¿COMO SE LOGRA EL CONSENSO EN CUBA. PRIMERA PARTE
Según tengo entendido, la DGI ( Dirección General de Inteligencia ) se ocupa de las labores de Inteligencia de la tiranía Castrista en el Exterior cubano, mientras que la DGC ( Dirección General de la Contrainteligencia) es la que se ocupa de las labores de Contrainteligencia dentro de Cuba. Todo esto en el ámbito civil. En la esfera militar existen los organismos homólogos, aunque la más conocida es la CIM o Contrainteligencia Militar.
Existen dentro de estas direcciones departamentos como, por ejemplo, que se ocupan de la Contrainteligencia dentro de la DGI que es la que se ocupa en el Exterior de detectar, neutralizar y utilizar a agentes de la Inteligencia de otros países en beneficio de la tiranía Castrista; el Mayor retirado Roberto Hernández del Llano pertenecía a ese departamento. Otro ejemplo es la llamada no formalmente ¨Recontrainteligencia Militar¨ que es la que se ocupa de las operaciones de contrainteligencia dentro de la propia CIM. El Teniente coronel retirado Roberto Ortega pertenecía a la ¨Recontra ¨ con el nombre de guerra de ¨Agente Idilio¨y afirmó en Miami que hasta Raúl Castro era vigilado por la ¨Recontra¨ a través de su Secretaria que pertenecía a la misma. El Dr. Roberto Ortega tenía en esos tiempos la responsabilidad pública de Jefe de los Servicios Médicos del MINFAR.
En resumen: todos en Cuba somos vigililados, salvo Fidel Castro Ruz.
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¿COMO SE LOGRA EL CONSENSO EN CUBA
( PRIMERA PARTE )
Por Vicente Escobal
Para muchas personas es un enigma cómo el régimen implantado por Fidel Castro ha logrado mantenerse durante más de cincuenta años.
Las causas más frecuentes que han promovido estallidos sociales en otros países, constituyen en Cuba hechos cotidianos que cuentan – según la versión oficial – “con el abrumador respaldo de la población”.
¿Qué ha hecho diferentes a los cubanos? ¿Cuáles son los fenómenos que han operado al interior de la sociedad cubana y que han contribuido a esa paradójica forma de “consenso”?
A los pocos meses del triunfo de la revolución el 1 de enero de 1959, sus principales líderes prometieron pan, justicia y libertad. Parecía que finalmente se iban a cumplir los inconclusos objetivos de los fundadores de la nación cubana. Pero con el transcurso del tiempo comenzaron a producirse fenómenos nunca antes registrados en la historia de Cuba.
El impacto inicial lo sufrió la familia: la nacionalización de la enseñanza privó a los padres del derecho a decidir soberanamente el tipo de educación que deseaban para sus hijos. Miles de niños salieron de Cuba bajo los auspicios de la conocida “Operación Peter Pan”, el primer gran éxodo y el comienzo del desmembramiento familiar.
La confiscación masiva de propiedades fue el segundo golpe, esta vez perpetrado contra la economía. Pequeñas, medianas y grandes empresas fueron arbitrariamente arrebatadas a sus legítimos propietarios. El sólido sistema empresarial y financiero cubano pasó abruptamente a manos del Estado y simultáneamente el control de los sindicatos y las asociaciones profesionales, muchas de las cuales desaparecieron o adoptaron formas de “organizaciones de masas”, bajo un enfoque de naturaleza autoritaria y antidemocrática.
Al dejar a un lado su tradicional función de moderador social y garante del bien común, el Estado cubano abolió la independencia de sus poderes y diseñó una enrevesada maquinaria propagandístico-represiva bajo cuyo peso sucumbieron incontables conquistas alcanzadas durante décadas.
La gestión social transcurría bajo el imperio de las “orientaciones”. Por cerca de veinte años Cuba se mantuvo sin un ordenamiento constitucional que preservara los derechos fundamentales de sus ciudadanos y regulara las relaciones entre la sociedad y el Estado, con lo cual se consolidó la condición totalitaria de éste último.
La actividad política, económica, social y cultural de la nación quedó supeditada a directivas estatales. Las mejores tradiciones de la sociedad cubana se relegaron a las sombras. El pasado histórico se convirtió en algo turbio y delictuoso. Las voces que tempranamente denunciaron y protestaron fueron apagadas por las descargas de los fusiles o la sordidez de las mazmorras.
Por primera vez en la historia de Cuba la idea de Patria, Independencia, Libertad y Soberanía se asociaron a un hombre. Enfrentarse a las retorcidas ideas de Fidel Castro implicaba una traición a la Patria. Su condición de Máximo Líder lo convertiría en el juez de la historia y el policía del pensamiento social. Siguiendo los dictados de su insaciable apetito de poder, Castro destruyó los cimientos económicos, morales y éticos en los cuales se sustentaba la República e implantó un sistema político inspirado en el marxismo-leninismo.
El ingreso de Cuba al campo socialista constituyó uno de los capítulos más sombríos de nuestra historia. Las causas por las cuales se gestó la revolución cubana volvían a reeditarse, pero esta vez sin el más mínimo espacio para la rebeldía.
Para lograr sus delirantes propósitos, Castro creó tempranamente un sistema de vigilancia a nivel de comunidad bajo el pretexto de abortar intenciones contrarrevolucionarias. “Vamos a crear un sistema de vigilancia colectiva y revolucionaria…” -- sentenció -- “y vamos a ver cómo se pueden mover aquí los enemigos del pueblo”.
¿Quiénes eran los “enemigos del pueblo” y cuales sus “intenciones contrarrevolucionarias”?
