mes (octubre de 1957).

Nos pasaron entonces a Isla de Pinos, donde estuvimos confinados hasta la caída del régimen de Batista. A nuestro paso por La Cabaña, nos encontramos con los marinos sublevados de Cienfuegos, muchos de los cuales estaban convalecientes de las torturas a que habían sido sometidos.. Les pregunté quienes eran los que operaron la ametralldora calibre.50 y, al conocerlos los abracé, les dije los elogios que merecían y que tenían muy bien puestos lo que tienen que tener los hombres.


Gastón Bernal
Cortesia de Mario Byrne