CUBA : Los dominios de la celda
Los dominios de la celda
Por Raúl Rivero
Esta mañana ya ha pasado el recuento y se ha bebido en unos jarros plásticos un poco de agua caliente azucarada. Es domingo en el mundo y los 208 presos políticos cubanos tienen el día entero para dar vueltas por sus vidas y la de sus familiares. Para vivir la eternidad inmaterial que es la memoria.
La dimensión de la existencia humana detrás de las rejas la decide la imaginación del prisionero. La marca su capacidad para reconstruir (y, eventualmente, embellecer) los recuerdos, recomponer escenas que ya casi no tienen nada que ver con la realidad, pero pasan renovadas por la cabeza. Los personajes en otros puntos de la escena y los diálogos favorables y leves.
Todo esto porque la verdad es que lo que pasa en la calle, más allá de las cercas, llega por los demorados relatos de los familiares en las visitas, en los pocos minutos de una llamada telefónica y a través de la propaganda oficial que entra también --cuando los uniformados quieren-- a contaminar los ruidos siempre sospechosos de las cárceles.
Oscar Elías Biscet, Regis Iglesias, Ricardo González Alfonso, Víctor Rolando Arroyo, Omar Rodríguez Saludes, Normando Hernández, Adolfo Fernández Saíz y Héctor Maceda, entre otros, estarán sobre sus hojas blancas con sus apuntes rápidos para poemas, artículos o libros que saldrán algún día. Otros escribirán a sus hijos, a sus esposas, a las madres y a la gente querida porque esa es una buena forma de viajar a bordo de un camastro de cemento o de zinc que son las camas en las celdas de castigo.
A Horacio Piña Borrego le gustaba coger un papel y un lápiz y gritar desde el calabozo 3 del pasillo 2 de la prisión de Canaleta: ``No me moleste nadie, que yo me voy pa' Pinar del Río''.
Los enfermos como Ariel Sigler Amaya, Arnaldo Lauseriques y otros quince prisioneros del grupo de los 75, de la primavera negra, tienen una preocupación fundamental con las agonías de sus enfermedades y su lucha por sobrevivir en medio de la fragilidad de su salud.
El universo para los 54 presos de ese grupo que llevan ya casi siete años detrás de las rejas no puede terminar en las cercas de seguridad de las prisiones ni en las bocas de los fusiles de los centinelas.
Ellos están allí y su empeño por sobrevivir, esas remembranzas obligatorias para pasar por alto la hostilidad de las galeras, es una extensión urgente y augusta de sus empeños por alcanzar el sueño de vivir en un país libre, plural, sin presos políticos, con respeto para las ideas y dignidad para todos los cubanos, piensen lo que piensen.
Sí, ellos trabajaron por eso y en ese peligroso quicio donde ahora viven, siguen con serenidad y confianza, convencidos de que cada día está más cerca esa Cuba que entra sin permiso, con demasiada frecuencia, en los ejercicios de memoria que se hacen para que mañana comience a arder otro día igual al de hoy. Y así hasta que llegue la mañana diferente.
Así es. Hace unos días recibí desde La Habana un nuevo libro de poemas de Regis Iglesias. El libro lo publicaremos en Madrid hacia finales de año. Quiero compartir con los lectores de El Nuevo Herald este párrafo de la nota introductoria que escribe el poeta desde el Combinado del Este: ``Hace unas pocas semanas, aquí en presidio, pudimos coincidir durante un par de días en el campo para deportes algunos prisioneros políticos. Ricardo González, Arturo Suárez, Nelson Aguiar, Julio César Gálvez y yo teníamos una especie de cofradía poética de miércoles en la mañana y dedicamos el tiempo de sol, entre otras pasiones y desvelos a la lectura de poesía y narraciones cortas escritas tras estos muros por nosotros mismos. Las musas son más atrevidas que los relatores internacionales de derechos humanos y nadie puede evitar que nos visiten, las musas.''
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