DE REGRESO A LA TIERRA
De regreso a la tierra
Por Manuel Vázquez Portal
Quizás el hecho que más ha movido la opinión pública en estos días en Miami y La Habana es la discusión, aprobación por la Cámara y el Senado, y firma por parte del presidente de Estados Unidos del plan de $410 mil millones para el funcionamiento del gobierno hasta el 30 de septiembre del 2009.
Y es que tanto en Miami como en La Habana, los ojos están puestos en Varadero, Viñales, Guardalavaca y el Casco Histórico de la Habana Vieja, entre otras nostálgicas campiñas y guardarrayas cubanas, donde tantas abuelitas y tíos queridos aguardan, y que el maldito George W. Bush hacía esperar tres años para poder abrazar a quienes regresaban, arruinados, del monstruo que tanto se extraña apenas tres días después de llegar al paraíso isleño.
Un funcionario estadounidense, consciente de esa necesidad histórica de la familia cubana, quiso aliviar los padecimientos y entre zanahorias y manzanas, metió boniato. Nada, el alma serrana le dio por eso, pensaría Hialeah agradecida, mientras ataca con frenesí pulgueros y warehouses que harán florecer el glamour nacional. La moda en los pobres siempre ha dependido de la bondad ajena. Pero el asunto no es tan romántico ni propicio para la ironía como parece.
Ese algarrobo tiene comején, diría mi abuelo guajiro. Detrás del supuesto alivio que representa la flexibilización de los viajes de visitas a familiares, el aumento del monto de las remesas, la ampliación de la cuantía de gastos diarios en la isla y la prolongación de la estadía en las sabanas de Guamá, se parapetan algunos olvidos y pretensiones.
Se olvida, por ejemplo, que las restricciones aplicadas en el 2004 tenían un fin solidario con los 75 opositores encarcelados en la primavera del 2003, de los cuales 54 aún permanecen en las cárceles y no pueden en ellas recibir remesas ni familiares, muy a pesar de que la Unión Europea sí levantó las sanciones diplomáticas aplicadas por la misma razón y fecha.
Se pretende, por ejemplo, hacer más dinámico un comercio que echaría por tierra la Ley de Embargo sin que el gobierno cubano tuviera el menor de los gestos, y a pesar de que esos mismos cubanos que quieren ir de regreso a la tierra tienen que pedir visas para hacerlo y pagar unos precios como de vacaciones en París.
Se olvida, por ejemplo, que la Ley de Ajuste Cubano, ese privilegio migratorio que sólo los cubanos disfrutan en la tierra de Walt Whitman, surgió para proteger de una dictadura a los perseguidos que arribaban pidiendo amparo, y que cada balsero que se acoge a ella asume su carácter de exilio político, lo cual supondría que al año y un día no podría transformarse en emigrante económico y viajar alegremente sin perder su residencia.
Se pretende, por ejemplo, dejar sin efecto el inciso de la Ley Helms Burton que establece que no se negociaría con un gobierno encabezado por Fidel y Raúl Castro, sin que estos hayan dejado el poder, y mientras tanto, en un mensaje de fuerza, truenan, despatarran, defenestran a todo aquel que no se hubiera sacrificado junto a la senil Generación del Centenario, goce de las mieles del poder y el enemigo externo se haya hecho ilusiones con ellos, para dejar bien sentado que cualquier conversación, acuerdo, convenio, se hará directamente con los protomachos de la Sierra Maestra.
No obstante, aunque el embargo sea maíz de otro granero gringo, el miércoles, después de refriegas y pataletas, cartas prometedoras y mensajes urgentes, rostros sonrientes y ceños fruncidos, Barack Obama rubricó el polémico plan donde le vendieron algunos gatos por liebres. Pero, bueno, está bien, el país no se detiene por falta de presupuesto, y el señor presidente anda de prisa con asuntos más importantes y no se puede detener en pequeñeces que luego podría revolver de un plumazo de su poderosa mano zurda.
Y puestos en ese punto, cubanólogos, expertos, analistas y monsergadores han efectuado una cantidad tal de apreciaciones, disquisiciones y aclaraciones que a estas alturas casi nadie entiende nada. Nadie sabe si es bueno o malo regresar a la tierra. A mi entender sin una buena familia no hay un buen país.
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