Alfredo M. Cepero: Canto a Maceo
Por Alfredo M. Cepero
Este siete de diciembre del 2009 se conmemoran 113 años de la caída en combate del General Antonio Maceo y Grajales, el 7 de diciembre de 1896, en el potrero de San Pedro, Provincia de la Habana. Catorce meses antes, Maceo había iniciado una marcha al frente de una tropa bisoña desde la provincia de Oriente para llevar la guerra de un extremo a otro de la Isla de Cuba en una hazaña sin precedentes en la historia de las guerras de independencia americana contra la Metrópolis Española. Ahora bien, la Invasión de Occidente comenzó el 22 de octubre de 1895 en Baragua, lugar de su histórica protesta contra el Pacto del Zanjón, y llegó a Mantua, el pueblo más occidental de Cuba, el 22 de enero de 1896. En solo 90 días, Maceo y una abigarrada tropa de 1,400 hombres, muchos de ellos descalzos y mal armados, recorrieron 2,056 kilómetros en setenta y ocho jornadas, sostuvieron 27 combates, ocuparon 22 pueblos y despojaron el enemigo de 2,000 fusiles y 80,000 cartuchos. Los 200,000 efectivos con que contaba en la Isla en ese momento el Ejército Español no fueron capaces de detener el coraje y el patriotismo de Maceo y su legión de predestinados. Su Invasión de Occidente constituyó una proeza que ocupa un lugar destacado en las campañas militares de todos los tiempos. Durante la invasión, Maceo libró más batallas y se enfrentó a más soldados que los enfrentados por héroes militares de la estatura de Simón Bolívar y José de San Martín en ese espacio de 90 días. De ahí su merecido calificativo de Titán de Bronce.
arcángel de la guerra,
general de esperanza
de mi indómita tierra.
Hay un sueño frustrado
en los campos fecundos,
donde yacen sepultos
tus antiguos soldados.
Hay un pueblo que busca
su camino y su estrella,
sin más norte en su brújula
que el fulgor de tu huella.
Antonio del pasado
glorioso de mi pueblo,
jinete en el caballo
del patriótico empeño,
que escribiste en los campos
tu leyenda de acero.
Corazón de paloma
bajo piel de león,
que esperabas la aurora
con un canto de amor.
Que infundiste a la tropa
enemiga el terror,
y a tu tropa bisoña
sembraste valor
para que una colonia,
se hiciera nación.
Antonio del presente
terrible del destierro
en la Cuba doliente
con atuendo extranjero.
Antonio de la angustia
de un pueblo esclavizado
por la bota y la fusta
de un tirano alquilado.
Cadáver sin descanso,
Antonio idolatrado
que gritas en el trueno
en busca de soldados,
que libren nuestro suelo
del odio de los malos
y lleven a la patria
el reino de los buenos.
Antonio del eterno
trabajo libertario.
Tu voz llega en el viento
como un golpe de látigo,
castigando el silencio
y rompiendo el letargo
de tus hijos cansados
de horizontes sin puertos.
Regresa de tu sueño
general obstinado,
y recluta tu ejército
de múltiples soldados
entre los obreros
y los acaudalados,
para que se oiga de nuevo
en La Habana y Bayamo
el grito guerrero
del pueblo cubano.
Washignton. D.C. 9 de noviembre de 1976.
alfredocepero@bellsouth.net
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