CUBA: Las damas en el blanco
Las damas en el blanco
Por Raúl Rivero
Los golpes técnicos, las llaves, las artes del acoso, la histeria que se contagia como una mala fiebre y las consignas desinfladas y muertas de la dictadura no han podido acallar el mensaje de las damas de blanco que --esta semana-- pedían libertad para los presos políticos en La Habana, repartían Declaraciones de los Derechos Humanos y se escudaban en estos dos símbolos frágiles de la fortaleza humana: flores y lápices.
Las escenas de fuerza, los empujones, la agresividad convocada por los organizadores de ese linchamiento verbal a medio centenar de mujeres que luchan por liberar a sus familiares de la prisión se han visto en el mundo entero. Y la violencia, la exactitud matemática y la saña con que se les persiguió después hasta la casa de su presidenta, Laura Pollán, acentuaron las líneas del retrato en primer plano de la cara del régimen.
Las damas de blanco, que llevan ya casi siete años (desde la primavera del 2003) en el empeño pacífico, pero firme, de sacar a sus esposos, hijos, padres y hermanos de las cárceles, han aprendido a resistir la represión creciente del régimen. No hay claudicaciones ni abandonos porque no tienen la ambición de mantenerse en el poder o conquistarlo. Ellas trabajan para que alguien, a quien arrancaron a la fuerza de su casa, vuelva y recupere la vida con su familia.
En los últimos años, mientras la economía, la sociedad, la existencia misma se deprime y se agota, el régimen lo único que ha hecho crecer es la violencia contra las damas de blanco y ha subido también el hostigamiento contra 206 prisioneros políticos. Ellos y sus defensoras representan el más auténtico poderío y la reserva moral de esa sociedad.
Los hombres obstinados y peligrosos que pueden organizar una maniobra militar con miles de soldados en los escombros del país, no tienen capacidad para impedir que las integrantes de la asociación femenina salgan a la calle a protestar.
Ahora bien, el escandaloso ejercicio de las fuerzas armadas --el llamado Bastión 2009-- y la movilización de las brigadas de respuesta rápida para asediar a medio centenar de mujeres tienen un mismo objetivo: atemorizar a la población. Repartir nuevas oleadas de miedo para prolongar la agonía de los cubanos.
Ellas han demostrado que su entrega a la libertad de los presos está blindada ante esas maniobras. Los mítines de repudio, se sabe hace mucho tiempo, son un invento de los represores profesionales en el que el temor que se trata de imponer a las víctimas se instala también en el pecho de los verdugos. Eso se ve reflejado en la rabia gratuita de sus coreografías y se oye en la clave patética de los coros.
Las salidas de las damas de blanco en la víspera del Día de los Derechos Humanos (y su regreso a las calles 24 horas después), con sus respectivos episodios de violencia prolongada que organizó la dictadura enseñan la esencia de los dos grupos.
Lo grave del asunto es que ha pasado otro año. Las mujeres que vemos en las fotos bajo los ataques de la brigadas que pastorea la policía son las mismas personas que estaban allí hace doce meses. Y los que están en los calabozos, enfermos y acosados, son también los mismos, y entran en la conclusión de una década detrás de la reja porque quisieron, quieren libertad para todos. Y el tiempo es como los ríos, aunque nadie lo ve llegar al agua azul.
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