viernes, abril 09, 2010

CUBA: La dureza del faraón

Tomado de http://www.elnuevoherald.com

La dureza del faraón



Por Vicente Echerri

El reciente discurso de Raúl Castro en que reafirma el atrincheramiento de su régimen ha decepcionado y consternado a los pocos que todavía sueñan con que una apertura, algunas reformas, ciertas libertades sirvan para dar, sin grandes traumas, una salida a la crisis en que Cuba se hunde. La respuesta del tirano interino ha sido de atrincheramiento e inflexibilidad. Que se lamenten otros, yo me alegro.

Cuando en medio de un fracaso total, tras medio siglo de horror, la tiranía insiste en seguir siendo fiel a sus ``principios'', hasta la extinción, no me queda más que aplaudir, al tiempo de acordarme del faraón bíblico que, obstinadamente, se negaba a dejar salir al pueblo de Israel pese a las plagas con que Dios castigaba a Egipto por su obstinación. En ese relato del Exodo, que acaso sea legendario pero que sirve para reflexionar sobre el empecinamiento de los déspotas, siempre me ha llamado la atención la malvada duplicidad de Dios; ya que, por una parte, éste insta a Moisés a pedirle al rey la liberación de los hebreos y, por la otra, ``endurece el corazón de faraón'' para que se niegue a dejarlo salir, lo cual le permite enviarle nuevas plagas, justificando así el proverbio de que ``Dios confunde a los que quiere perder''.

La razón que puede respaldar ese ``acto divino'' es que el cambio que se procura --en este caso la salida del pueblo de Israel-- llegue al cabo de una crisis muy grave y como resultado de una humillante derrota del poder, no de un acomodo más o menos civilizado o de una suerte de ``transición pacífica''. En este contexto, Dios se nos revela, pues, como un ``radical'', el que aspira a cambiar las cosas de raíz. En la actual situación de Cuba, yo no podría coincidir más con la estrategia del Yahvé bíblico. La inflexibilidad del régimen es garante de su drástico fin.

Muchos analistas coinciden en que la muerte de Orlando Zapata en febrero pasado puso en marcha la dinámica de ese fin que se acentuará con la muerte de Guillermo Fariñas, que ya parece inevitable, y de los que, sin duda, le sucederán, junto con un despertar de la conciencia ciudadana dentro de Cuba, aún bastante letárgica, y de la creciente repulsa del mundo, sucesos todos ellos que forman parte de una espiral descendente que tiende a cero. Creo que estamos cruzando un umbral después del cual ya nada podrá salvar a la revolución cubana. Enhorabuena.

Como a un jugador al que se le estuvieran acabando los naipes, el régimen de los Castro tiene pocas jugadas y decide, por costumbre y por miedo, hacer las más manidas, con el efecto predecible de enrarecer aún más el ambiente político del país y acentuar el conflicto que lo enfrenta a las democracias más respetables del mundo y a los propios cubanos. Nunca antes la autodestrucción del castrismo ha contado con tan buenos auspicios.

Todavía resulta temerario, no obstante, intentar predecir cómo y cuándo ha de terminar ese desastroso experimento cubano. Lo obvio es que los líderes del régimen, atrapados por las fuerzas que ellos mismos pusieron en marcha, se encuentran ante una irreductible alternativa: o introducen cambios, que necesariamente han de serles fatales, u optan por el estatus quo, que se muestra igualmente fatal. Pocas veces una situación sin ganancia, un auténtico Catch 22, se percibe con tanta claridad.

(C)Echerri 2010