sábado, mayo 29, 2010

CUBA: EL MEDIADOR CARDENAL JAIME ORTEGA Y ALAMINOS

EL MEDIADORJustify Full



Por José Antonio Fornaris
Periodista independiente.
fornarisjo@yahoo.com


Managua, La Habana. 27 de mayo de 2010, (PD) Hace siete días los cubanos conocimos que el general Raúl M. Castro se reunió con el Cardenal Jaime Ortega y con Dionisio García, Arzobispo de Santiago de Cuba y Presidente de la Conferencia de Obispos Católicos de Cuba.

En la nota oficial sobre la reunión, divulgada por la prensa escrita, se dijo que : “En el encuentro se analizaron diversos temas de interés común, en particular el favorable desarrollo de las relaciones entre la Iglesia Católica y el Estado cubano, así como la actual situación nacional e internacional”.

Para subrayar lo de “favorable desarrollo de las relaciones” se mostró una foto donde se observa a los dos prelados sonrientes y con rostros donde resalta la complacencia ante algo que el general Castro les dice.

Los detalles de lo conversado no han sido divulgados de forma oficial. Se supone que la población debe conocer lo que se conversó sobre “la actual situación nacional e internacional”, porque Castro estaba ahí en representación del Estado y el Estado está en función del pueblo. ¿O es qué eso no es así?

De todas formas, esa actitud no es nada nueva. Durante años, cuando Fidel Castro ofrecía alguna conferencia de prensa o entrevista a periodistas extranjeros, dos o tres semanas después del hecho, aparecía en la prensa oficialista una versión del Consejo de Estado con un encabezamiento donde se decía que debido al interés que había despertado en el exterior lo dicho por el Comandante en Jefe se daba a conocer a nivel nacional lo expresado por él. Es decir, que si presuntamente lo que el Jefe del Estado había dicho, en nombre del Estado, no había despertado interés extramuros, en Cuba no había por qué saber de ese asunto.

Lo que es nuevo y llama el interés es la función de mediador que parece hacer el Cardenal Ortega entre el Estado y una parte de la sociedad cubana.

Se conoce que gracias a sus buenos oficios, las Damas de Blanco desfilan por calles de La Habana sin que el “pueblo indignado”, les lastime físicamente y las ofenda con todo tipo de oprobios verbales.

Y ahora, de acuerdo con versiones de la Iglesia, se habló sobre los presos políticos, y nuevamente sobre las Damas de Blanco.

Es interesante la postura asumida por el Cardenal porque hasta momentos anteriores a estos dos últimos acontecimientos, no se le veía identificado con el rebaño. La impresión que ofrecía era la de un pastor más interesado en quedar bien con el lobo que con las ovejas.

Si esa mediación logra que los presos políticos salgan de las cárceles, aplausos. Eso es bueno para todos. Incluso para el Estado, ya que de esa forma cedería ante algo justo, sin que fuera debido a la “guerra mediática que ha emprendido contra Cuba la Unión Europea cumpliendo órdenes del imperio” o debido a la petición de que sean excarcelados 26 presos políticos enfermos que realiza con una prolongada huelga de hambre, el opositor y periodista Guillermo Fariñas.

La Asamblea Nacional del Poder Popular tiene facultades para dictar una amnistía. Eso hubiera sido lo más sensato. Ni la muerte de Orlando Zapata hubiera ocurrido ni el sufrimiento alargado innecesariamente de los presos hubiera atravesado tantas fronteras. Y el Estado hubiera tenido su momento de magnanimidad.

Pero eso era impensable, porque los que arribaron al poder en 1959, cuatro años antes habían sido beneficiados con una amnistía luego de haber asaltado dos cuarteles militares y tomar un hospital civil por las armas. Y entonces se equipararía, de alguna manera, a “dioses” y “mercenarios”.
Pero el final de esos “dioses” paganos cada día, desde todos los ángulos, está más y más cerca. Su caída puede ser estrepitosa, puede traer consigo vientos huracanados. Y si la iglesia puede evitar nuevas heridas o poner bálsamo a las muchas existentes, aleluya. Si el Cardenal, que a lo mejor ya despertó después de un largo sueño o letargo o salió de alguna postración debido a una confusión de sentimientos, es el que oficia como mediador o apaciguador, bienvenido sea.