OEA + Cuba = cero
OEA + Cuba = cero
Por Miguel Cossio
Sea cual sea el resultado, el debate en torno a Cuba que inicia hoy en la OEA va a terminar en una ecuación de suma cero.
Que se apruebe la idea del secretario Insulza de anular la resolución de 1962 por la que el gobierno de Castro fue suspendido o el eventual reingreso de éste a la OEA, ¿en qué beneficia al sistema interamericano? ¿En qué perjudica que se rechace? ¿Qué cambia que se posponga el debate? Al final, Insulza y la OEA acabarán en la misma noria.
Sin hablar de democracia, derechos humanos y todo aquello que inflama a Castro, vamos a suponer por un instante, en un acto de idilio político, que se aprueba la propuesta del secretario, que Estados Unidos la acepta, que Cuba dice sí y que, como el patito feo, regresa a la OEA ahora reconocida y transformada en un cisne tropical. ¿Cuál va a ser la aportación de La Habana, para empezar en términos de cuota? Cuba tiene deudas con las once mil vírgenes, entre ellas con los organismos internacionales.
En segundo lugar, ¿qué puede ofrecer la dictadura al resto de los países miembros de la organización? ¿Modelos de libertad? ¿Desarrollo? ¿Fórmulas económicas y sociales a imitar? ¿Médicos a sobre precio como le ofrece a Venezuela, a quien el servicio le cuesta un ojo (puede usted escoger cuál, el derecho o el izquierdo)? ¿Está dispuesta Latinoamérica a alimentar a los cubanos y a financiar el desarrollo de su industria turística en detrimento de sus propios intereses (México, Santo Domingo, Jamaica)?
El secretario Insulza podrá argumentar que de lo que se trata es de traer a Cuba de vuelta al redil democrático de la OEA para empujarla a realizar cambios. Los más idealistas, para no llamarlos de otra forma, podrán decir que hay una redención ética de la hermandad latinoamericana, evocando el sueño de Bolívar y Martí y toda esa historia (muy hermosa, etc.) contenida en los libros de textos, que no se come, mucho menos en tiempos de crisis. El hecho, y puedo sonar cínico, es que no existen argumentos suficientes para darle la razón al secretario.
¿Cuál es entonces la motivación por la cual Insulza ha estado inflamando el tema? Lo ha hecho por convencimiento político, pero sobre todo por razones personales. Ha convertido el tema de Cuba el centro de su campaña de reelección al frente de la OEA. Insulza es un candidato frustrado y busca formas de garantizar proyecciones futuras. Aspiraba a ser presidente de Chile y ni siquiera consiguió el apoyo de sus correligionarios de partido para ganar la candidatura interna.
Sea cual sea el resultado en la Asamblea de San Pedro Sula, Insulza va a perder, porque no puede cambiar la posición del régimen cubano. Si se aprueba la anulación del dictamen de 1962, Fidel Castro dirá que se ha corregido una infamia. Pero aun así la OEA es un ministerio de colonias de Estados Unidos y Cuba no será parte de ella. Y si se rechaza la propuesta o se pospone el debate, hablará de servilismo a Washington.
Aunque, en el contexto en que se ha señalado, ''gane'' Castro y pierda Insulza, la ecuación de suma cero plantea un problema más complejo. El diálogo y la relación interamericana, para lo cual fue fundada la OEA hace más de sesenta años, no avanza. Es más, retrocede, en medio de una crisis económica mundial que está afectando severamente a los países de la región y para la que no hay una propuesta de acción común tendiente a buscar soluciones, como sí la hay en el marco de las relaciones trasatlánticas entre Estados Unidos y Europa. Prueba de esto último son los convenios del G-20; y los más recientes acuerdos entre los jefes de Estado de Alemania y Estados Unidos para el caso de General Motors y su filial Opel.
¿Qué acuerdos hay entre Estados Unidos, México, Canadá, Brasil, Venezuela y la OEA, para tratar de paliar en los hechos la situación? Los países de América Latina son ruedas locas y sueltas dentro de un mecanismo ineficiente, que es la OEA.
La región enfrenta problemas muchísimo más graves que el reingreso de Cuba al sistema interamericano. El debate es una farsa frente al deprimente panorama hemisférico. Dentro o fuera de la OEA, Cuba seguirá siendo la misma piedra en el zapato de la democracia regional.
Reza un viejo adagio que en política hay batallas que no tiene sentido echarlas, pues en el mejor de los casos terminan en victorias pírricas y en el peor en derrotas ridículas. Tal parece ser el escenario que puede tocarle a Insulza, ya sea de frente o de refilón.
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