sábado, abril 11, 2009

EL OFICIO DE DISENTIR

EL OFICIO DE DISENTIR


Por Rogelio Fabio Hurtado

Marianao, La Habana, 9 de abril de 2009, (SDP) Ya se han cumplido sin ruido ni nueces, más de 20 años de los primeros esfuerzos cubanos para la promoción en la Isla de los Derechos Humanos universales. Personas como Ricardo Bofill, Elizardo Sánchez Santacruz Gustavo Arcos Bergnes, Jesús Yánez Pelletier, Adolfo Rivero Caro, Orlando Polo, Rolando Cartaya, Reinaldo Bragado, Rafael Saumel, Tania Díaz Castro y otros tan pacíficos como valerosos cubanos levantaron esta bandera frente a la prepotencia del régimen totalitario y no la han dejado caer desde entonces, por agresivas o sutiles que hayan sido las ofensivas oficiales, por inconsecuentes que hayan sido las políticas exteriores de los países presumiblemente aliados.

El primer hito fue la histórica visita del Alto Comisionado de Derechos Humanos de la ONU, que a fines de la década del 80.sesionó durante una semana en el Hotel Comodoro de esta Capital. Allí acudimos varios centenares de cubanos a presentar nuestras demandas. Algunos, obtuvieron las visas y los permisos para salir del País; otros, disfrutamos la experiencia de ser escuchados por tan prestigioso tribunal.

Meses después, recibimos a vuelta de correos un pequeño sobre desde Ginebra, con un agradecimiento bastante escueto. No se produjo ningún cambio apreciable en nuestras vidas, pero las fuerzas represivas se sintieron por vez primera bajo cierta vigilancia y quien sabe cuántos atropellos dejaron de producirse. Semanas después. El periódico Trabajadores anunció, en una mínima gacetilla, que la infame Resolución 04, por la cual se expulsó tanto a actores como a maestros del ejercicio de su profesión quedaba abolida, pero la nueva Disposición también dictaba que las personas perjudicadas no tenían derecho a presentar reclamaciones por daños y perjuicios.

Eran los tiempos en los que coincidieron la Perestroika de Gorbachov con la recuperación de la derecha norteamericana, encabezada por Ronald Reagan y continuada por el mayor de los Bush. Este nombró al ex prisionero político Armando Valladares como su embajador ante la Comisión de Derechos Humanos de la ONU. Esto trajo como consecuencia inmediata un incremento en las filas del Comité Cubano Pro Derechos Humanos.

Al pequeño núcleo fundador, se unieron personas en su mayoría procedentes de la desaparecida Juventud Socialista Popular, se agregó un crecido número de ex presos políticos, quienes vieron en el Comité presidido por Ricardo Bofill, un medio para adelantar en el escalafón del programa de visas de la Sección de Intereses. Esto nunca pasó de ser una especulación sin fundamento real alguno, pero generó condiciones para propiciar la primera escisión, cuando Elizardo Sánchez fundó su propia Comisión, que añadía al monitoreo de los Derechos Humanos un objetivo específicamente político: la Reconciliación Nacional.

Tras la salida de Cuba de Bofill, su Comisión se dividió en dos, el Partido de los Derechos Humanos, con la poetisa Tania Díaz Castro al frente y el Comité, presidido por el veterano luchador revolucionario Gustavo Arcos Bergnes. A partir de ahí, comenzaron a proliferar los Grupos, Partidos o Movimientos, independientes unos de otros y promotores de manifiestos y declaraciones a menudo retóricas y carentes de un proyecto concreto de acciones políticas. Tras el riguroso ayuno de participación, todos estábamos ávidos de ser reconocidos,

Sin embargo, a fines de 1995 esa sopa de letras comenzó de pronto a cuajar, cuando el joven abogado y ecologista Leonel Morejón Almagro presentó una fecunda iniciativa: la celebración de una Reunión Nacional de los presidentes de cada uno de estos grupos, la que se llamó Concilio Cubano y rápidamente obtuvo la adhesión de todos dentro de la Isla.

Por sugerencias de los principales líderes, la idea original (celebrar el evento fuera de Cuba, presumiblemente en Costa Rica) se modificó a favor de crear subcomisiones en todas las provincias, donde participasen todos en pie de igualdad. Esta estructura a modo de parlamento propició el mejor momento político de la disidencia dentro de Cuba. Facilitó la unidad dentro de la diversidad opositora. El hecho de que sólo participasen los dirigentes de grupos, limitó considerablemente la penetración por parte de los agentes encubiertos.

En todo caso, tales agentes encubiertos no parecían capaces de asegurarse las mayorías en el seno de cada subcomisión y reaccionaron a partir de atizar el divisionismo tanto en La Habana como en Miami. Así consiguieron debilitar primero a Concilio y finalmente disolverlo después del 24 de Febrero de 1996. El derribo de las avionetas de Hermanos al Rescate, devolvió el protagonismo al Exilio y la tranquilidad a los ocupantes vitalicios del Palacio de la Revolución.

Analizar lo que vino después del fracaso de Concilio, con las esperanzas que nutrió la visita de Su Santidad, el auge del Periodismo Independiente y los respectivos proyectos surgidos posteriormente, será tema de otro artículo.
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