sábado, abril 24, 2010

NUEVAS CITAS CON SILVIO RODRÍGUEZ

NUEVAS CITAS CON SILVIO




Por Luis Cino
22/04/2010
Periodista independiente.
luicino2004@yahoo.com


Arroyo Naranjo, La Habana, 22 de abril de 2010 (PD) Fue tal el revolcón epistolar que le dio el maloso Carlos Alberto Montaner al pobrecito Silvio Rodríguez que en el intento de ripostar revolucionariamente abierto, por poco se queda sin cerebro para atender los Estudios Ojalá y escribir nuevas canciones.

Cuando recitó el catecismo con enmiendas para quedar bien a duras penas con los dioses retranqueros, sus segurosos y los demonios del cambio, sentí pena por Silvio. No puedo dejar de admirar sus canciones, aunque en honor a la verdad, no tanto como hace, digamos, 30 años. De entonces a esta parte me convencí definitivamente que, aunque esté condenado a evocar con nostalgia su música de los años 70, nunca sería un buen bailarín de su fiesta.


Ahora que es tan liberal, Silvio se pronuncia por quitar la letra “r” a la revolución por los muertos de la felicidad de no sé quien carajo que pusimos entre todos en diversas y adversas circunstancias, cual de ellas más espantosas. ¡Y los muertos que faltan para de todos modos seguir con la infelicidad!

Pero si de quitar la “r” se trata, prefiero antes que la de Silvio, la evolución de amor con gozadera y rock and roll de David Blanco, con quien compartió hace unos días la tribuna del Protestódromo en un concierto para proclamar incondicionalidad (a prueba de muertos ¿de la felicidad de quien?) al régimen.

Ay, Silvio, ¿no sería mucho mejor que se fueran los buitres y las ratas y todas las alimañas tras el flautista de Hammelin en vez de nuestras muchachas y muchachos, y con ellos el futuro? Porque lo que le queda de bueno a este pueblo no es gracias al gobierno (que es de lo peor), sino a pesar de él.

En lo que alguien de arriba explica a Silvio Rodríguez lo dañino de amnistiar a los prisioneros de conciencia, uno se pregunta, ¿son realmente importantes en esta historia Obama, Zapatero, Elton John, el Kama-Sutra o los hombrecillos verdes?

¿Hasta dónde debemos practicar las verdades? Si alguien roba comida al Estado que lo aplasta y resulta que después no da la vida (¿por qué iba a darla si no tiene otra?), es sólo otro cubano más que no se resigna a morir de hambre y desesperanza (que es uno de los peores modos de morir). Sencillamente eso. ¿Para qué darle más vueltas a la metatranca filosófica? ¿Para justificar las intransigencias baldías y la mala conciencia?

La nada desoladora no nos arrastrará al pasado de ninguna forma porque es sabido que nadie, mucho menos un pueblo entero, puede bañarse dos veces en el mismo río. Hoy los temores son otros y Silvio lo sabe, pero no lo dice o casi lo dice pero luego se escabulle, y cuando parece que viene, se va, y viceversa. Por eso confieso que ya no puedo con él y sus canciones.

Acabo de conseguir su nuevo disco Segunda Cita, pero confieso que no he tenido muchas ganas ni tiempo de escucharlo con atención. Demasiado catarro y problemas de todo tipo (también policiales, como no) para concertar otra cita más con ángeles…caídos.

Pero una sola audición, por apresurada que sea, basta para percibir que el disco es tan bueno como puede ser un disco de Silvio Rodríguez. ¿Alguien duda que a Silvio le sobra oficio y magia? Tanta magia como para que las orquestaciones pareciera que fueran hechas, como en los años 80, en “Causas y azares” y “Oh melancolía”, por Oriente López y el grupo Afrocuba. Sólo falta frescura y cuentas claras al sexagenario cantautor. Y algo que ya no haya dicho. O al menos, de otro modo. Pero eso es pedir demasiado.

De cualquier manera, luego que pueda escucharlo con calma y la cabeza fresca, prometo volver sobre el más reciente disco de Silvio Rodríguez. Sobre el padre fundador de la nueva canción cubana siempre habrá algo que decir. Es perfectamente previsible (a pesar del revolcón con Carlos Alberto Montaner o precisamente por él) que aún quedan por delante nuevas citas con Silvio.