sábado, julio 18, 2009

EL FIN DE ALGO

EL FIN DE ALGO


Por Juan González Febles

Lawton, La Habana, 16 de julio de 2009, (SDP) Cualquier empeño gubernamental en Cuba recibe el apelativo de Batalla. La reforma constitucional que surgió luego de la entrega de firmas para respaldar el Proyecto Varela, fue denominada Batalla por las autoridades de la Isla. Así se denominó la campaña política para lograr el regreso del niño balsero Elián y la actual campaña dirigida al regreso de los cinco espías convictos en los Estados Unidos.

Más allá en el tiempo, la campaña subversiva y de desestabilización de la democracia que tuvo lugar durante los años sesenta, setenta y ochenta en el siglo pasado en América, fue una ‘batalla’ dirigida en todas sus partes por Fidel Castro. Las diferencias tácticas entre aquella batalla dirigida por Fidel Castro y la que en la actualidad lidera el presidente de Venezuela Hugo Chávez Frías, son sustanciales.

Los emisarios de Chávez, a diferencia del estilo castrista, no son en ningún caso experimentados agentes o paramilitares entrenados en tácticas de insurgencia y desestabilización política. Se trata de activistas políticos, en su mayoría jóvenes, dotados con una generosa chequera, entusiasmo y mucha creatividad.

Ellos toman las calles, hacen fogatas y ponen barricadas. Son el grupo de choque que respaldará a los caudillos populistas y literalmente los elevará al poder. Luego, se encargarán de respaldarlos en los pasos sucesivos que emprendan para perpetuarse o al menos, retener las riendas el mayor tiempo posible.

La vida demostró que el estilo chavista de la chequera terminó por superar a la pistola castrista. Con petrodólares suficientes de respaldo, no hay urna que resista. Esos mismos petrodólares repartidos generosamente entre marginales, servirán para ganar tiempo extra en el poder.

Al comparar las fallidas campañas castristas, su abundante efusión de sangre y la caprichosa trasmutación alquímica de las derrotas en ‘victorias morales’, no caben dudas de que el hombre del momento para la izquierda, es el presidente Hugo Chávez. Los difuntos y las flores del panteón político castrista, cayeron en un anacronismo irredimible. Más allá de su ignorancia, su mal gusto y su insoportable falta de clase, Chávez creó un estilo e inauguró una época.

No obstante, los más recientes episodios en Honduras, parecen marcar la diferencia para un futuro. El ex presidente de Honduras, Manuel Zelaya, Mel para los suyos, con su aspecto de manengue o de caudillo clásico latinoamericano, populista y profundamente anti intelectual, aplicó la receta y le falló. Se le opuso la voluntad política articulada de una sociedad que puso barreras a la eclosión populista.

Hasta ahora, el caso hondureño ha visto fracasar los esfuerzos de Venezuela al frente de la llamada banda de los cuatro: Cuba, Ecuador, Nicaragua y Bolivia. Aunque las 32 naciones miembros de OEA han condenado de hecho a una de las partes en conflicto, el precedente pudiera marcar el fin de un estilo.

En Honduras se unieron para defender la democracia, movimientos políticos, religiosos y civiles. Para luchar contra ‘la cuarta urna’, que así se llamó a la opción de Zelaya, actuaron movimientos como Generación X y Y, Acción Civil Democrática y la Alianza Hondureña por la Paz y la Democracia. Instituciones como la Comisión de Derechos Humanos, la Iglesia Católica y otras iglesias evangélicas participan en la campaña pro democracia.

Las antiguas y fallidas batallas castristas nunca colocaron en la cima del poder político a ningún guerrillero. El único caso exitoso que se recuerda de ese estilo fue el de los sandinistas de Nicaragua en 1979. Estos perdieron el poder 11 años después. Daniel Ortega consiguió ser elegido nuevamente con el apoyo del dinero venezolano y de oscuras y lamentables componendas teñidas de corrupción en muchos niveles.

De vuelta con Honduras, parece ser que el error de las fuerzas democráticas fue no juzgar a Zelaya por las irregularidades en que incurrió. Lo que parece definir desde el punto de vista mediático la noción de golpe de estado, ha sido destituirlo y el acto generoso de enviarlo al exilio. A esto debemos sumar la participación de militares. Cuando no son de militancia izquierdista, lo que hagan puede ser satanizado de forma indefectible.

Si Honduras resiste la marea populista y a los petrodólares chavistas, quizás de veras estemos ante el fin de algo. Se perciben señales de que algo cambiará. Las señales son subjetivas, tanto como el dolor en los callos plantares para preludiar la lluvia. O el aroma que se percibe antes que amanezca. Una imagen ciertamente sesgada, sólo conocida para los que alguna vez han visto amanecer.
jgonzafebster@gmail.com

1 Comments:

At 9:46 p. m., Anonymous Anónimo said...

Artículo del arzobispo de Mérida, Venezuela, en El Universal de Caracas, del 18 de julio:
Mons. Baltazar Porras // En honduras...
"Somos un país pequeño y pobre, nuestros problemas los arreglamos nosotros mismos."
América Latina vive una profunda crisis institucional. Acorde con los tiempos posmodernos, los viejos problemas reaparecen con nuevos ropajes. Desde la época colonial, las leyes se acatan pero no se cumplen. El mejor ejemplo de ello, lo dan los presidentes y representantes de los poderes públicos. La fórmula mágica es convocar una Asamblea Constituyente y proponer una iluminada novedad: la reelección presidencial. La era democrática actual pasa por los nuevos Mesías, que imponen la fórmula sagrada: "fuera de mí no hay salvación". "Mi perpetuidad en el poder, traerá no se sabe cuándo, la felicidad de mi pueblo". El último brote de este "nuevo virus", se inoculó en el presidente hondureño Zelaya. Por encima de la Constitución pretendió hacer una "consulta ingenua, no vinculante". Al golpe a las leyes, sucedió otro golpe. De pronto aparece fuera del país, con sombrero tejano, pero en pijama que incluye tarjeta de crédito en el bolsillo. Aparecen "los defensores del (des)orden institucional". La OEA, la ONU y el ALBA, exigiendo reponer al Presidente depuesto, vociferando la condena de todo golpe, amenazando con invadir, bloquear. La guinda: el invitado de honor, defensor de la democracia y la libertad: ¡Raúl Castro! La respuesta sensata vino de las instituciones hondureñas: somos un país pequeño y pobre, nuestros problemas los arreglamos nosotros mismos. Preferimos la condena internacional que caer en la situación venezolana, en la que ninguna instancia va a venir a echarnos una mano. Mientras los principios éticos y las leyes sean una moda "pret â porter" para atornillarse en el poder, las mayorías seguirán padeciendo violencia e injusticia. Por eso los cristianos tenemos el deber de meternos en honduras. Esa ha sido y seguirá siendo la misión de la Iglesia, tal cual lo ha manifestado ejemplarmente el cardenal Rodríguez Maradiaga.

 

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