Bajo el apelativo de contrarrevolucionarios fueron calificados, entre otros, quienes se oponían al poder autoritario de Castro. Cuba no necesitaba un caudillo ni un nuevo dueño. Resultaba inaplazable en aquella coyuntura histórica impedir el surgimiento de otra dictadura, escudada en cuestionables principios de soberanía e independencia.
En “enemigos” y “contrarrevolucionarios” convirtió Castro a muchos de sus antiguos seguidores, los mismos que lo secundaron en el asalto al Cuartel Moncada y otros que estuvieron junto a él en el desembarco del yate Granma, en las filas del Ejército Rebelde o como combatientes clandestinos agrupados en las filas del Movimiento 26 de Julio. Personas que se sintieron traicionadas cuando arteramente Castro proclamo el carácter comunista de la revolución. No fue su incipiente diferendo con Estados Unidos el promotor de aquella unilateral proclamación ni tampoco sus contradicciones internas con quienes se le oponían por haber sido despojados de sus propiedades. La única vía a disposición de Castro para perpetuarse en el poder era el comunismo, a pesar de haber asegurado en una ocasión que “si los comunistas sacan las uñas en Cuba, yo se las corto”.
Para garantizar la continuidad de sus ambiciones, Castro fragmentó las fuerzas que un día lo respaldaron y creó un engendro político al cual denominó Organizaciones Revolucionarias Integradas, que luego el mismo desintegró para fundar el Partido Unido de la Revolución Socialista Cubana, bautizado años más tarde como Partido Comunista de Cuba. De manera que la tesis castrista sobre el partido único creado por José Martí es absolutamente falsa y tendenciosa. En un periodo de tiempo relativamente breve, Castro concibió tres organizaciones partidistas muy diferentes al Partido Revolucionario Cubano fundado por Martí, quien jamás se declaró simpatizante de las doctrinas totalitarias o hegemónicas y cuyo único objetivo era unir propósitos y empeños en aras de la independencia de Cuba.
Pero no sólo se crearon métodos antidemocráticos en la conducción de la sociedad, la economía y el Estado. No sólo se suplantaron valores y se tergiversó deliberadamente la historia. Se diseñaron, además, instrumentos de represión, chantaje y coacción.
¿Cómo es posible, entonces, que un movimiento social traicionado y un pueblo privado de sus más elementales derechos no se haya revelado? ¿Dónde encontrar las bases del consenso y el compromiso?
En Cuba no existen recursos para encaminar el disentimiento político. El Estado está supeditado al Partido Comunista, identificado constitucionalmente como “fuerza superior rectora del Estado y de la Sociedad”. El debate público se reduce a fórmulas diseñadas en la esfera ideológica de ese partido, dentro del cual funcionan múltiples departamentos especializados en el control de asuntos tan variados como la distribución de alimentos, la producción agropecuaria, la opinión pública, los planes de enseñanza, el transporte, la edición de periódicos y revistas, las iglesias, la cultura, el cine, el movimiento obrero, las organizaciones infantiles, juveniles, femeninas y profesionales, la designación de funcionarios públicos y otros muchos temas que convierten al Partido Comunista de Cuba en una entidad dominante y fiscalizadora, envuelta en un hermetismo sectario.
Pero el Partido es en Cuba la parte visible del poder. Existe otra institución superior a él, con diferente nomenclatura, otros líderes, otras normas y otros estilos de trabajo: la Dirección General de Inteligencia (DGI), institucional y públicamente adscripta al Ministerio del Interior, dirigida personalmente por Fidel Castro.
Para el ciudadano común es imposible tener una clara noción de las metas de la DGI. Se la menciona en excepcionales circunstancias, la sociedad no conoce donde están localizadas sus instalaciones, quienes son y cómo se designan sus funcionarios, cuáles son sus prerrogativas, cual es su presupuesto. Es un fantasma que se mueve sobre la geografía cubana con la devastadora fuerza de un huracán.
Un funcionario de nivel medio del Partido, quien abandono sus filas por rivalidad con el liderazgo, llegó a admitir en una conversación privada que sentía escalofríos cuando un oficial de la DGI entraba a su oficina. Esta confesión coincide con la de un viejo cuadro del Partido Comunista de la Unión Soviética respecto al KGV.
La plantilla de la DGI está integrada por sicólogos, siquiatras, periodistas, sociólogos, médicos, abogados, locutores, directores de medios, ingenieros, embajadores y otros profesionales.
Los CDR también tienen a su cargo la confección y actualización de un “Registro de Direcciones” en el cual aparecen anotados todos los vecinos de su radio de acción con datos relativos a ocupación laboral, tiempo de residencia, movimientos migratorios, centro de trabajo, integración política, etc. Este Registro de Direcciones constituye de hecho uno de los eslabones primarios del sistema represivo cubano.
Jose Gonzalez ha dejado un nuevo comentario en su entrada "¿COMO SE LOGRA EL CONSENSO EN CUBA. PRIMERA PARTE":
Espero que en las partes siguientes analice el apoyo,tolerancia e indiferencia de gran parte de la poblacion en Cuba ante el "proceso revolucionario" de Castro,la inmadurez politica del mismo pueblo y al final,su colaboracion,a veces de "corazon",otras veces forzada,con las politicas sociales,economicas y militares del regimen castrista.
saludos
1 Comments:
Espero que en las partes siguientes analice el apoyo,tolerancia e indiferencia de gran parte de la poblacion en Cuba ante el "proceso revolucionario" de Castro,la inmadurez politica del mismo pueblo y al final,su colaboracion,a veces de "corazon",otras veces forzada,con las politicas sociales,economicas y militares del regimen castrista.
saludos
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